Todo es lícito, pero no todo conviene; todo es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro (1 Corintios 10:23-24).

Poder elegir en el mundo de hoy no es el problema, el problema es “qué elegir”. Cada día hay muchísimas decisiones a tomar, nos levantamos tomando decisiones.

Hagamos una pequeña revisión de un estudiante que cursa en la facultad: haber programado el día, levantarse, lavarse los dientes, bañarse, preparar un buen desayuno, orar, leer la Biblia, agradecer, prepararse para el zoom, o el trabajo (si trabaja o estudia), hacer los trabajos prácticos… etc., etc. Y eso solamente contando las responsabilidades que decidimos casi de manera automática o porque ya estamos predeterminados a hacer esas actividades.

Sin embargo, hay cosas en las que elegir se vuelve más difícil, seguro te ha pasado ¿a quién voy a escuchar? ¿Cuánto le voy a dedicar a determinada tarea? ¿Obedezco? ¿Creo? ¿Lo hago o no lo hago?

Estas preguntas son comunes, nos las hacemos todos en algún punto, el tema es cuando nos estancamos en preguntas y entramos en crisis de no saber qué elegir, o bien, elegir algo sabiendo que no dará buen resultado.

Estamos tan acostumbrados a tomar decisiones que nos olvidamos de que la moneda con la que se paga es el tiempo.

Dejame contarte una anécdota:

Cuando tenía 11 años descubrí la pornografía y se abrió ante mí un abanico de posibilidades en base a lo que consumía. A los 15 años ya era un adicto en pleno apogeo, entonces, como lo que veía era completamente insano, traté de dejar de consumir, pero siempre lo aplazaba para el día siguiente, o bien, las ganas eran más fuertes que mi voluntad. Siempre dejé esto en el tintero, tratando de hacerlo con mis fuerzas, siempre recayendo, incluso cuando conocí a Jesús.

Y así, entre intento e intento, cumplí 24 años y seguía en el mismo plan, tratando sin tratar. Yo sabía que no edificaba para nada en mi vida, que estaba atado a ella en muchas maneras, que dependía de ella. No fue sino hasta que confesé y empecé mi camino a la recuperación en compañía que pude finalmente tener libertad, y, aun así, fue una decisión diaria.

Esto mismo, aunque quizás menos drástico, podemos aplicar en otras áreas de la vida, por ejemplo, cuando el celu se come el tiempo de tu día o de ese designado al trabajo práctico que tenías que hacer o aquello que tenías que ir a buscar, y por esa razón dejar todo para mañana de nuevo, y el tiempo sigue pasando. O cuando, en vez de descansar, te quedas hasta las 3 o 4 de la mañana mirando series, sumando a tu cansancio físico y psíquico.

Todos estos ejemplos son muestras de cosas que he hecho, y si hacemos cuentas del tiempo que no invertí correctamente, que no elegí invertir de forma sabia, me cae una lágrima.

Es por eso que hoy quiero escribirte acerca de esto, porque sabés perfectamente qué te está distrayendo, pero los malos hábitos y la falta de decisiones al respecto hacen que te coloques en una zona de confort que no te está edificando, sino consumiendo tu recurso más valioso, el tiempo.

¿Cuál es el objetivo de todo este mensaje?

No que te tomes cinco minutos mañana para leer la Biblia o ese libro de enseñanza que dejaste en tu mesita de luz, ni que te tomes unos quince minutos para orar y arrepentirte; el objetivo es que comiences a tomarte en serio tu vida. Dedicale tiempo a lo importante y a lo que te edifica. Si vas a estudiar, estudiá; si vas a descansar, descansá; si vas a salir, salí a tiempo; si vas a empezar tu camino a la recuperación, hacelo. Que tu sí sea sí y que tu no sea no.

Elegí las cosas que te edifican, aprendé, practicá, ve más allá, dedicá tiempo de verdad en conocer más de Dios y lo que Él quiere para este tiempo, orá con intencionalidad de búsqueda profunda y revelación. Escuchá a tus padres y consejeros, no te vuelvas a la soberbia y solo te rijas por tu propia opinión. Elegí, pero elegí bien.

Y como comenzamos este texto, nadie te va a obligar a elegir lo que vos tenés que elegir. Pero mientras sigas evadiendo el problema eligiendo mal para no ir por el camino real, entonces vas a seguir dando vueltas en círculo.

Algunas preguntas útiles:

¿Cómo sé si decidí bien? 

Abrí tu corazón a Dios. Jesús es nuestro estándar de decisiones. Vemos que las decisiones que tomó Jesús siempre fueron para el reino, cuando sanó a alguien, fue para testimonio y por misericordia, porque Jesús amaba a la gente. Ese mismo estándar usalo en tus decisiones.

¿Cómo saber si algo edifica?

Hacete estas preguntas:

¿Me construye?

¿Dios está de acuerdo con esto?

¿Me permite crecer?

¿Es necesario?

¿Me acerca a ser más como Cristo?

Son solo ejemplos, pero haciéndote estas preguntas, incluso cuando te acercás a alguien que otros rechazan, es una buena inversión de tiempo en construir para el reino porque construís en otro, sos más como Cristo y crecés en fe y obras.

No pienses tanto en el mañana, ni vivas en el ayer, que este proceso vaya un día a la vez, siempre con la mira en las cosas del Padre y cuando te preguntes si algo edifica o no, el criterio con el que vas a elegir va a ser Jesús.

Muéstrame, oh Señor, tus caminos; enséñame tus sendas. 

Encamíname en tu verdad y enséñame porque tú eres el Dios de mi salvación.
En ti he esperado todo el día.

Salmo 25: 4-5

Argentino porteño. Escritor, comunicador y motivador. Fan de los abrazos. Amante de las montañas y los ríos. Soñador de los sueños del Padre; Eterno niño admirador de los dinosaurios y las teorías conspirativas. Hijo, hermano y amigo. Autor del libro: Engranaje.