Cuando era niña asistía a una iglesia liderada por pastores misioneros que habían realizado su entrenamiento en Juventud con Una Misión (Jucum). Escuchar sus experiencias de fe y pasión por servir a Jesús fue generando en mí la inquietud de desarrollar ese nivel de profundidad en mi relación con Dios.

Hace 9 años, mientras me preparaba para rendir el examen de ingreso a la carrera de Medicina, una misionera vino a visitarme y en medio de la charla me compartió el testimonio de un viaje corto en el que había estado en medio de la comunidad wichi y donde vio la gran necesidad que atravesaban las mujeres y los niños.

El breve relato de su experiencia marcó mi vida y fue el punto determinante para que en octubre del 2013 decidiera realizar mi Escuela de Discipulado y Entrenamiento Misionero en una sede de Jucum. Lo hice en mi provincia, ya que en ese momento no estaba dispuesta a trasladarme ni a renunciar a mi aspiración de ser estudiante de Medicina.

Fue durante la capacitación misionera cuando tuve la oportunidad de visitar por primera vez la comunidad wichi del Impenetrable Chaco Salteño y que Dios me habló de renunciar a mi examen de ingreso a la Facultad de Medicina, confiando en que en un futuro esa aspiración personal resucitaría en algo mayor que me permitiera abrazar primeramente sus sueños.

Al finalizar mi entrenamiento, tomé un año para servir a tiempo completo en la misión y, en ese proceso de crecer en mi relación con Dios y redescubrir los dones y talentos que Él había depositado en mí, tuve la convicción de retomar la universidad, pero ya no en la carrera de Medicina sino en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Académicamente no había conexión en el cambio que estaba realizando, pero no había duda en mi corazón de que estaba respondiendo al llamado de Dios a través de esa decisión radical.

Como Juventud Con Una Misión en Salta hemos venido movilizando equipos de voluntarios para ofrecer ayuda integral a las familias wichi, como servicios de atención primaria de la salud, odontología y psicología, además de servicio de belleza, peluquería, carpintería y electricidad. Otras tareas abarcaron el trabajo de prevención del abuso sexual, junto a otras actividades educativas para niños, jóvenes, mujeres y la comunidad en general.

Este antecedente, sumado al contexto histórico que nos tocó vivir en el 2018 donde se debatía en Argentina la legalización del aborto con el falso argumento de favorecer a las mujeres pobres, fueron la plataforma sobre la que Dios me desafió a extender mi compromiso con las mujeres wichi, para levantar sus voces en defensa de la vida. Fue así que, como parte de mi tesis de grado, inicié un proyecto de investigación que titulé “La comunicación entre los sentidos de la maternidad wichi y el Sistema de Salud Pública”, planteando como objetivo la elaboración de un protocolo que contemple tales sentidos en el cuidado de la salud materna de las mujeres wichi.

Para la maternidad wichi el acceso al sistema de salud pública aún es un recorrido lleno de obstáculos culturales a los que las mujeres de esta comunidad se enfrentan, o en última instancia lo evaden, porque están dispuestas a cuidar y defender la vida de su hijo. La ley del aborto, lejos de ser una herramienta para garantizar el acceso efectivo a la salud de las mujeres pobres en cada rincón del país, niega su realidad.

Muchas mujeres wichi han muerto dando a luz a sus hijos debido a la precariedad de los cuidados prenatales. Las embarazadas deben ser derivadas, en pleno trabajo de parto, a hospitales que quedan a cientos de kilómetros (muchas veces por sus propios medios), arriesgando su vida y la vida de su hijo, al no contar con los insumos y el personal médico necesario en los parajes.

Por otro lado, las mujeres enfrentan también otras situaciones de dificultad propias de la ausencia de las instituciones: no cuentan con soluciones reales para prevenir y combatir el abuso sexual, ni para disminuir la tasa de mortalidad infantil y mortalidad materna, que en la mayoría de los casos se debe al nivel de extrema pobreza. Todo esto empeora al verse obligadas a comunicarse en otro idioma que no es su lengua materna y al sufrir el destrato por ser mujer originaria.

El proyecto académico concluyó a principios de septiembre, y junto a mi compañera de investigación, estamos a la espera de que la facultad confirme una fecha para la defensa de la tesis; sin embargo, Dios ya ha comenzado a abrir caminos para visibilizar esta tarea y encontrar soluciones junto a actores claves, como es el encuentro logrado con el director de Atención Primaria de la Salud de la Provincia de Salta y legisladores provinciales.

Por otro lado, la Sociedad de Medicina General de Tucumán nos invitó a ser parte del Conversatorio Internacional «El arte de partear. Cuerpo de mujer. Sabiduría femenina», donde compartimos junto a la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y del Nacimiento, sobre algunas aproximaciones para elaborar un protocolo de atención intercultural de la maternidad wichi.

Así también, desde la Presidencia de la Federación Argentina de Medicina General, se comprometieron a darle mayor visibilidad a los resultados obtenidos para lograr respuestas concretas de las autoridades con competencia para aportar soluciones.

Entendemos que las mujeres wichi de nuestra provincia necesitan soluciones reales en el cuidado y acompañamiento de la maternidad, en las que se valore la vida del bebé y de la madre, con respeto por su realidad cultural.

Actualmente estamos programando, junto a equipos de voluntarios, las fechas para una próxima visita a las comunidades wichi del Chaco Salteño y así seguir extendiendo las buenas nuevas de salvación de una manera integral a las familias. Paso a paso Dios continúa resucitando aspiraciones del pasado, combinando las ciencias de la comunicación y la medicina, como solo Él lo sabe hacer. Lo más importante, afirmando este sueño que nació en su corazón para los pueblos originarios.

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Cintia Gisela Murillo, tiene 28 años, nació en Salta Capital, es estudiante de Comunicación Social próxima a recibirse, también es misionera de Jucum, con un llamado al servicio apasionado hacia las comunidades originarias.

Juventud Con Una Misión es una comunidad misionera de cristianos provenientes de diferentes trasfondos, culturas y tradiciones cristianas, dedicados a servir a Jesús alrededor del mundo. Servimos principalmente de tres maneras: a través del entrenamiento, la proclamación del Evangelio y al preocuparnos por aquellos en necesidad. Actualmente trabajamos en más de 1,200 lugares en alrededor de 180 países.