Con este adjetivo nos referimos a lo que no es acertado o no es adecuado a determinadas condiciones o circunstancias, también a lo que no es conforme a las normas sociales.

Es decir, lo correcto y lo incorrecto están siempre relacionados con el contexto social, con una época o un momento determinado, es por eso que lo que estuvo prohibido o fue mal visto en algún momento hoy puede no serlo, y viceversa. Esto sucede porque las personas cambiamos todo el tiempo, para bien y para mal. El único que sigue siendo siempre el mismo es Dios. 

Actualmente tenemos naturalizada la idea de que Dios es amor, que Él nos ama y nos perdona todo el tiempo, que podemos hablarle y dejar en Él nuestras cargas. Pero los fariseos en la época de Jesús no pensaban lo mismo. En diferentes relatos bíblicos podemos ver cómo el pensamiento de Cristo entraba en confrontación con las ideas del momento.

Imaginemos lo disruptivo que debe haber sido que un niño de 12 años se ausente por tres días, sin dar aviso a sus padres, para quedarse a debatir y hablar a la par con los grandes doctores de la ley. Y por si fuera poco que su respuesta simplemente sea “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?(Lucas 2:41-51).

Claramente Jesús no vino a la tierra a agradar a los hombres ni a la religión, sino a hacer la voluntad de Dios. Su mensaje era tan diferente que era fuerte hasta para sus propios discípulos (Juan 6:60).

Uno de los momentos que más me gusta de los relatos bíblicos se encuentra en Mateo 15:11 cuando los escribas y fariseos se acercan a Jesús a reclamarle porque sus discípulos comían el pan sin lavarse las manos y esto rompía con las tradiciones de los ancianos. La respuesta de Jesús fue magistral: “Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella”.

Otro hecho que alteraba a los religiosos de aquel entonces era que Jesús sanaba y hacía milagros incluso en el día de reposo. No podían comprender cómo quien decía ser el Hijo de Dios estaba rodeado de personas pecaminosas, leprosos, prostitutas, asesinos y pobres.

Jesús fue tan incorrecto que fue llevado a la cruz a morir de la manera más cruel y aberrante. Ni los mayores dolores y torturas pudieron detener a Jesús de hacer la voluntad de su Padre. Los valores de Jesús eran inquebrantables, no vendió sus principios, no pensó en hacer lo políticamente correcto y no le importó lo que pensaran de Él.

Jesús vino a reconciliarnos, rompiendo con el velo que nos separaba de Dios. Nos hizo entender que somos nosotros los que ponemos condiciones y requisitos; Dios solo nos pide una sola cosa, nuestro corazón.

Si queremos marcar un hito en la historia de nuestras ciudades, escuelas o trabajos no lo vamos a lograr cumpliendo con las reglas de quienes nos rodean, la única forma de lograrlo es siguiendo a Dios. No busquemos adaptar el Evangelio para agradar a la religión, a la sociedad o a las modas actuales, en cambio, debemos animarnos a ser cristianos incorrectos, incorrectos para el mundo, pero correctos para Dios. 

Ir contra el mundo muchas veces nos va a costar fama, nos va a costar amistades y hasta lo impensado, pero no debemos desistir. Mejor es que padezcamos haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu. 1 Pedro 3:18

Seamos incorrectos en un mundo en donde a lo malo se le dice bueno y a lo bueno se le dice malo. No nos movamos por religión, sino por revelación ¡Seamos como Jesús!

Oriundo de la provincia de San Luis, es un creador de contenido cristiano, pastor de jóvenes, estudiante avanzando de abogacía y creador de la Fundación Nueva Vida, que trabaja con adolescentes y niños llevando el mensaje de Jesús.