No sé si a vos te gusta viajar, pero a mí no tanto. Yo prefiero llegar. Si pudiera evitar las horas de viaje para llegar a un lugar, lo haría con todo gusto.
Pero no siempre es así. Hay viajes donde el paisaje es hermoso, trayectos en los que cada mirada por la ventanilla se vuelve un deleite, donde te dan ganas de parar cada 2 minutos y disfrutar del aire fresco. Hay veces en que el viaje hasta pareciera ser más lindo que el destino.
Es lo mismo que ocurre con los procesos de nuestra vida. Inevitablemente necesitamos el viaje para llegar a un lugar. De la misma manera, necesitamos el proceso para llegar a nuestros destinos. Resulta que algunos procesos preferimos evitarlos, y otros, en cambio, los disfrutamos. Pero no hay destino sin proceso.
¿Hay palabras que Dios te dio hace años que todavía no las viste cumplirse?
Si tu respuesta es sí, déjame darte la bienvenida a la vida en proceso.
Hay una ley natural y universal y es que todo crece mediante el proceso. La creación completa funciona así. Pensá en cualquier cosa creada, por Dios o por los seres humanos. Todo, absolutamente todo tiene su paso a paso que conduce a una transformación.
Jesús entendió más que cualquier otra persona la importancia del proceso. A sus 12 años Él y sus padres fueron a la fiesta de Pascua en Jerusalén, y cuando la fiesta se terminó, los papás se volvieron a casa, sin darse cuenta de que Jesús se había quedado. Al regresar a buscarlo, lo encontraron en el templo y pasó lo siguiente:
—“Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? —le dijo su madre—. Tu padre y yo hemos estado desesperados buscándote por todas partes.
—¿Pero por qué tuvieron que buscarme? —les preguntó—. ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no entendieron lo que les quiso decir.
Luego regresó con sus padres a Nazaret y vivió en obediencia a ellos. Y su madre guardó todas esas cosas en el corazón.
Jesús a la edad de 12 años ya la tenía clara. Él entendía dónde debía estar. Él sabía quién era su padre. Y creo que ya sabía lo que le deparaba en el futuro. ¿Entonces, por qué no comenzó su ministerio en ese preciso momento? Porque necesitaba crecer. El versículo 51 dice que Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de toda la gente.
Jesús comprendía que las buenas cosas toman su tiempo, y necesitaba vivir el proceso para obtenerlas.
“EL PROCESO NOS PREPARA, NOS TRANSFORMA, CONSTRUYE CARÁCTER, CONSTRUYE SABIDURÍA, NOS CONSTRUYE A NOSOTROS”.
Hace un tiempo atrás, mientras oraba a Dios para que me ayude en un momento donde me sentía sin fuerzas, solo, sin esperanzas, terminé de orar y nada había cambiado, me sentía igual que antes, pero dentro de mí había algo diferente, algo que me decía “bien, Santi, oraste. Ahora comienza el proceso para obtener el fruto de esta oración”. En ese momento entendí que no todas las oraciones reciben su respuesta al instante, pero todas las oraciones me transforman para poder recibir la respuesta a su tiempo.
“LAS BUENAS COSAS TOMAN TIEMPO”
¿Cuántas veces pensaste en dejar tus sueños o proyectos? ¿Cuántas veces te comparaste con otros, y cuántas veces Dios te volvió a confirmar que estabas en el camino correcto? ¿Cuántas veces Dios te volvió a recordar el porqué de lo que hoy estás haciendo? Tal vez hoy no tengas todas las respuestas, capaz querés dar la vuelta, volver y abandonar todo porque no entendés nada. Tranqui… estás en proceso. Seguí caminando. Tarde o temprano vas a llegar al destino.
Tips para el viaje
Antes de terminar, te quiero dejar un par de recomendaciones para que tu viaje sea el mejor de todos.
- Buscalo a Él en lo secreto. Buscalo cuando no hay nadie cerca y buscá el destino que Él tiene para tu vida. Primero cuando nadie te vea, cuando nadie organice reuniones de oración, o lidere un tiempo de evangelismo. Entregá tu corazón en oración a Dios en tu intimidad.
- “El éxito de la noche a la mañana toma años”. Tu destino y potencial no pueden lograrse en unos días, va a tomar tiempo. Sé paciente.
- Cada desafío que tengas durante este tiempo revelará qué clase de corazón estás teniendo, un corazón que cambia de dirección o uno que permanece fiel sin importar las circunstancias. Te recomiendo la segunda opción.
- Tenés todo lo que necesitás para el viaje. Vos podés dominar tu propia angustia y fortalecerte en el señor. Pedile sabiduría a Jesús para lograrlo.
- Sé inofendible en el proceso y dejá que tu carácter crezca al estar cerca de Dios.
No importa qué tan lindo o qué tan feo sea el viaje. Perseverá. Poné tu mirada al final y seguí adelante, porque cuando entendemos el valor del proceso, podemos mirar a largo plazo y soportar las adversidades. De esa manera logramos crecer constantemente y llegar sanos y salvos al destino.