Jesús me ayudó a vencer los pensamientos de muerte. Hoy me dedico a la prevención del Suicidio en adolescentes.

Yo soy un superviviente del trastorno del comportamiento Suicida y con la ayuda de Jesús, mi familia y los profesionales de la salud, logre vencer los deseos de muerte y transformarme en un agente en prevención del Suicidio en adolescentes. 

El suicidio es una problemática compleja, dinámica, heterogénea, transversal y multicausal. Se constituye como un grave asunto de salud pública a nivel mundial, determinado por múltiples factores, tales como aspectos subjetivos, culturales, históricos, socioeconómicos, religiosos, étnicos y ambientales entre otros.

Según el último informe presentado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en junio del 2021, más de 700.000 personas se suicidan cada año. Esta problemática representa la cuarta causa de muerte en el mundo en el grupo etario de 15 a 29 años y según la dirección de estadísticas e informes de la salud hasta el 2021 es la principal causa de muerte en la misma franja etaria dentro del territorio Nacional Argentino.

Estas estadísticas evidencian que la adolescencia y la juventud son la franja etaria de mayor riesgo frente al trastorno del comportamiento suicida. La aplicación de programas de prevención en esta población es posible. Es por eso que las estrategias de prevención deberían ser lo más variadas posibles y centradas en aquellos ámbitos en los que más presentes estén dichas manifestaciones, como por ejemplo, las Redes Sociales, ámbito educativo, ámbito de la salud, contextos de encierro, hogares, institutos de menores, etc. Por tal razón veo fundamental la necesidad de promover la prevención del suicidio en adolescentes y jóvenes.

¿Cómo se trabajan los factores de protección para prevenir el suicidio en adolescentes?

Los factores de protección deben ser trabajados en sus diferentes ejes, ya que se encuentran relacionados con distintas áreas que conforman al sujeto, entendiendo la salud como el equilibrio de los diferentes carriles del desarrollo, que incluye factores biopsicosocial y espirituales que nos permitan promover la salud.

Una de las propuestas que nos hace el programa Entrenadores de Vida dedicado a la prevención, atención y posvención del trastorno del comportamiento suicida es trabajar sobre las habilidades sociales para proteger a las nuevas generaciones de preadolescentes y adolescentes.

Cuando hablamos de habilidades sociales nos referimos al conjunto de hábitos, actitudes o estilos de comportamientos, pensamientos y emociones. Que nos permiten mejorar nuestras relaciones interpersonales, sentirnos bien, obtener lo que queremos y conseguir que los demás no nos impidan lograr nuestros objetivos. A su vez, cabe destacar la capacidad de relacionarnos con los demás. (Entrenadores de Vida).

¿Qué incluyen las habilidades sociales?

Comunicación Asertiva: Los adolescentes necesitan expresarse, por lo general lo hacen en base a sus intereses y motivaciones. Frente a estos estados vemos que pueden desarrollarse sin ansiedad y expresarse cómodamente. Como adultos, referentes o padres podemos ser intencionales y promover la comunicación asertiva, empezando por temas que sean del interés de los adolescentes. Esto proporcionará experiencia y confianza para ampliar los temas de comunicación. 

Autoestima: Trabajar en la construcción de la autoestima resulta fundamental en la vida de los adolescentes, ya que la valoración que como adultos le podemos dar, es la que el adolescente deberá aprender a darse a sí mismo. Cuando como adultos somos intencionales para hacerles ver cuáles son sus derechos y ejercer los mismos, los estamos dignificando y motivando a valorarse. Lo cual será sumamente necesaria para el proceso de construcción del proyecto de vida personal donde pondrá en ejercicio las habilidades, capacidades, aptitudes, talentos y dones.

Empatía: Esta habilidad es propia del ser humano, algunos la hemos desarrollado más que otros, pero es fundamental para comprender y experimentar el punto de vista de otros, en este caso de los adolescentes, manteniendo una actitud empática aun cuando no estemos de acuerdo con ellos. 

Cuando empleamos el esfuerzo para empatizar con los adolescentes, no quiere decir que debamos simpatizar con lo que proponen, expresan o sienten, sino que la empatía nos permite ponernos en el lugar de los adolescentes para intentar desde ahí comprender lo que intentan expresar.

Hacerle saber que estamos entendiendo lo que nos está comunicando, fortalecerá aún más el ejercicio de empatizar. Todas las personas tenemos motivos para sentir o pensar lo que necesitamos expresar.

Resolución pacífica de conflictos: El proceso de resolución pacífica de conflictos, involucra la voluntad de reconocer igualdad de derechos y oportunidades entre las personas, para crear soluciones que satisfagan a ambas partes, se restablezcan las relaciones sociales y se facilite la reparación del daño, si fuese necesario. 

