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El Síndrome «Burnout» y la fe

Vamos llegando al embudo del año y no resulta extraño escuchar en las voces de quienes nos rodean o que resuenan dentro de nosotros las siguientes expresiones: “¡estoy cansado!”, “¡me siento agotada!”, “¡no tengo ganas de nada!”. Incluso nos invade una amnesia temporal, por la que nos olvidamos de actividades, compromisos o hasta lo que íbamos a decir. Como si fuera poco, al último sprint final de este recorrido anual se le suman los balances y cierres en nuestra vida personal y de quienes nos rodean, mezcla de incertidumbre, miedos, la infaltable cuota de angustia ante lo desconocido, las pérdidas, el arduo trabajo y tanto más. 

El Síndrome Burnout (quemado, fundido) es un estado de agotamiento físico, emocional o mental, que tiene consecuencias en la autoestima, y está caracterizado por un proceso paulatino, por el cual las personas pierden interés en sus tareas, el sentido de responsabilidad y pueden hasta llegar a profundas depresiones. Los síntomas de este síndrome son:

1. Cambios en el estado de ánimo 

2. Desmotivación 

3. Agotamiento mental 

4. Sensibilidad a la crítica 

5. Falta de energía y menor rendimiento 

6. Afecciones del sistema locomotor 

7. Dolor y rigidez muscular 

8. Problemas gastrointestinales 

9. Problemas cardiovasculares 

10. Alteraciones en la piel 

11. Dolores de cabeza 

12. Mareos 

13. Alteraciones del apetito sexual 

14. Obesidad 

¿Está mal sentirnos así? ¿Estamos perdiendo la fe? Las emociones, los sentimientos y los estados anímicos nos conectan con la realidad, y son llamadores importantes que no debemos desatender, y esto no significa que no amemos a Dios o que nuestra fe esté flaqueando. Asimismo, no es menos cierto que mientras más nos quejamos, menos avanzamos, y más bendiciones nos perdemos. 

La pregunta no es ¿está mal sentirse así? Si no, ¿Qué me pasa y qué puedo hacer? La clave está en cuestionar mis emociones por lo que Dios dice y no mi relación con Dios por mis emociones. Recordemos cuando Jonás, quien convivió mucho tiempo con un enojo dentro de él, al final de sus días Dios le preguntó: Entonces, dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte”. Jonás 4:9 

Conocernos y reconocer que estamos desgastados es un paso enorme para buscar ayuda y evitar cavar más profundo en el hueco en el cual hoy nos encontramos. En nuestro país, la cantidad de personas que experimentan el “burnout” creció exponencialmente durante los últimos años. En 2020, lo padeció un 88%, en 2021 un 80% y, en 2022 un 86%. Actualmente, la cifra subió a un 94% del total de la población. 

Insisto y sugiero esto:

👉 Conectar con lo que amamos: con Dios primeramente, en el hermoso refugio de la oración. Descansar en sus promesas, en la música, con personas, con espacios que hemos desplazado. 

👉 Sostener y dedicar tiempo a los vínculos sanos. 

👉 Ser amables con nosotros mismos. 

👉 Cuidar nuestras horas de sueño, alimentación, y actividad física. 

👉 Establecer límites a personas o situaciones que perturban nuestra cotidianidad. 
El Señor ya nos dijo: “Vengan a mí los que estén cansados y afligidos y yo los haré descansar. Lleven mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y de corazón humilde. Así hallarán descanso para el alma”. Mateo 11:28-29

Nancy Udrizard
Nancy Udrizard
Licenciada en Psicología, MP: 1568. Profesora en Nivel Superior. Docente en la Universidad Católica Argentina (U.C.A). Especialista en Duelo. Escritora y Autora de “Extranjera”. Expositora y tallerista. Columnista en radio LT 39. Psicóloga del equipo técnico Co.P.N.A.F. Integrante de la Comisión Nacional de Misioneritas Argentina- UAD.

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