Bach es sin dudas uno de los compositores más conocidos en todo el mundo, pero ¿cómo está vinculada su música con Dios? y ¿por qué algunos lo llamaron “El quinto Evangelista? En esta nota vas a conocer un poco de su historia y cómo fue que dedicó cada una de sus notas y acordes a Cristo.
Hoy en día la obra de Johann Sebastian Bach es enseñada en casi todas las escuelas e institutos de música de todo el mundo, por su increíble manera de componer y desarrollar técnicas únicas que lo llevaron a crear 1.080 obras a lo largo de toda su vida. Sin embargo, él no vivió la fama mientras vivía, sino que se enfocó más en componer melodías del Cielo que lo llevarían a vivir una vida de adoración y de gran aporte musical hacia la Iglesia.
John Elliot Gardiner, posiblemente el erudito más conocedor de Bach, escribió lo siguiente:
“La dedicación de su arte a la gloria de Dios no se limitó a sus cantatas de iglesia con el acrónimo Soli Deo Gloria; el lema se aplica con igual fuerza a sus conciertos, partitas y suites instrumentales. Y Eisenach, su lugar de nacimiento y el sitio de su primer encuentro con Martín Lutero, el fundador de su versión heredada del cristianismo, es claramente un buen lugar para comenzar”.
Bach nació un 31 de marzo de 1685 en Eisenach, Alemania. De niño asistió a la misma escuela que Lutero en Eisenach, Turingia. Su familia tuvo 53 compositores e instrumentistas prominentes a lo largo de siete generaciones. Su padre, Johann Ambrosius, le dio sus primeras lecciones. Sin embargo, a sus 10 años, Johann Sebastian se quedó huérfano y se fue a vivir con su hermano mayor, Johann Christoph, quien era organista de Ohrdruf.
Sus primeros pasos en la música fueron en el coro de la Iglesia de San Miguel de Lüneburg. También fue violinista en la orquesta de cámara del Príncipe Johann Ernst de Weimar y, luego, se mudó a Arnstadt para convertirse en organista de la iglesia.
Para 1707 ya era organista en la Iglesia de San Blasius y, después de varios trabajos prominentes, en 1723 se estableció en Leipzig, donde permaneció por el resto de su vida.
Sin embargo, la genialidad de Bach lo llevo a componer 180 corales para cuatro voces, dos oratorios, dos pasiones, seis motetes, una misa en si menor, 200 cantatas, 145 corales para órgano, sin contar sus variaciones, sonatas, partitas, conciertos, preludios, suites y mucho más.
Su vínculo con la iglesia y la música lo llevaron a encontrar a Dios y plasmarlo en sus composiciones. Incluso Friedrich Nietzsche dijo sobre ‘La Pasión según San Mateo’: “Quien ha olvidado por completo el cristianismo realmente lo escucha aquí como un Evangelio”.
En la actualidad, su música sigue teniendo el mismo aura. Cuando el violonchelista Yo-Yo Ma tocó en la casa de Steve Jobs un tema de Bach con un Stradivarius del 1733, éste último le dijo: “Tu interpretación es el mejor argumento que he oído nunca sobre la existencia de Dios”. Incluso, el ateo Emil Cioran dijo: “La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total”.
Contemporáneo a Lutero, Bach fue un creyente profundo y consagrado, influenciado de gran manera por la vida del reformador. Cuando tenía 48 años, adquirió una copia de la traducción de la Biblia en tres volúmenes que había hecho Lutero. La estudió a fondo y se sumergió en ella. Subrayó pasajes e hizo notas en los márgenes. Cerca de 1 Crónicas 25, que constituye una lista de músicos davídicos, escribió: “Este capítulo es el verdadero fundamento de toda la música que agrada a Dios”. En 2 Crónicas 5:13, que habla de los músicos del templo alabando a Dios, señaló: “En una actuación reverente de la música, Dios está siempre a mano con su presencia llena de gracia”.
“El único propósito y razón final de toda la música debería ser la gloria de Dios y el alivio del espíritu”.
JOHANN SEBASTIAN BACH
Como algunos saben, Lutero también escribió música, llamando de alguna manera la atención de Bach. Para la celebración de la Reforma, entre 1727 y 1731, estrenó un 31 de octubre la cantata BWV 80, que toma como referencia e inspiración la letra y melodía de ‘Castillo fuerte es nuestro Dios’, una pieza compuesta por Lutero.
Más allá de composiciones especiales, Bach se pasaba el tiempo escribiendo piezas para las actividades cotidianas y las celebraciones de la iglesia. Entre las más emblemáticas se encuentran las Pasiones, siendo posiblemente la más famosa ‘La Pasión según San Mateo’, que a veces ha sido llamada “el logro cultural supremo de toda la civilización occidental”. Como dijo un erudito, este músico era en verdad “un cristiano que vivía con la Biblia”.
Si bien muchos de los comentarios que recibía era que sus composiciones estaban pasadas de moda, él decidió permanecer fiel a la obra que debía componer.
“Donde está la música devocional, Dios con Su gracia está siempre presente”. Johann Sebastian Bach.
Siempre fue una persona sencilla. Durante veintisiete años tocaba y presentaba sus obras cada domingo en una de las iglesias protestantes de Leipzig, y la mayor grandeza que existía en su vida era prepararse para el domingo siguiente. A pesar de que su música era tan prodigiosa, Johann Sebastian Bach no conoció la fama en vida.
Luego de su muerte en 1750, el estilo barroco llegó a su fin y nació una nueva corriente: “El Renacimiento” y su música cayó en el olvido y parte de ella fue vendida. Casi una década después, su nombre sonaba solo en aquellos músicos académicos como Mozart y Beethoven, quienes conocían su legado y lo admiraban. Pero no fue hasta 1829, cuando el compositor alemán y también creyente Felix Mendelssohn, hizo renacer su música al arreglar una presentación de la Pasión de San Mateo para que un público más amplio apreciara a Bach como el gran compositor que fue.
Un descubrimiento único
Mendelssohn descubrió algo en su investigación de las obras de Bach: unas pequeñas iniciales al final de muchas de las partituras de Bach volvían a conectarlo con su influencia de una manera más fuerte y profunda. No eran una firma, tampoco las iniciales de su nombre; se trataba de algo más, algo que marcaría un antes y un después, que marcaban la verdadera identidad del artista. Eran las iniciales de una de las cinco solas: S (soli), D (Deo), G (Gloria): «Sólo a Dios la Gloria”. Con estas iniciales el célebre compositor alemán Johann Sebastian Bach indicaba que su trabajo existía para la mayor gloria de Dios.
La música nunca fue solo música para Bach. Casi tres cuartas partes de sus 1000 composiciones fueron escritas para ser usadas en la adoración. Entre su genio musical, su devoción a Cristo y el efecto de su música, ha llegado a ser conocido en muchos círculos como “el Quinto Evangelista”. Hoy, quizás algunos académicos pasan por encima la importancia de la fe en la vida Bach, pero nunca hay que olvidar que las melodías del cielo son eternas, y que no impactaron al mundo sólo por su aspecto técnico músical, sino por el espíritu con el que fueron creadas para adorar a un único Dios y reconocer el nombre de Cristo.
Fuente Citada: BITE Projet