“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”, Salmo 127:1

Si queremos que el matrimonio sea un oasis de paz debemos edificarlo conforme al plano establecido por su Creador. Tendrás “…éxito al seguir sus instrucciones en la edificación…”, 1º Crónicas 22:11 (NTV). “… La casa resiste… porque está fundada… sobre la roca”, Lucas 6:48 (NT-BAD). Y “la roca es Cristo”, 1ª Corintios 10:4. Para que un matrimonio tenga éxito hace falta más que amor, ¡hace falta Dios! En otras palabras, los contrayentes deben ser personas nacidas de nuevo y temerosas de Dios, no solo al momento del casamiento sino a lo largo de toda la relación. 

Y, ¿qué pueden hacer aquellos que se casaron en yugo desigual? Ganar a sus cónyuges para Cristo. ¿Cómo? A) Intercede por la salvación de tu familia. B) Apela al buen testimonio: “… El comportamiento de ustedes podrá convencerlos, pues verán que ustedes… honran a Dios, 1ª Pedro 3:1-2 (TLA). No se trata de hacer ‘concesiones’ en la fe para mantener ‘la paz en el matrimonio’. Moisés lo hizo y casi le costó la vida, Éxodo 4:24-26. ¡Cuando existen conflictos entre la voluntad del cónyuge y la de Dios hay que obedecer a Dios!, Hechos 5:29. 

¿Cuáles son los pilares de un matrimonio bendecido?

“La Sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas”, Proverbios 9:1 (RV 95). Para la edificación necesitamos un cimiento, los pilares y un techo o cobertura. 

El cimiento es Cristo. No basta con ser ‘cristianos’ sino que debemos vivir para honrar al Señor a cada paso.

Las siete columnas o principios espirituales son: 1) La ley de la prioridad: ¡el secreto de un matrimonio con futuro es la dependencia de los cónyuges de Dios! 2) La ley de la pureza: ¡los esposos deben ser santos! 3) La ley del perdón: ¡sin perdón la relación muere! 4) La ley del compañerismo: ¡los matrimonios que duran son aquellos que se componen por dos grandes amigos que luchan por la relación! 5) La ley del amor: ¡nunca encima de ti, nunca debajo de ti, siempre a tu lado! 6) La ley de la libertad: ¡libres de las herencias generacionales de maldad! 7) La ley de los detalles; ¡el buen matrimonio se nutre de las cosas pequeñas! 

A esta altura debemos reconocer que un cimiento y siete columnas no constituyen un edificio. Necesitamos un techo. ¿Y cuál es el techo o cobertura que necesita un matrimonio para estar totalmente protegido? ¡La obediencia! “El que obedece a Dios ya tiene un poderoso protector para él y para sus hijos, Proverbios 14:26 (TLA). “… El que obedece vivirá… seguro… sin temer ninguna desgracia”, Proverbios 1:33 (PDT)

. ¡La obediencia protege a la familia, le da gloria a Dios y constituye una forma efectiva de evangelizar! ¿Te acuerdas de Obed-edom? Todo el mundo quería el Dios de Obed-edom, 2º Samuel 6:12.

La bendición que llega como consecuencia de la obediencia hace que el nombre de Dios sea honrado entre los que no creen.

En cambio, nuestra desobediencia echa por tierra el buen testimonio del Señor: Por culpa de ustedes el nombre de Dios es denigrado entre las naciones, Romanos 2:24 (BLPH). Si tú y tu cónyuge respetan a Dios, el hogar de ambos hogar se convertirá pronto en el lugar de Su Presencia. “El Señor… anda por tu campamento para protegerte… Por eso tu campamento debe ser un lugar santo; si el Señor ve algo indecente, se apartará de ti, Deuteronomio 23:14 (BAD). Al pecar el matrimonio queda desprotegido y pronto la desgracia le cae como un rayo. ¿Y quién quiere el ‘dios’ de un matrimonio desgraciado? 

