Como siempre me gusta comenzar deseando que cada uno de ustedes esté muy bendecido, a pesar de lo que sucede en el mundo. Espero que sigan con esa frescura y esa motivación que trae un año nuevo. Por más que casi llevamos tres meses, todavía estamos transitando un nuevo camino, donde todo puede ser diferente, mejor y escalando cada vez en mayores bendiciones.
Hace un par de semanas, comenzamos con las imágenes que brindaba el apóstol Juan sobre Cristo: que Él es la Luz del mundo, la vid verdadera, el Pan de Vida. La importancia de esto no se limitaba a Jesús, sino que nosotros también debíamos imitarlo y ser como Él. Por lo tanto, también debemos ser Luz, Pan y verdaderos, llevando para que otros vean a Cristo y se conecten con Él.
Como estamos por cambiar el mes, también decidí cambiar un poco de tema, dejando de lado -sin restarle importancia- al evangelio de Juan y volviéndome al Antiguo Testamento. Recientemente me estaba acordando de esta historia, que quizás pueda pasar desapercibida, pero que no deja de ser importante -por algo se encuentra en la Biblia-.
Nabucodonosor fue un rey sumamente cruel con el pueblo hebreo. Conquistó Jerusalén y, no conformándose con eso, los deportó, es decir, se llevó a toda su gente a Babilonia. Este rey forma parte de todo lo que no se debe ser: corrupto, violento, mezquino, guerrero incansable, idólatra y hasta pretendió elevarse como un dios en la tierra, pretendiendo ser dios, gobernador, militar y dueño de todo lo que gobernaba.
Jeremías, uno de los grandes profetas perteneciente al grupo de los Profetas Mayores, predijo esta situación desde mucho tiempo antes. Sin embargo, los judíos hicieron oídos sordos.
Guido Márquez
Pasada ya la época de Jeremías, le tocó hacer frente a estos abusos al profeta Daniel, quién dejó un claro relato del castigo de Dios sobre este hombre: lo trastornó y le hizo habitar como un animal por siete períodos, los cuáles pueden ser -según los estudiosos- años, meses o períodos.
Al finalizar este período, sucedió lo que debemos hacer todos: terminó adorando a Dios, reconociéndolo como el único y el todopoderoso.
La historia, ubicada en el libro de Daniel, nos deja una enseñanza al mismo tiempo que funda una esperanza: todo aquel que se enaltece contra Él, será humillado. Además, nos enseña nuestro papel como iglesia, imitando al profeta Daniel, al ser la voz contra aquellos gobernantes que no actúan de acuerdo a las enseñanzas de Jehová. Es por esto que necesitamos recordar esta historia.
Problemas de “Nabucos”
Los reyes de la Antigüedad, al igual que a lo largo de la historia, tenían el mismo nombre, pero se diferenciaban con un número ordinal, es decir, primero, segundo, tercero, etc. Lo mismo sucede con el nombre Nabucodonosor.
Según la Biblia Arqueológica NVI, el Nabucodonosor que se trataría es aquel que reinó sobre Babilonia entre los años 605-562 antes de Cristo -es decir, Nabucodonosor II-. Probablemente, su locura habría ocurrido a finales de su reinado.
Historia y Fe en una encrucijada
Como muchas cosas narradas en la Biblia, no tienen su comprobación científica mediante la historia. Esto no quiere decir que la Biblia mienta, o que la ciencia esté en contra. Lo que sucede es que es difícil fechar y correlacionar el hecho histórico con otras fuentes extrabíblicas.
Así, continuando con lo que expresan los comentarios de la Biblia, los relatos babilónicos comentan con pocos detalles sobre la locura de este rey. No hay un acuerdo sobre cuánto tiempo duró el período de locura, donde los relatos no explican demasiado sobre esta enfermedad. Al parecer, no tuvo un período de extensión tan extenso o no fue con la gravedad que lo expresa el capítulo 4 de Daniel.
El contexto de Daniel 4
Nabucodonosor fue castigado por su orgullo. No era para menos. Había realizado una gran cantidad de construcciones y había embellecido a la ciudad. Famoso de este período son los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las Siete Maravillas de la Antigüedad. Así, el profeta interpretó el sueño del mismo rey, donde un gran árbol con una gran cantidad de animales viviendo debajo de él, era derribado.
La demencia que tuvo el gobernante podría estar relacionada con la misma edad, debido a que, pudo ocurrir al fin de su reinado. La enfermedad que pudo haber tenido se trata de la licantropía, una enfermedad demencial donde el enfermo se cree que es un animal, un lobo. La otra hipótesis puede tratarse de boantropía, parecida a la anterior, pero donde se cree que es una vaca (Biblia Arqueológica NVI, pág. 1429).
Como nos referimos antes, hay dudas sobre la afección del rey, debido a que los pueblos paganos también interpretaban que una demencia como esta se interpretaba como una posesión divina, no algo relacionado con un trastorno. Al terminar su período de locura, continuó realizando obras de embellecimiento, de eso parece ser que no hay duda.
Rescatando a Daniel, más que a Nabuco
Durante toda esta nota, hemos nombrado a Nabucodonosor, pero ahora quiero rescatar a Daniel. Creo que es un ejemplo para los tiempos que vivimos, donde quizás nos podamos sentir “prisioneros” de la política que nos rodea -no quiero entrar en detalles, ni en debates. Me refiero a algo que sucede a nivel global, no sólo nacional-.
Al igual que Daniel, creo que es importante estar en el lugar indicado para establecer lo que Dios dice. Además, no hay que olvidar que decidió mantenerse íntegro, a pesar de estar en un país extranjero. Hay que recordar que nosotros también somos extranjero, quizás no en lo físico, pero sí en lo espiritual. Por lo tanto, si hay un Nabuco es hora de despertar al/a las “Daniels”.