Sin lugar a dudas, los días en los que vivimos son desafiantes, son diferentes. La mayoría de nosotros no hemos sido enseñados a vivir en un contexto de pandemia global. Es un escenario donde nada está asegurado, donde el cambio es la norma, donde la sensación de vulnerabilidad es constante.
Todos estos acontecimientos afectan la vida de muchos, trabajos que se perdieron, carreras que se truncaron o postergaron, relaciones que se acabaron. Ante este panorama surge la pregunta ¿cómo mantenemos la esperanza frente a tanta incertidumbre, frente a tantos desafíos, aun frente a tantas postergaciones?
La respuesta la hallaremos considerando lo que escribió el apóstol Pablo en la carta a los Romanos 5:3-5 “y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.
Preparación para algo mejor
Los tiempos de tribulación no son fáciles, ni deseados por nadie; sin embargo, sirven para producir cosas buenas como la paciencia. La paciencia entendida como la capacidad de soportar la espera en forma activa, no de manera pasiva como comúnmente se cree. La actitud adecuada no es sólo esperar, sino saber que hay algo que Dios está formando en mi interior a través de esa espera.
Existe una medida de paciencia que debe formarse en cada uno de nosotros.
Esta paciencia, dice el apóstol Pablo, genera prueba. Todo lo aprendido debe ser sometido a prueba, así es en la escuela de la vida; para alcanzar madurez, es necesario ser probado. Todos sabemos que estos son tiempos de prueba, no hay duda de eso.
La buena noticia es que esta prueba produce esperanza, y como lo dice tan enfáticamente el apóstol Pablo, “y la esperanza no avergüenza”.
Mantener el foco en Cristo
¿Cómo mantenemos firme la esperanza? ¿Cómo no perder el enfoque? ¿Cómo no deprimirse o no estar ansioso ante los cambios involuntarios que están sucediendo en toda la tierra?
Sabiendo dónde está nuestra mirada, dónde está nuestra esperanza. Esa esperanza está en Cristo, más exactamente “Cristo en nosotros esperanza de gloria”. La esperanza que nosotros tenemos no es en un futuro mejor, sino es en ver a Cristo manifestado en nuestra generación, ver a Cristo siendo real y eso es posible a través de un proceso en el cual debemos permitir que Él trabaje. Cristo se forma a través de la paciencia, de la prueba, de esa esperanza que no avergüenza.
Si consideramos todas estas cosas que son generadas a través de la tribulación, llegaremos a entender Efesios 1:18 que dice: “…para que sepan la esperanza, a la que han sido llamados”. Aquí la palabra esperanza se traduce como expectativa. Sería “…para que sepan la expectativa a la que Dios los ha llamado”.
¿Conocemos verdaderamente qué es lo que Dios espera de nosotros? Podemos aprovechar este tiempo de pandemia como una oportunidad para descubrir si nuestra esperanza, o nuestra expectativa, están puestas en lo que nosotros queremos o en lo que Dios quiere.
El desafío es que, en estos momentos de tribulación, no pierdas la esperanza, pero no la tuya, sino la de Aquel que te llamó, la expectativa que Dios tiene acerca de tu vida. Nosotros no esperamos algo de un gobierno terrenal, o de una universidad, o de una institución, cualquiera sea su nombre.
Nosotros esperamos ser fieles a lo que Dios espera de nosotros.
Te animo, te desafío a que no pierdas esa esperanza, porque “Aquel que empezó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Tu amigo, tu compañero, tu servidor en esta tarea. Yonathan Lara.