Una de las grandes tentaciones de muchos de nosotros fue tomar una parte de la vida cristiana y desechar el resto. Agarrar algunos versículos de la Biblia y tirar por la borda los que no encajaban muy bien con nuestras ideas preestablecidas.

Alguno que se formó en las ciencias sociales me dirá que es imposible acercarse a la Biblia sin ideas preestablecidas, y siguiendo la lógica de este mundo, debería darle la razón. Pero, esto lo único que provocará en nuestras vidas es vernos limitados. Los que siguen este pensamiento no se dan cuenta del poder sobrenatural que se desata cuando nos rendimos a la voluntad del Padre.

La renuncia de todo individuo que rinde su vida a Jesús tiene el poder de deshacer las ideas pasajeras que ofrece este mundo. Esta es la única manera de interpretar Romanos 12:2 (NVI). Somos transformados porque nuestra mente es renovada al rechazar lo que el sistema de este mundo nos ofrece. Esto mismo nos da acceso a la “voluntad de Dios”, que es “buena, agradable y perfecta”.

Necesitamos despojarnos de todo lo que pensamos y de todo lo que creemos para acercarnos a Jesús a conocerlo. Él siempre rompe todos nuestros esquemas, permitiéndonos ver más allá de nuestras ideas. Los conservadores aman encerrar a Jesús en una caja de zapatos. Los liberales hacen del Señor un hippie, y un revolucionario del amor a quien poco le importa la santidad. Pero la verdad es que ni unos, ni otros lo representan. 

“Todo aquel que busque entender a Jesucristo mediante una ideología está condenado a ver la imagen a medias”.

En su tiempo, todos querían saber para dónde pateaba Jesús. Algunos decían que era un profeta, como los de antes. Otros, que era el Mesías, pero en una versión de sacerdote-guerrero que libraría a Israel del yugo romano. Pero Jesús nunca buscó estar en los moldes en los que querían meterlo, sino que guio sus pasos por la voluntad del Padre.

Cuando nuestras ideas humanas se meten con el Evangelio, lo convierten en religión. ¿De qué sirve adaptar verdades eternas a planteos temporales, cuando podemos vivir una realidad superior? Pretender esto es despreciar lo verdadero por lo falso. Por eso, necesitamos huir de toda forma de evangelio incompleto.

Con todo este planteo no supongo que los seres humanos seamos perfectos para acercarnos al Padre. Dios es tan misericordioso que hace lo que quiere, con quien quiere. Pero, lo cierto es que el orgullo nos ha privado en muchas oportunidades de vivir el Evangelio completo. Solemos encasillarnos en un formato, tomando algunos pasajes de base, y desechamos el resto. O en palabras de Jesús, diezmamos de “la menta, el anís y el comino”, pero descuidamos “los asuntos más importantes” de lo que nos fue enseñado. Cuando deberíamos “haber practicado esto sin descuidar aquello(Mateo 23:23 NVI).

Nos encanta el Jesús que abraza con amor a recaudadores de impuestos y prostitutas, pero preferimos obviar su corazón discipulador que lo llevó a emitir un “vete y no peques más(Juan 8:11 NTV), o que cada tanto era sacado de quicio por sus propios discípulos, al punto de decir: “¡Gente corrupta y sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? (Mateo 17:17 NTV). 

Quedamos asombrados al leer los milagros que hizo Jesús, pero argumentamos que los dones cesaron, o corresponden a unos pocos iluminados, cuando sobran palabras del Señor que dicen lo contrario (Juan 14:12; Marcos 16:18; Mateo 10:8). Y de esta manera, podríamos seguir dando ejemplos interminables.

“Él es el estándar para la vida cristiana, y para contemplarlo en su plenitud necesitamos humillar nuestra mente sabelotodo”.

El orgullo nos impide ver nuestras limitaciones. Si tan solo pudiéramos ver a Jesús como nuestro modelo para vivir el Evangelio, nos daríamos cuenta de cuán incompletos estamos en nuestra experiencia actual. Hasta que no abracemos esta verdadera humildad, para mirar a Jesús sin el filtro de nuestro entendimiento y de nuestras experiencias pasadas, jamás experimentaremos lo nuevo que tiene el Espíritu para revelarnos.

Lo más particular es que “lo nuevo” no es más que una revelación que siempre estuvo ahí esperando por nosotros. Porque el Espíritu nos revela más a Cristo, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento(Colosenses 2:3 NVI). Cuando tenemos el humilde deseo de vivir el Evangelio completo, vamos a vivir hambrientos por lo que Él tiene para revelarnos hoy, y aún nuestro corazón tendrá la altura para aprender de la experiencia de otras personas y de otras comunidades de fe.

El mundo no necesita una religión más, cargada de conocimiento humano. Necesitamos ser una iglesia que viva el Evangelio completo, para revelar la belleza de Cristo a una humanidad que camina al abismo sin esperanza.