La bendición para tu familia no puede llegar de ninguna otra parte que no sea del cielo y de ninguna otra manera que no sea a través de la obediencia: “¡Dios bendice a todos los que lo obedecen…!”, Salmo 128:1-2 (TLA). Si… obedecen… recibirán siempre… bendiciones. Dios los bendecirá dondequiera que vivan… Dios bendecirá a sus hijos, y a sus cosechas y ganados. Dios los bendecirá en sus hogares… y en todo lo que hagan…”, Deuteronomio 28:1-12 (TLA). “Si… obedecen a Dios, serán bendecidos con prosperidad por el resto de su vida. Todos sus años serán agradables”, Job 36:11 (NTV)

Ahora bien, ¿por qué no obedecemos? ¡Porque no amamos a Dios! ¿Y por qué no lo amamos? ¡Porque no lo conocemos! Y no lo conocemos porque no pasamos tiempo con Él. La bendición es fruto de la obediencia, y ésta es la consecuencia del amor que nace de la comunión con Dios. ¡La bendición nace en el lugar secreto! ¿Lo ves? Terminamos esta reflexión bíblica de la misma manera que la comenzamos: poniendo a Dios en primer lugar. ¡Lo que comienza con Dios termina con Dios! El secreto de un matrimonio feliz y duradero es la dimensión espiritual del vínculo. 

Cuéntanos acerca de tu matrimonio. ¿Es Cristo el fundamento y el centro de la relación? Si así no fuera, todavía existe esperanza. Pecar es malo, pero peor es no arrepentirse. Es malo tener el techo roto, pero peor es no arreglarlo. El Señor espera que los esposos reparen el boquete abierto en la relación: “Busqué a alguien que pudiera reconstruir la muralla… pero no encontré a nadie, Ezequiel 22:30 (NTV). Vuélvete una persona santa y obediente y le estarás dando a Dios razones suficientes para que proteja tu hogar. 

Di: “Señor, he oído mucho acerca de este tema, pero nunca he entendido cabalmente el poder que se desata. Hoy me vuelvo a ti de todo mi corazón. Quiero ser santo y obediente. Te pido que me ayudes. Construye un vallado alrededor de mi familia. Ayúdame a vivir apartado del mal para gozar de tu protección, en el nombre de Cristo Jesús. Amén”. 

Ponemos a disposición de toda persona soltera, casada, viuda o divorciada el curso gratuito: “Los siete pilares para un matrimonio bendecido”. Ingresá y participá con nosotros:

¿Puede Dios elegir nuestra pareja? ¿Y por qué no? Es cierto que somos libres para escoger, pero ¿no crees que Dios puede ayudarnos en una decisión tan importante? Si quieres tener un matrimonio feliz deja que Dios sea parte de él. La persona que Dios tiene para ti es mil veces mejor que la que tú tienes en tus propios sueños. ¡Pregúntale a Dios y no te equivocarás en la elección! Arrodíllate y ora. Son mejores las marcas en las rodillas que las del corazón. 

Tres recomendaciones finales:

  1. Encuentra tu pareja y cásate con ella. Juntados no; casados sí. Honorable es… el matrimonio…”, Hebreos 13:4 (RV1862). El pacto matrimonial brinda cobertura espiritual a los esposos y a los hijos. ¡Blinda a la familia de los ataques satánicos! ¡El matrimonio es mucho más que un simple papel! 
  2. No convivan antes de casarse. La sexualidad está reservada para el matrimonio, Génesis 2:24. Si no esperas el tiempo de Dios para iniciar tu vida sexual lo echarás todo a perder porque el pecado sexual es adoración al diablo: ¡te aleja de Dios y te conecta con el infierno! No te metas en la cama a no ser que te acuestes solo. ¡No celebres debajo de las sábanas hasta el día en que estés casado!
  3. No aceptes la idea del divorcio. “¡Yo odio el divorcio!…”, Malaquías 2:16 (NTV). El divorcio crea más problemas de los que resuelve. Jesús dijo: “Moisés permitió el divorcio… ante la dureza del corazón…, pero no fue la intención original de Dios, Mateo 19:8 (NTV). Dios no quiere que tu matrimonio sufra y terminen antes de tiempo. Al contrario, espera que vivan felices por lo tanto comienza con el final en mente.

Nunca aceptes el pensamiento de que es posible una salida rápida si la relación se complica. En lugar de pensar en el divorcio dedícate a conquistar a tu cónyuge todos los días. ¡No eches por la borda los votos matrimoniales! Y tampoco coquetees con la posibilidad de la infidelidad. Alguien preguntó: “¿cómo se las arreglan para estar juntos después de tantos años?”. La anciana contestó: “es que nacimos en una época en que si algo se rompía se lo arreglaba”. Hoy, en cambio, se lo tira y se ‘compra’ uno nuevo. ¡No sigas el modelo que el mundo te ofrece! Si tu matrimonio está roto: ¡arréglalo!

Tu desafío será ¡encontrar el amor verdadero, todos los días y en la misma persona! Recuerda que ¡la verdadera felicidad no se logra evadiendo los mandamientos de Dios sino respetándolos!