Todos queremos tener una familia sana, funcionando en armonía, que sea preservada en el tiempo. Pero lamentablemente ignoramos muchas veces para qué fue diseñada, y al vivir para nuestros propios propósitos y nuestra propia voluntad, podemos experimentar un mal funcionamiento personal, matrimonial o familiar por estar viviendo fuera del diseño.
Si revisamos la hoja uno de la Biblia, encontramos la razón por la que las personas y familias fueron creadas. Hay 3 palabras claves en el primer capítulo del Génesis: imagen, dominio y multiplicación.
26 Luego dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes[b] y sobre todos los animales que se arrastran por el suelo».
27 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó. 28 Y Dios los bendijo con estas palabras: «¡Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla…
Fuimos creados para ser la imagen de Dios, para ser Su foto en la tierra. Dios quiere darse a conocer a través de nosotros.
Fuimos creados para tener dominio, para ser autoridad representativa como administradores, no como dueños.
Fuimos creados para multiplicar esto en las generaciones.
Esto no puede ignorarlo la familia. Sobre todo, entender que esto se perdió en la rebelión, en la desobediencia de la primera familia. El primer matrimonio comenzó a multiplicar su propia imagen en las generaciones (pueden verlo en Génesis 5.3). Además, le entregó de esta manera la autoridad que le había sido delegada a la serpiente y podemos confirmarlo al leer sobre la tentación de Jesús donde ostenta su autoridad sobre las naciones. Así que vemos en las evidencias de la historia humana como el hombre a partir de la desconexión con Dios, de la muerte espiritual, ya no puede multiplicar el diseño de Dios.
Es urgente entender por revelación la eterna y aplastante victoria de la cruz, que nos devuelve a las intenciones originales: volver a ser Su imagen, ser autoridad representativa y multiplicar lo eterno en las generaciones. Todo esto gracias a la impartición de la vida de Dios en nuestro interior. Todos los apóstoles en la Iglesia del primer siglo tenían esto muy claro.
26 anunciando el misterio que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se ha manifestado a su pueblo santo. 27 A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria.
4 Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina.
11 Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna y esa vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.
Vemos así por las referencias de los primeros apóstoles el criterio corporativo: Cristo es la vida de Dios dentro de nosotros, que nos pone a la altura del diseño de Dios para el ser humano. Dios nos hizo participantes de Su Naturaleza luego de sacarnos de la muerte y corrupción y trasladarnos al Reino de Su amado Hijo. Tener vida es tener al Hijo de Dios.
Necesitamos entender por revelación y comprometernos con toda nuestra vida, con todas nuestras fuerzas con el propósito eterno de Dios que es Su eterno deseo de darse a conocer. Invertir nuestros días, nuestras familias, nuestras finanzas, nuestra vida toda en el avance del propósito eterno es lo que nos mantendrá enfocados y sanos integralmente, llenos de plenitud. Seremos así la imagen de Dios en la tierra, estaremos ejerciendo la autoridad representativa sobre todo y estaremos multiplicando lo eterno en las generaciones.
Cristo es la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1. 15) y ahora es vida en nuestro interior. Por lo tanto, comenzando por la casa es dónde Dios debe ser visto en nuestras vidas por medio de Cristo que está en nosotros. En todo lo que gestionamos en esta vida humana, Dios quiere ser visto.
Dios tiene un plan, un propósito eterno, que sin dudas se está llevando a cabo a lo largo de la historia muy a pesar de nosotros. Pero la buena noticia es que quiere hacernos partícipes. A través de toda la Biblia, encontramos una cadena que contiene miles de eslabones que sirven para unir cada profecía, cada historia, cada sombra y cada verdad espiritual. Esta cadena es el propósito eterno de Dios en Cristo Jesús. Cristo es el centro del plan de Dios.
Dios lo está haciendo y nos creó para Su propósito. Todo ser humano está luchando cada día para descubrir la razón por la que han nacido y a nosotros se nos ha revelado el misterio que es Cristo en nosotros, devolviéndonos a las intenciones originales para ser funcionales al plan de Dios. Trabajemos en familia para que crezca en nosotros la consciencia sobre Su propósito eterno y nuestro compromiso y participación en él, y sin dudas veremos nuestras familias sanas y preservadas en las generaciones siendo colaboradores en el plan de Dios.