Como adultos podemos acompañar a identificar los intereses de las partes implicadas e intentar desde un lugar neutro sugerir la negociación, es decir hasta dónde estaría dispuesto a ceder para resolver el conflicto, a fin de mantener, cuidar y enriquecer sus relaciones sociales, de respeto y sana convivencia social.

Auto-motivación: En la medida que como adultos trabajamos en el proceso del descubrimiento de sí mismo de los adolescentes, los ayudaremos encontrar en una autoexploración aquellas actividades que los motivas y pondrán en ejercicio sus dones y talentos. Estos talentos necesitan ser dirigidos por los adolescentes y esta capacidad para dirigir sus talentos hacia el crecimiento es una disciplina que requiere de adultos que acompañen la construcción de esos valores.

Cuando los adolescentes convierten las emociones y deseos en energía, los impulsa a alcanzar las metas que se proponen. Claro está que en el camino se presentarán obstáculos y esos son los que deberán aprender a enfrentar. Sin dudas que el hecho de que como adultos estemos disponibles para aliarnos a ellos en esos momentos, sin resolverles el problema, pero si acompañándolos durante esos momentos será de mucho apoyo para ellos. 

El optimismo es un sentimiento que sin dudas lo podemos estimular, animándolos a creer que lo lograrán, pero será fundamental que sean ellos mismos quienes lo crean.

Cada caída podemos aprovecharla como una oportunidad para que se levanten con más fuerza y enfrenten la adversidad desarrollando la suficiente resiliencia que los transformara en adolescentes fuertes para enfrentar la vida.

Inteligencia emocional: Los adolescentes que se conocen a sí mismos, pueden reconocer qué emociones los afectan y cómo. Este punto es sumamente importante porque el ser humano por naturaleza no se conoce a sí mismo, y solo logra identificar sus debilidades cuando se encuentra frente a una situación conflictiva y por lo general en estas circunstancias minimiza sus fortalezas. Es por eso que como adultos debemos motivar al ejercicio de reconocer emociones, donde podamos practicarlo aún como familia, en espacios comunes, en medio de mesas de conexión y diálogos intergeneracionales.

Fe y Espiritualidad: Cultivar la fe y desarrollar espiritualidad: está comprobado científicamente que conforma uno de los factores de protección en las personas.

Un estudio (Universidad de Chile, 2008) analizó la relación entre el grado de religiosidad, el uso de sustancias químicas y otras conductas de riesgo auto y heteroagresivas en una muestra de 252 adolescentes escolarizados. Los resultados demostraron que los adolescentes muy religiosos consumían menos marihuana, se sentían menos tristes y estaban menos nerviosos. También presentaron menos conductas antisociales (robo en negocios) y reportaron copiarse menos (hacer menos trampa) en las pruebas escolares que los no religiosos.

A su vez, hay que aclarar que es responsabilidad de los adultos incentivar en esta práctica saludable, sin imponer la fe propiamente adoptada por el adulto, ya que la decisión es parte de un derecho por el que debemos velar en los niños, niñas y adolescentes. Aun así, no está de más decir que es muy alta.

la probabilidad de que los adolescentes desean repetir el ejemplo de aquellos adultos que ejercen coherentemente su práctica de fe y espiritualidad

La mejor manera de promover este estilo de vida es sosteniendo los discursos con los hechos y ser flexibles y estar abiertos a empatizar con otras cosmovisiones, paradigmas, modelos o miradas que puedan presentarse.

¿Los adolescentes se precipitan al suicidio o es el resultado de un proceso?

En las investigaciones que ofrece el libro “Suicidio en niños y jóvenes”. (Edición 2014) podemos encontrar encontrando algunos enclaves específicos que permitieron reconstruir el proceso intelectivo y emocional que las personas con trastorno por conducta suicida van construyendo.

Durante la investigación encontraron que el suicidio es el resultado de una serie de transiciones que se van encadenando que terminan conformando al proceso de ideación suicida que podrían caracterizarse en siete fases.

  • Fase 1: Acumulación de problemas sin resolver.
  • Fase 2: Acumulación de Conflictos.
  • Fase 3: Crisis.
  • Fase 4: Pensamientos negativos.
  • Fase 5: Ideación suicida.
  • Fase 6: Crisis por Intento de Suicidio.
  • Fase 7: Suicidio.

