NO ESTOY ENCONTRA
Antes de ahondar en este tema, veo necesario hacer algunas aclaraciones: en primer lugar, he visto al Espíritu Santo manifestarse de maneras que no puedo explicar racionalmente. Creo firmemente que Dios tiene el poder para sanar, transformar, liberar y mucho más. Por lo tanto, no estoy en contra de las señales y prodigios, entiendo que estas acompañan a los que creen y forman parte importante en la vida del cristiano y la iglesia.
Por otro lado, esto no es una crítica o ataque a otros ministerios, esto es una autocrítica, ya que, como pastor estuve corriendo detrás de los objetivos erróneos. Lo que comparto en estas líneas es parte del proceso de Dios con mi vida y entendimiento.
Vivimos en un país, incluso en un continente, en el que en su mayoría se goza de mucha libertad para expresar la fe. A diferencia de muchos territorios del mundo donde hay una persecución sin precedentes, aquí tenemos ministerios y denominaciones para todos los gustos. Claramente las expresiones de la iglesia son muy variadas. Sin embargo, tanta libertad a veces se vuelve contraproducente.
Por gracia de Dios estoy en una provincia que tiene un porcentaje muy alto de cristianos evangélicos, incluso me atrevo a decir que tenemos una de las provincias más “evangelizadas” del país. Y lo pongo entre comillas porque, aunque parece esperanzador leer ciertas estadísticas, cuando entramos en la profundidad de esas cifras nos encontramos con una triste realidad: cristianos que migran de templo en templo buscando “algo más”, una nueva experiencia, más presencia de Dios o incluso un espacio que se amolde mejor a sus necesidades hasta que ya no cubra sus expectativas y se comience una nueva búsqueda.
EVANGELIO GRAN OFERTA
Este fenómeno lo denomino “evangelio Gran Oferta”. En los pocos años que tengo de pastorado, me esforcé mucho para presentar un evangelio de éstas características: un evangelio a la altura de las demandas de las personas. Hay tantas opciones que, si se presenta un mensaje poco atractivo o que destierra al “Yo” del primer lugar, automáticamente se entra en un declive. Y ese era mi miedo: que la iglesia no crezca.
Inconscientemente, tenemos la tendencia a darle más valor a un lugar que reúne un mayor número de personas o que tiene mucho movimiento. Pongamos un ejemplo práctico: hay dos recitales en una misma ciudad, con la diferencia que uno tiene miles de personas, y el otro apenas unas 150 personas ¿Cuál de los dos consideraríamos un recital exitoso? Lógicamente el primero. Somos resultadistas, los números en el sistema que vivimos si importan. Ahora bien, ¿podríamos aplicar el mismo criterio con la iglesia? ¿La cantidad es un parámetro para medir el crecimiento?
Si hablamos de ministerios que mueven masas, el de Jesús es el más notable. En solo tres años logró que miles de judíos y gentiles, gente de muchas ciudades y contextos socio-económicos, se amontonen para ver como hacia milagros y daba de comer. Claramente eso es atractivo. Pero cuando su ministerio terrenal llegó a su fin y el broche de oro fue la cruz, las multitudes se redujeron a un puñado de fieles. Esto me lleva a pensar que, lo que parecía un rotundo fracaso ministerial por los pocos que quedaron, se terminó convirtiendo en una explosiva expansión que al día de la fecha sigue afectando corazones en todos los continentes.
Ningún testimonio de vida, milagro recibido, o manifestación sobrenatural que hayamos podido experimentar se podría comparar jamás al mayor testimonio que es Cristo en nosotros
MATÍAS HAURICH
Cristo convierte los fracasos rotundos aparentes en resultados que lo glorifican. Y esto sucedió porque ese puñado de discípulos eran más que simples seguidores buscando panes y peces, eran hombres y mujeres que lo buscaban y amaban a Él, por encima de lo que podría ofrecerles. Personas simples que habían tomado la decisión que define al éxito ministerial: morir para vivir, es decir, gente que vivía en Cristo y que portaba Su carácter.
Esto me lleva a reflexionar que unos pocos discípulos se pueden transformar en una explosión que arrasa generaciones. Sin embargo, miles corriendo detrás de Jesús solo por la oferta y líderes con el anhelo de llenar auditorios terminan en una implosión, es decir, tarde o temprano se derrumban hacia adentro y se desvanecen. En el mejor de los casos, perduran en “éxito” sin preguntarse si esa palabra tiene el mismo significado para Dios.
EL VERDADERO ENFOQUE
Es importante utilizar estrategias innovadoras para que el evangelio sea compartido. Seamos sinceros, nuestros cinco sentidos son los primeros en abrir puertas a un mensaje que más tarde puede transformarse en un fundamento. Sin embargo, el problema es cuando solo nos quedamos en ese evangelio sensorial que atrae multitudes, cargado de experiencias pero vacío de bases. La esencia del evangelio real nos lleva al entendimiento que Cristo no vino a resolver un problema terrenal, sino un problema de eternidad. Claro está que Dios tiene poder para sanar enfermos, no caben dudas, pero quienes son sanos vuelven a enfermarse tarde o temprano. El meollo de la cuestión no está en lo que Jesús puede ofrecernos para aliviar este viaje temporal, sino en el rescate eterno de las garras de la naturaleza adámica en la cual estábamos sumergidos. Este debe ser el enfoque de la iglesia.
Ningún testimonio de vida, milagro recibido, o manifestación sobrenatural que hayamos podido experimentar se podría comparar jamás al mayor testimonio que es Cristo en nosotros, por medio de la muerte a la vieja vida. Este mensaje rompe todo ego, todo humanismo y por supuesto se convierte en algo que nuestro ser repudia, no es atractivo, pero es el fundamento de nuestra fe.
CONCLUSIONES FINALES
Querido lector, las multitudes buscan soluciones temporales con ofertas atractivas. Si las ofrecemos, cualquier templo quedará pequeño y tendremos un crecimiento rápido. Seremos exitosos frente a los hombres, seremos vistos. No obstante, estaremos aislando a miles de la oportunidad de resolver un asunto de eternidad en Cristo. Pero si vivimos la verdad, caminamos en la verdad y Cristo es compartido y expresado en nosotros, aniquilando toda naturaleza de la carne, quizás tendremos unos pocos en frente, pero habitará en nosotros la certeza de que nuestras vidas serán instrumentos en manos del Espíritu Santo para formar discípulos dispuestos a entregarlo todo, incluso sus vidas terrenales, porque ya murieron a su “Yo” hace mucho tiempo atrás.
«El meollo de la cuestión no está en lo que Jesús puede ofrecernos para aliviar este viaje temporal, sino en el rescate eterno de las garras de la naturaleza adámica en la cual estábamos sumergidos»
MATIAS HAURICH
No quiero decir que multitudes es sinónimo de error o evangelio desviado. Deseo expresar que, aun si son miles o unos pocos, no permitamos que nuestra motivación sea presentar un evangelio atractivo con grandes ofertas que atraiga simples seguidores. Expresemos a Cristo, caminemos en esa verdad para levantar discípulos inconmovibles que serán testigos de Él en todas las naciones.