Sin dudas el año 2020 vino a reformar y replantear muchas áreas de nuestra vida cotidiana, incluida la manera de aprender.
Mucho de lo que era conocido hasta ese momento sufrió alteraciones definitivas, y tuvimos que adaptarnos a nuevas formas de hacer las cosas. Entre ellas la modalidad escolar. Los chicos dejaron de ir presencialmente a sus escuelas y debieron adaptarse a tomar clases desde casa, vía Zoom. Así expresado y contado parece algo simple, incluso relajante y hasta algo positivo. Pero en muchos casos no fue así, ni para los alumnos, ni para los docentes, ni para sus padres, quienes pasaron a tener varios roles en uno.
Se vivieron y aún se viven momentos difíciles, de reacomodo y adaptación urgente en tiempo real. En donde los padres debieron tomar, sin aviso previo y sin una formación debida, un rol protagónico en el proceso de aprendizajes “escolares” en casa, siendo padres, niñeros, maestros y demás. Esto ha sido muy desafiante y en algunos casos sumamente desgastante tanto para los chicos como para los adultos.
Tolerancia a los cambios
Desde una mirada psicológica y emocional, ¿qué impacto tuvo y tiene este tiempo de cambios, aislamiento y adaptación en los niños? Todo dependerá de la capacidad que tenga cada individuo para adaptarse a los cambios. En especial si observamos el proceso en los niños.
Algunos menores desarrollan muy poca tolerancia a las cosas que no salen como ellos quieren y esperan. Es normal. Y esto se manifiesta con arranques de furia, ira, llanto, enojos incontrolables. Es muy usual en la conducta infantil no querer comprender los nuevos escenarios. Se requiere un esfuerzo extra para asimilarlos y adaptarse.
Un papel fundamental cumplen los adultos responsables, ya sean los padres, o bien el entorno familiar: tíos, abuelos, otros parientes y por supuesto los docentes. ¿En qué modo es fundamental su rol? Además de ayudarlos con las tareas, la organización y la parte operativa, cumplen un papel importantísimo en ayudar a que los niños desarrollen tolerancia a la frustración. ¿Cómo? Enseñándoles que frustrarse no está mal. No es algo negativo.
La vida está llena de momentos difíciles, momentos inmanejables y situaciones inesperadas. Pero lo importante está en aprender a superar la frustración que nos produce lo que nos cuesta asimilar y por lo tanto adaptarnos.
Adultos responsables
Muchas veces los adultos ni siquiera podemos manejar lo que nos produce frustración a nosotros mismos, sin notar que estamos siendo observados las 24 horas por los niños que tenemos a nuestro cuidado y ellos están copiando nuestra conducta. Es importante hablar con palabras, pero aún más importante es comunicarnos mediante los hechos.
En este tiempo las consultas al respecto se han triplicado. Y es obvio que enfrentar estos momentos no es nada sencillo y a veces sentimos que es demasiado pesado y no sabemos cómo resolverlo.
Por supuesto, es bueno consultar con un profesional, el cual no sólo guiará hacia una visión más completa sobre lo que ocurre, sino que podrá aconsejar a encontrar alternativas de tolerancia a los escenarios complejos y de cambio, y caminos de adaptabilidad, tanto para los desafíos que enfrentan los menores en casa, como los conflictos que esta situación genera en los padres.
Como adultos somos responsables de la salud emocional de nuestros niños. Hay conductas en ellos que son las esperables y otras que requieren de atención. Por eso un primer paso como adultos es estar atentos, observar el juego de nuestros hijos, sus momentos de interacción con sus hermanitos, vecinos o amigos.
“Si sus arranques de ira no se logran contener como antes, si el llanto es desmedido o si se encuentra en una actitud apática. No hay que desestimarlo”.
Tomarnos el tiempo como padres, abuelos, tíos, docentes, etc., para poder hablar con ellos, generar un ámbito de confianza en donde los niños puedan expresar lo que les pasa, sus miedos, e incluso incertidumbres, será la base en este acompañamiento.
En la escuela los chicos no solo aprenden, sino que interactúan con otros pares, algo fundamental en la vida y desarrollo psíquico y emocional de las personas. No hay proceso de aprendizaje sin socialización.
Ese proceso inicia en la familia, institución primaria e irremplazable en la tarea de educar y enseñar valores. Y naturalmente continúa en la escuela. Pero para que todo este proceso fluya en armonía y cumpla todas sus metas es fundamental construir al interior del seno familiar vínculos y relaciones sanas, diálogo abierto y conductas ejemplares. Ese es el camino. La Biblia y la iglesia son indispensables para su logro. Y aun así parece muy difícil, por lo tanto, es muy saludable pedir ayuda profesional.