Vivimos en la era de la tecnología, la inmediatez y las redes sociales. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, las herramientas que ocupan nuestro tiempo diariamente son las tablets, smartphones, netbook, etc.

La tecnología llegó para quedarse y cuánto valor ha agregado a las tareas cotidianas del ser humano. Pero, también ha traído implícitos sus desafíos y peligros a los que debemos prestar atención. ¿Qué te parece si nos metemos en este laberinto y tratamos de decodificarlo? Para no caer en una distracción tan profunda que termine alejándonos del Padre y de quienes nos rodean. 

Es interesante cuando se trazan paralelos de lo que ocurre en el mundo virtual, con lo que sucede en la vida real. Y allí nos damos cuenta de que estamos más virtualizados-contaminados de lo que parece. 

Por ejemplo, Facebook. La sociedad de los muros. Gente individualista, egocéntrica, en una res social en la que solo importa lo mío y si te he visto no me acuerdo. Una sociedad descomprometida, hedonista, viviendo el mañana antes que el hoy. Exceso de muros; ausencia de puentes.

La sociedad Instagram es la humanidad enmascarada. Filtros por todos lados, gente irreal, no auténtica, gente que intenta convencerse de algo que no es, gente que muestra su mejor cara, cayendo en relaciones no genuinas. Seres humanos viciados por la aprobación o desaprobación de una mirada ajena, pero persiguiendo una constante irrealidad. Apegados a la diversión, apegados a un enfermizo deseo de mejorar la imagen.

Sin embargo, nos olvidamos de lo esencial: lo real, lo verdadero, lo que genuinamente somos. Lo que Dios nos ha hecho; como Dios nos ha diseñado, como Él en su infinita creatividad y poder nos ha pensado. 

La sociedad YouTube/Netflix. La era del todo ya. La recompensa es inmediata. La impaciencia al extremo. El deseo de satisfacción exacerbado por el contexto digitalizado. Nada de ollas. Abundan los microondas. Nada de slow food. Abundan los fast food. Todo ya, para ayer. Nada de proceso. Nada de paciencia. Nada de entender que todo tiene su tiempo. Si no me gusta lo que veo, lo adelanto o lo saco. Si me gusta, lo repito hasta el hartazgo. Una mentalidad de hedonismo en el más estricto sentido de la palabra. 

Y así podríamos estar todo el día. De principio a fin, atravesados por la tecnología. Siempre en línea, pero desconectados de Dios, de la familia y de quienes amamos. 

CONCEPTO HERRAMIENTA

Como todo en la vida, siempre el problema son los extremos. Esa profunda búsqueda del ser humano, ese deseo de encontrarse únicamente en la mirada ajena, de encontrar aprobación y aceptación en la mirada de los demás, tiene raíz en un desorden dentro de nuestra alma: la necesidad de equilibrar un desequilibrio angustiante en nuestra autoestima, la necesidad de sentirnos amados. 

Solo que en lugar de correr a la presencia de Dios, en lugar de encontrar nuestra esencia en lo que el buen Padre Celestial ya ha dado para nosotros, corremos a saciar nuestra sed en fuentes que solo nos dejan más vacíos y más confundidos. 

La tecnología no deja de ser una herramienta. Como un cuchillo, por ejemplo. Solo que hay quienes lo utilizan para cortar pan y alimentarse, y hay quienes lo utilizan para cortarse y lastimarse. Siempre en línea. Pero vacíos por dentro.  

LA VIDA ES ESO…

La vida pasa mientras nos pasamos mirando el celular. Cuando nos queremos  acordar, esos niños que daban sus primeros pasos a nuestro lado, ya están por entrar a la universidad. Cuando menos nos demos cuenta, se nos pasó el día, el mes, el año, las décadas y nosotros “siempre en línea”, pero desconectados de los valores centrales de la vida, desconectados de la voz de Dios, desconectados de nuestra esencia. Aturdidos por la ansiedad, gobernados por la inmediatez. 

En un mundo donde hay más celulares que personas, no es difícil comprender que nos estamos envolviendo en una vorágine tecnológica que nos quita lo esencial de la vida. 

Hoy te animo a que te hagas preguntas. A que te examines. A que con valentía asumas tu realidad y tomes las decisiones que tengas que tomar. 

Nada puede resultar tan atractivo, tan atrapante, tan influyente en nuestros corazones como el deseo de escuchar la voz de Dios. Tan intenso como el silencio en nuestra alma que se produce cuando estamos en su presencia. Tan estremecedor como el bramido del ciervo buscando las aguas. El Señor nos está llamando a volver a la esencia de Él. A descubrirnos en Él, a volver al lugar de donde nunca debimos haber salido, que es en Él. 

NADA DE ROMANTICISMO; DECISIONES

Simple y sencillamente, se trata de decisiones. «No tengo ganas», dijo alguien; rompe el desgano con disciplina, y pronto el deleite aparecerá. «No tengo tiempo», dijo otra; nadie tiene tiempo, el tiempo hay que hacérselo, como cuando se trata de ordenar prioridades. «Yo lo hago pero no siento a Dios», dijo alguien más. No se trata de sentir, se trata de estar. Persevera, el Señor está oyendo tus oraciones, aunque no sientas nada. Y ese Dios que te ve en lo privado, pronto te recompensará en público. 

Se romperá el ídolo de la tecnología, y lograremos conectarnos verdaderamente con nuestro Buen Padre Celestial, cuando con valentía rompamos las excusas. No estás enfriado, estas desconectado. Vuelve a conectarte con la voz de Dios, y ríos de agua viva fluirán de adentro hacia fuera para bendición de quienes te rodean.