Muchas veces pienso que es no digo imposible pero muy difícil poder hacer el bien sin mancharse las manos, sin mancharnos las manos. Para poder abordar la realidad es necesario escucharla y para esto tenemos que estar cerca, porque de lejos no se oye.

En el pasaje de la Biblia de Lucas 5:12-16, Jesús andaba en su lugar predilecto, las calles, y se presentó delante de él un hombre cubierto de lepra. Para aquella época, esta era una enfermedad dramática, incurable, relacionada fuertemente con el pecado y la maldición. La lepra era una condena de por vida, y curarla era tan difícil como resucitar a un muerto. Como tantas enfermedades, infecciones, pecados y dolores que hoy en día afectan a nuestra sociedad.

Los gritos desesperados del adolorido hombre captaron la atención de nuestro Señor Jesús. El enfermo le pidió piedad y Jesús no solo que lo oyó, sino que lo tocó sin temor a contagiarse. Él podría haber solo gritado u ordenado a la distancia con fe a la lepra que soltara a ese hombre, pero se tomó el tiempo de acercarse y tocarlo. Ese toque de amor, de compasión y empatía, en primer lugar sanó el corazón y luego quitó la enfermedad, lo sanó por completo.  

Carly Annacondia, trabajando en +Vida Quilmes.

La importancia de acercarnos

No se puede quitar el hambre sin extender la mano, no se puede quitar el frío sin abrazar, no se puede construir la paz sin estar cerca y no se puede hacer comunidad estando lejos.

Jesús nos enseña en tiempos de dolor y difíciles como este, el valor fundamental de la cercanía. 

Jesús podría haber dicho: “¡Sánate!”, pero no lo hizo, sino que se acercó y lo tocó. Es más, en el momento en que Él tocó al impuro se convirtió en impuro. Esto sucede desde de la óptica religiosa, pero lejos no podía estar para sanarlo. Para bendecirlo y para hacerle el bien debía “enchastrarse”. 

Este es el ministerio de Jesús, tomar consigo nuestras suciedades, nuestras cosas impuras y rehacerlo, dándonos una oportunidad nueva. Y Pablo lo explica bien: “Siendo igual a Dios, no estimó esta divinidad un bien irrenunciable, se aniquiló a sí mismo. Jesús se hace pecado. Jesús se excluye, ha tomado consigo la impureza por acercarse a nosotros”.

Este es el desafío como cristianos que el Señor nos deja, para no solamente hablar del amor que nos dio con su espíritu, sino también para que lo demostremos con nuestros hechos y actitudes a los que nos rodean. Usar su ejemplo es lo que Él anhela que hagamos, que es estar cerca, que nos manchemos como Él lo hizo y lo sigue haciendo. 

Después va más allá, le dice: “Ve donde los sacerdotes y haz lo que se debe hacer cuando un leproso es sanado”. Al que era excluido de la vida social, Jesús lo incluye, lo incluye en la iglesia, lo incluye en la sociedad… “Ve para que todas las cosas sean como deben ser”. Jesús no margina nunca a nadie. En cambio, Él se margina a sí mismo, para incluir a los marginados, para incluirnos a vos, a mí, para incluir a todos los pecadores del mundo que son excluidos con su vida.

Él se acercó, necesitamos como iglesia salir del lugar de la evasión y la indolencia para practicar la verdadera religión, que es estar cerca del necesitado y del excluido.

Empresario. Desde su juventud, está abocado a trabajar en el negocio familiar. Hace más de cinco años que se dedican a la ayuda social junto a su familia. Actualmente es director del Centro de Asistencia Social Más Vida Quilmes, junto con su esposa Analía Capaldo y sus dos hijas, Juliana y Catalina Annacondia.