Este estudio y la identificación de las fases nos permiten reconocer que se puede intervenir en cualquiera de las fases. En cada fase las intervenciones preventivas, diagnósticas, clínicas y posventivas, tienen particularidades que ameritan una intervención con profesionales especializados. (Suicidio en niños y jóvenes. Edición 2014)

¿Cómo acompañamos a los adolescentes y las familias con ideación suicida, crisis por intento de suicidio o duelos por suicidio?

Cuando los adolescentes hayan iniciado el proceso suicida y se encuentren transitando las fases criticas que serían; fases 5-  ideación suicida, fases 6- crísis por intento de suicidio o la fase 7- Suicido. En estas instancias es pertinente realizar intervenciones posventivas.

Posvención es el término que define a las acciones posteriores a un proceso suicida en fases críticas, que están destinadas a intervenir con personas o instituciones que tiene algún grado de relación con la persona que transcurre por el trastorno del comportamiento suicida. Para realizar las intervenciones de posvención no es necesario encontrar afecciones directas, esta intervención debe hacerse aunque se visualicen o no afectados. (Suicidio en niños y jóvenes. Edición 2014)

Cuando trabajamos la intervención posventiva desde una mirada intersectorial, interdisciplinaria y comunitaria estamos contribuyendo a:

  • Disminuir las probabilidad de riesgo suicida en el entorno.
  • Disminuir los niveles de depresión.
  • Disminuir los niveles de ansiedad.
  • Acompaña el duelo de los supervivientes.

Es fundamental maximizar los recursos posventivos y las oportunidades para su acceso incluso identificando a los adolescentes y sus familiares que no quieren recibir apoyo desde el principio, pero que puedan necesitarlo más adelante. (Estrategia de Prevención del Suicidio en Euskadi)

¿Cómo pueden integrar los nuevos avances para la prevención del trastorno del comportamiento suicida las instituciones que trabajan con adolescentes?

El objetivo último que deberían perseguir todas las instituciones que trabajan con adolescentes, desde el ámbito educativo, deportivo, cultural, religioso y contextos de encierro es que los adolescentes logren y transiten esta etapa siendo socialmente competentes, físicamente saludables e involucrados cívicamente.

Estamos frente a una generación de adolescentes que quieren una educación con sentido, donde ellos sean protagonistas de los proyectos, para lo cual, necesitamos como adultos y educadores entender que nuestra intervención debe ser la necesaria para facilitarles los recursos, moderar cuando se necesite, acompañarlos en la construcción de aquello que ellos desean construir y desde el vínculo y las relaciones significativas apuntalarlos, marcándoles límites sanos y ajustando lo que sea necesario.

Thomas Amstrong, director del Instituto Americano para el Aprendizaje y el Desarrollo Humano, plantea que existen nuevas maneras de convertir estas prácticas educativas antiguas y cuestionadas, en prácticas llamadas “cerebro amigables”. Como educadores formales, informales, populares y de cualquier índole debemos tener presente que podemos acompañar a los adolescentes hasta alcanzar la vida adulta y transitar esta etapa lo más saludablemente posible. Para lograrlo Teresa Torralva en el libro “Cerebro Adolescente” nos invita a pensar en el desarrollo de las siguientes habilidades:

  1. Darles la oportunidad de elegir.
  2. Fomentar el pensamiento crítico.
  3. Grupo de pertenencia entre pares.
  4. Aprendizaje emocionales.
  5. Aprendizaje corporal.
  6. Expresión artística.
  7. Experiencia práctica en el mundo real.

¿Cuáles son las principales acciones a tener en cuenta como adultos responsables de las diferentes instituciones educativas que trabajan con adolescentes?

Las siguientes recomendaciones que nos sugiere el material, “Hablemos de todo” para lograr la Prevención del suicidio nos permitirán desarrollar una intervención responsable como educadores de las diferentes instituciones.

  • Escuchar y orientar a los estudiantes en riesgo y dar aviso a los padres.
  • Contener a los estudiantes que son víctimas de maltrato o acoso.
  • Escuchar activamente a los adolescentes sin juzgarlos, sino como aliados.
  • Definir y comunicar protocolos para manejar situaciones de riesgo.
  • Trabajar en el desarrollo de habilidades para el buen uso del internet.

El suicidio se puede prevenir y esa es la buena noticia que queremos darles, para lograrlo es necesario que articulemos la fe y el conocimiento en pos de la prevención

Les comparto a través de este link mi experiencia de recuperación. 

Técnico en Drogadependencia, Diplomado en Prevención integral de los consumos problemáticos. Diplomado en Liderazgo generacional y Coaching. Diplomado en Primera infancia y familia. Escritor, conductor, docente, conferencista y especialista en prevención. Director y fundador de la organización Prevenir es Amar.