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El poder de tus palabras

Proverbios 18: 20 y 21 nos enseña que del fruto de la boca se llenará nuestro vientre y que la muerte y la vida están en poder de la lengua. 

Santiago 3 habla también de la lengua y enseña que aquella persona que llega a dominar lo que dice alcanza la perfección. También la compara con el timón de un barco, algo tan pequeño pero que da dirección a una gran nave. 

Teniendo en cuenta la relevancia que tienen las palabras es que hoy te invito a que prestes atención a tus conversaciones y a reflexionar en la manera en que te expresas al hablar de tu familia, la iglesia, tu trabajo, el país, etc.

No estoy refiriéndome a caer en un fanatismo ciego, ni en rituales huecos, pero sí deseo que despiertes al poder que hay en Palabra de Dios. Palabras que tienen autoridad para edificar, para dar vida, para provocar cambio y transformación, para revertir diagnósticos, para hacer que las tinieblas retrocedan y se manifieste la victoria de Jesucristo.

Debemos ser coherentes, porque no podés esperar el bien del Señor si lo único que sale de tu boca son palabras negativas: «todo está mal», «nadie me ayuda», «mi familia nunca va a cambiar», «estoy sola», «estoy triste». 

«No podés esperar experimentar la fortaleza del Señor si estás hablando todo el día de los achaques que estás sintiendo, cuán cansada estás y lo difícil que ha sido este tiempo».

No podés esperar la bendición del Señor si las palabras que salen de tu boca son constantemente de lo que falta, lo que no está. No podés esperar vida, salud si te rendiste ante el diagnóstico y es de lo único que hablas. No podés esperar que se manifieste el gozo y la alegría si todo el tiempo te estás quejando. 

Entendamos que Dios no nos pide que neguemos la realidad que está frente a nosotros, sino que espera que nos elevemos a todo lo que nos ha provisto a través de Jesucristo y su obra redentora. Hebreos 10:23 nos invita a que: 

Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa”. Tus palabras y tu fe deben estar de acuerdo.

Dios le dijo a Josué «nunca se aparte de tu boca este libro de la ley«. Otra versión dice «recita siempre el libro de la ley, medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que está en el escrito. Así prosperarás y tendrás éxito», (Josue 1:8).

No es suficiente con guardar la fe en el corazón, le damos vida a la Palabra confesando, recitando la Palabra de Dios. Las promesas se activan cuando lo que creemos en el corazón la boca lo declara.

Respondamos estas preguntas: ¿Qué clase de mujeres somos? ¿Cómo reaccionamos frente a los problemas? ¿Queja? ¿autocompasión? O comenzamos a declarar: la gloria del Señor se va a manifestar a través de esta situación. Señor, hoy creo que aunque me sienta rodeado de problemas, TÚ ESTÁS rodeando mi vida, tú eres mi muro de protección, así como Jerusalén tiene montes a su alrededor TÚ ME RODEAS. Tú peleas mis batallas, nunca me dejas ni me abandonas (Salmo 125:2).

Lo que el enemigo quiso hacer para mal tú lo transformas en bendición porque te amo. Esto lo vas a transformar en beneficio para mí. De esta vamos a salir y vamos a salir mejor. Esto es profetizar victoria, un gran avance. Usa tus palabras para traer un cambio a tu situación, algunos solo usan sus palabras para describir las situaciones. Habla vida, sobre favor del Señor, sobre el bien del Señor.

¿Como podemos cambiar?

Llenándonos de la Palabra de Dios. 

Mateo 12:34: «De la abundancia del corazón habla la boca«.

Colosenses 3:16: «Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón».

Desarrollando la fe y la paciencia.

Hebreos 6:11-15: “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa”.

Destaco un detalle de Abraham y Sara. Dios les cambió el nombre a ambos. Sabemos que el nombre no se elegía porque estaba de moda o era lindo, sino que revelaba alguna particularidad de la persona o aspecto de su personalidad. Cada vez que Abraham se presentaba estaba expresando con palabras la promesa de Dios, cada vez que lo llamaban estaban declarando la promesa de Dios. De continuo estaba recordando la Palabra de Dios.  Abraham, el padre de la fe, por más de 20 años declaró, profetizó, habló con sus labios la Palabra, la promesa de Dios.

También Dios le cambió el nombre a Sara que significa princesa. Una mujer en esa época que no podía tener hijos, era menospreciada, inferior. Pero tan grande es nuestro Dios que al cambiarle el nombre le estaba cambiando el rótulo que la sociedad le había dado. Día tras día Sara escuchaba: princesa, princesa. No se cómo te han llamado, las palabras negativas que hayan soltado sobre tu vida, querida mujer, hoy escucha la palabra del buen Padre que está en los cielos que te llama princesa, amada, capaz, sabia, valiosa, ¡importante!

Permite hoy que la Palabra de Dios transforme esas áreas de tu vida trayendo libertad. Permite que la verdad de Dios exponga y destruya toda mentira del enemigo. Experimenta el poder sanador del amor de Dios para que te conviertas en un instrumento de bendición en Sus manos. 

Alejandra Cabrera
Alejandra Cabrerahttps://www.visiondefuturo.org/?fbclid=IwAR2g38Jti84gFZaMKHlMm2MWyC1zL4cn2rP-a0Q7sC7s9VFlSKLPL5c3Rqg
Alejandra, junto a su esposo, presiden como Pastores Principales de la Iglesia Visión de Futuro con más de 240 iglesias en el país. Autora de publicaciones que ministran sanidad interior. Mes a mes escribe el devocional Aliento Cotidiano y conduce, junto a su esposo, el programa Visión de Futuro. Dios puso en ella el llamado a la oración y está levantando un ejército de intercesión a lo largo y ancho del país. Madre de cuatro hijas y abuela de 5 preciosos nietos.

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