Mi camino por la maternidad deseada desde hace más de una década me ha permitido experimentar cuán lejos estamos como iglesia de estar preparados para el abordaje de ciertas problemáticas. Muchas veces queremos acompañar, pero las “buenas intenciones” no suelen ser suficientes ni apropiadas.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la infertilidad es “una enfermedad del aparato reproductor definida por la imposibilidad de lograr un embarazo clínico». ¡Sí!, la infertilidad es una enfermedad. Es decir, una patología que imposibilita el convertirte en padre/ madre tiene que ver con un impedimento de salud.

No es no querer, no es no soñarlo, muchas veces es simplemente (y completamente) no poder por una enfermedad. 

De manera muy llamativa vemos que las Escrituras están cargadas de personajes emblemáticos atravesados por la infertilidad (o esterilidad). Vemos a una Sara luchando por años contra esto, vemos a una Ana padeciéndolo, vemos a Elizabeth quien también lo pasó en carne propia.

Hoy me quiero detener en Ana

Ella luchaba contra una imposibilidad de concreción del sueño de ser madre (en su época era mucho más grave el no ser mamá de lo que lo es hoy en día) y no solo tenía esa lucha sino una más difícil aún, su rival, Penina

En su misma casa debía soportar la burla, la desconsideración y el recuerdo constante de lo que ella no podría ser: una madre. 

Penina me hace pensar que muchas veces la lucha la tenemos entre “fuego amigo”.

«Como Iglesia de Cristo creo que muchas veces no podemos acompañar a quien lucha con esta enfermedad, con esta imposibilidad, porque nos cuesta en general empatizar con el dolor del otro». 

Cyntia Golluscio de Ebel

Comentarios innecesarios, formulación de hipótesis desacertadas, hacen que el dolor aumente para nosotras en el lugar donde se supone que podemos descargar y encontrar consuelo a nuestras dolencias.

Que buena práctica es el poder pensar dos veces antes de pronunciar algo que pueda lastimar, aunque no sea nuestra intención dañar a nadie. Soy una convencida de que cuanto más nos ocupemos en ser como Jesús, más nos vamos a esforzar en cuidar a nuestro prójimo.

Claramente nadie pide que seamos expertos en la materia, pero, como alguien que padeció la enfermedad y en mi rol de pastora, creo que tenemos mucho que aprender de la temática, empezando por aprender a acompañar desde la compasión e informarnos más.

«No es falta de fe, no es que no estamos preparados para ser padres, muchas veces, es que simplemente no podemos».

Cyntia Golluscio de Ebel

Creo firmemente que la Iglesia de Cristo es el mejor invento que Dios podía hacer. Es darnos una familia para toda la eternidad.

Como una familia que somos, tendremos nuestros aciertos y nuestros errores, perfectos no somos, pero lo que sí sé es que Jesús, como cabeza de la Iglesia, nos guiará a ser pura y sin manchas. Nos guía cada día a poder manifestar su persona entre nosotros; su ADN fluyendo en nuestras vidas.

Oro para que podamos ser una comunidad de acompañamiento en acción y en intercesión por aquellos que padecen enfermedades de todo tipo e incluso por los que sufren infertilidad.

Cyntia Golluscio de Ebel
Esposa, madre de dos hijos. Pastora de la Iglesia Catedral del Pueblo de Bahía Blanca. Junto a su esposo tiene un espacio para parejas que están en el camino por ser padres y aún no lo consiguen. Autora del libro llamado “Esperar sin Desesperar” donde cuentan su camino ayudando a otros en esta “no tan dulce” espera.