La de Jericó es, quizás, con las historias de David y Goliat, de la partición del Mar Rojo, las Diez Plagas y la historia de Sansón, una de las más recordadas y enseñadas en las escuelas bíblicas y en predicaciones.
Ubicada en la Tierra Santa, cerca de Jerusalén, Jericó es al presente una de las ciudades más pobladas de la zona. Compite junto con Tiro, en el Líbano, por autotitularse como una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo hasta la actualidad.
Aunque en la Biblia es recordada por los gruesos muros que Josué tiró abajo por directiva de Dios, continuó su vida como ciudad, hasta nuestros días. Sin embargo, a lo largo de toda su historia, como le sucedió al resto de la zona, fue judía, cristiana, asiria, persa, musulmana, otomana e inglesa, dependiendo de los invasores o la época en que se encontraba. Hoy en día, es uno de los principales enclaves musulmanes en Palestina.
Como mucho de lo relatado en la Biblia no tiene explicaciones científicas, o quizás, no quieren corroborarlas, tenemos la única opción de creer por fe las historias bíblicas.
Una antigua ciudad ¿con muros?
Jericó pudo haber sido una de las ciudades más antiguas del mundo. Sin embargo, puede que esto no haya sido así sino, más bien, la ciudad amurallada más antigua del mundo. ¿Por qué hay tanta confusión al respecto?
Esto se debe a que no hay una fecha exacta en la que pudo haber sido conquistada Jericó. Los arqueólogos no pueden ponerse de acuerdo en el asunto, debido a que no hay un instrumento que determine con precisión tal fecha.
Según la Biblia de Estudio Arqueológica NVI, hubo cuatro excavaciones en la zona, pero la manera poco conservadora en que se hicieron produjo una erosión en los restos materiales. Hay evidencia de que existieron los muros en Jericó, pero no se sabe cuándo fueron construidos, si fue antes o después de la conquista por parte de Josué. Los restos de muros encontrados tienen una proporción de 4,6 metros de alto y, algunos de ellos, un grosor de 1,8 metros.
En el lugar se sabe que hubo un terremoto, un incendio –hay zonas que contienen una capa de 9 cm de ceniza– y una plaga, antes de su completa destrucción. Probablemente, los muros se hayan debilitado y caído gracias a un terremoto, debido a que la zona de Jericó tiene un antecedente de sismos reiterados importantes a lo largo de su existencia (pág. 328).
Gonzalo Baéz-Camargo, en su libro Comentario arqueológico de la Biblia, parece coincidir al afirmar que la ciudad, que pudo haber existido en la época de la Conquista, seguramente fue destruida por un terremoto y por un incendio (1979: pág. 79, 82).
Jericó después de ser destruida
La ciudad, derribada, incendiada y saqueada —ya sea que crean en que lo hizo Josué u opten por la opción de que fue un terremoto— continúo existiendo, a pesar de haber quedado sin protección.
En el Antiguo Testamento fue una ciudad reconocida por sus palmeras y por ser una ciudad de caravanas, donde los comerciantes paraban para descansar por algunos momentos. Durante la época de Elías y Eliseo era un centro de actividad profética.
En la época del Nuevo Testamento, la ciudad y su zona, debido a su clima más templado, con inviernos menos rigurosos que Jerusalén, por ejemplo, fue un sitio privilegiado para que pasaran esta época los reyes y gobernantes. Un caso renombrado es el de Herodes el Grande, quien mandó a construir grandes edificios en esta ciudad, embelleciéndola con palacios, teatros e hipódromos, debido a que era su ciudad de residencia invernal.
Jesús también tuvo un rol protagónico en esta ciudad, al realizar dos hechos importantes de su predicación y de su Evangelio: lo primero, cuando acudió a la casa de Zaqueo, quien estaba arriba de un árbol. Y lo segundo, cuando curó al ciego Bartimeo (Diccionario Ilustrado de la Biblia, Caribe, pág. 322).
Ya en el siglo veinte, Jericó entró en el terreno de disputa, perteneciendo al Territorio Palestino, pero siendo disputado por Israel. Como dije más arriba, es una ciudad predominantemente de creencias musulmanas, lo que la lleva a tener grandes disputas con el gobierno hebreo.
A pesar de todo esto, la ciudad nos deja varias lecciones. La primera es que la fe en Dios puede resolver cosas imposibles; y la otra, que a pesar de las circunstancias adversas que cualquiera puede enfrentar, ya sea una persona o una ciudad, puede resurgir y ser protagonista de una historia con Jesús.