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¿Cómo te ayudo?

Vivimos distintos procesos en cada etapa de la vida y tenemos la inclinación a compararnos con los procesos de la otra, opinar cuando no se nos pide, irrumpir en la vida de otros brindado lo que para nosotros es ayuda, y creer que necesitar ayuda es símbolo de debilidad. 

Al transitar temporadas en las que necesitamos el socorro de un otro podemos reprimirnos de pedir esa mano que necesitamos o cerrarnos si la ayuda que requerimos no viene de la forma o en el tiempo que esperábamos. 

Algunos ejemplos de situaciones desestabilizantes emocional y físicamente son el pase de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la adultez, los comienzos o cambios académicos y laborales, los imprevistos en las relaciones interpersonales (amistades, noviazgos, matrimonios y los vínculos filiales), la pérdida de seres queridos, la maternidad, las mudanzas y los desarraigos. Además del vaivén emocional que estas situaciones pueden traer, también hay procesos hormonales que favorecen que nos sintamos exhaustas, es decir, momentos cuando la ayuda nos vendría muy bien.

“¿Cómo te ayudo?” tiende puentes porque comienza desde la premisa de que la otra mujer necesita cooperación, lo que la quita del lugar de tener que pedir auxilio o de responder un tímido “sí” a la pregunta “¿te ayudo?”, con temor de que la otra persona con sus buenas intenciones termine cargándola más que aliviándola. 

Tomando a Jesús como modelo, esta misma interrogante es la que Él, siendo Dios, le hizo a Bartimeo antes de sanarlo de su ceguera

Constanza Martínez

«¿Qué quieres que haga por ti?”, y no fue hasta que Bartimeo manifestó que necesitaba (aunque parecía obvio a la vista de todos) que Jesús lo ayudó con lo que esta persona esperaba. (Marcos 10).

“¿Cómo te ayudo?” pone el foco en la manera en la que puedo colaborar y le permite a quien necesita apoyo que pueda manifestar con honestidad qué es lo que verdaderamente la aliviaría. Y por supuesto que también existe el “de ninguna manera, estoy bien, gracias”, como respuesta que tiene que ser bien recibida y respetada.

Esta pregunta llegó en un momento de mi vida en el que necesité más que nunca el acompañamiento y el alivio de otras mujeres, pero priorizando que se respete mi (in)experiencia en la maternidad. En vez de escuchar voces de otras mujeres desde sus distintas vivencias como madres, necesitaba que alguien empatizara conmigo y me extendiera una mano desde el lugar y de la forma en que yo lo requería, aun cuando quizás no era la misma manera en la que a otra le haría bien. 

El «¿cómo te ayudo?” me permitió poder decir puntualmente que necesitaba que ordenaran algo de la casa, pusieran un lavado en el lavarropas, calentaran la comida o cocinaran, que pongan la mesa o laven los platos, que era lo que más quería en ese tiempo. Sin embargo, cuando se me proponían cosas como “¿te sostengo al bebé?”, “ve a dormir que yo me quedo”, “lo duermo yo, tú descansa”, mi corazón hormonal de madre primeriza que quería estar cerca de su bebé el mayor tiempo posible se angustiaba porque me costaba mucho decir “no, eso no es lo que necesito, necesito esto en cambio…”.

«A partir de ahí, esa pregunta se convirtió en mi aliada para acercarme a otras mujeres en distintos contextos y etapas que esperaban que alguien más estuviese cerca«

Constanza Martínez

Es empatizando con sus realidades como ellas lo necesitaban y no desde mi subjetividad. Algunas necesitamos que otras activen haciéndonos una compra, cocinándonos o limpiándonos sin que se lo pidamos, otras necesitan un oído atento y mucho tiempo de calidad, otras necesitan que les cuiden a sus hijos o mascotas para poder desconectar un rato, y otras necesitan que les lleven regalos que les demuestren que las conocemos.

Te animo a que puedas aceptar ayuda cuando te la ofrecen, enseñando cómo quieres que te ayuden, y también que tiendas ese puente empático con otras mujeres usando esta pregunta que abre camino. Te animo a que puedas respetar tus necesidades al expresarlas de manera clara y también que respetes las maneras, formas y tiempos de la otra.

Constanza Martínez
Constanza Martínez
28 años.Casada con Nicolás Vilaseca con quién son padres de Ian. Traductora Pública de Inglés, trabajó como docente y hoy se desempeña como Project Manager en una empresa de interpretación remota. Autora del libro Dormancia y, por sobre todo eso, ama a Jesús con todo lo que es.

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