¿Acaso hay caminos sencillos? ¿Acaso hay atajos en la vida? Todos los caminos tienen sus desafíos, todos los caminos tienen sus riesgos, pero el destino lo vale, siempre lo vale.

Con el camino de la adopción es así. Como matrimonio, hemos descubierto lo trascendental de este camino solo cuando lo empezamos a transitar, ya que por más que muchos te cuenten y leas sobre el tema, no hay como el “día a día” de ser una familia. 

En el año 2018 nos anotamos en el Registro Nacional de Aspirantes a fines de adopción y en el 2019 nos llamaron para presentarnos la historia de quienes serían nuestros hijos. Nunca imaginamos lo grandioso que iba a ser el camino, pero tampoco nunca imaginamos lo doloroso que iba a ser. Es que el dolor es parte del crecimiento, el dolor es parte de darnos cuenta de lo que debemos madurar y pulir en nuestras vidas

Lejos de querer dar cátedras sobre un asunto porque hay especialistas mucho más calificados que nosotros para hablar, queremos compartirte desde nuestra humilde experiencia de un matrimonio que hace casi 3 años su vida cambió para siempre:

  1. Comprender que nuestros hijos no son una “hoja en blanco”: Caemos en un error cuando comenzamos un proceso de vinculación que posteriormente se consolida en un vínculo paterno-filial, creer que nuestros hijos vienen de “foja 0”. 

Ellos traen una historia de vida, por más pequeños que sean (en nuestro caso nuestra hija tenía 2 añitos y nuestro hijo 3). El comprender que esa historia es parte de sus vidas nos habla de un respeto, nos habla de no querer imponer nada a la fuerza sino comprender que ellos tienen un pasado que sanar, que procesar y es de ellos. 

  1.  Que nos digan PAPÁ o MAMÁ rápido no significa que lo sientan así:  Lejos de querer caer en “generalizaciones” solo quiero comentar nuestra experiencia. Como dije en el punto anterior, nuestros hijos llegaron con una edad muy corta de vida. Automáticamente nos dijeron Papá y Mamá, y más allá que eso nos cautivó el corazón y nos emocionó muchísimo, con el correr del tiempo nos dimos cuenta que esas son dos palabras llevan una maduración emocional para comprender, recién hoy, que pasaron 3 años, podemos sentir que ellos han construido esa imagen paternal sobre nosotros y nosotros para con ellos.

¿Por qué digo esto? Porque uno de los errores más frecuentes fue querer imponernos como mamá y papá a dos pequeños que tenían que tomarse el tiempo de conocernos y sobre todo de confiar en nosotros como esos adultos referentes y nutritivos en lo emocional. Hay que darles tiempo, hay que darnos tiempo como familia.

  1. No querer soluciones mágicas:  La adopción es un camino de sanidad, es un camino de nuevas oportunidades pero principalmente es un proceso. Muchas veces nos hemos puesto impacientes queriendo ver reacciones, ver cambios, cuando en realidad todo se trata de paciencia y amor, mucho amor. 

Como dijimos en el punto 1, ellos no son “hojas en blanco” y así como estamos dispuestos a celebrar cada logro adquirido, estamos dispuestos a acompañar en cada etapa del proceso, por más dolorosa que sea, para el bienestar de ellos. Por que siempre se trata de ellos, nosotros los adultos tenemos estructuras psíquicas y emocionales para transitar en la vida, los niños las están construyendo y nosotros seremos ejemplos (positivos o negativos) según nuestras actitudes y acciones. 

Respondiendo al título de esta nota,  la adopción: ¿un camino de rosas? La respuesta es claro que sí. Un camino lleno de fragilidad (como los pétalos) pero a la vez llenos de fuerza (como sus tallos), lleno de espinas (desafíos, momentos dolorosos) pero también lleno de colores y de belleza. 

Esposa, madre de dos hijos. Pastora de la Iglesia Catedral del Pueblo de Bahía Blanca. Junto a su esposo tiene un espacio para parejas que están en el camino por ser padres y aún no lo consiguen. Autora del libro llamado “Esperar sin Desesperar” donde cuentan su camino ayudando a otros en esta “no tan dulce” espera.