La sabiduría humana busca solucionar problemas humanos, pero la sabiduría de Dios busca que Dios pueda ser expresado como fue la intención original. Podremos estar pasando por el peor momento de nuestras vidas pero aun así seguir expresando a Cristo.
“No existe cosa creada que nos pueda separar del amor de Dios en Cristo”, decía Pablo. Dios a través de la experiencia de la cruz nos regenera, nacemos de nuevo y nuestro espíritu vuelve a vivir y vuelve a funcionar el ser integral. Así volvemos al plan original: ser una expresión de Dios en la tierra. Esto es posible por el Espíritu de Cristo impartido en nuestro espíritu.
En Efesios 5 encontramos además que Pablo hace referencia a la familia como la representación de realidades espirituales. Se nos dio vida en nuestra unión con Cristo y fuimos metidos en la familia-Iglesia (como en el origen).
Las autoridades espirituales son una representatividad delegada por Dios, no es personal. Y por la cruz Dios nos vuelve a introducir en un ámbito donde todo está provisto, donde todo está resuelto, donde no tenemos necesidad, donde estamos completos en Él: ese ámbito es Cristo.
En Romanos 8.29 encontramos que Dios nos predestinó (es un destino previo). Él pre-destinó que todos seamos transformados a la imagen de Su Hijo. Todo su plan siempre fue Cristo. Somos vasos de barro, si Dios perfecciona el vaso no es para que se vea el vaso sino para que se vea el tesoro que porta el vaso.
Necesitamos considerarnos el menor porque el verdadero tesoro que portamos es Cristo y Dios está trabajando para que Él aumente en nosotros. Nuestra oración debe ser que cada circunstancia colabore para que Cristo crezca en nosotros. Porque el plan eterno de Dios es darse a conocer a través de Cristo en nosotros.
Entonces, las tres palabras con las que podemos definir o resumir las Escrituras según el plan eterno de Dios son: anunciado, encarnado e impartido.
– Cristo fue anunciado: comienza Dios mismo haciéndolo y desde allí, todo en el Antiguo Testamento hasta Malaquías anuncia a Cristo.
– Luego, Cristo es encarnado en Jesús de Nazaret. Fueron 33 años y medio en el que Dios ama tanto a su creación que decide darse a sí mismo, dar a Su propio hijo, encarnado en un ser humano para entregar su vida en la cruz.
– Y después de la cruz, de la resurrección, de la ascensión, viene el espíritu de Cristo y es impartido en la Iglesia. El último de tiempo como lo llamaban los apóstoles, es desde la cruz en adelante hasta que el Señor vuelva. El plan de Dios se consumó en la cruz, porque Jesús dijo “consumado es”. Somos UNO con Él, “ya no vivo yo más Cristo vive en mí”, decía Pablo. Cristo está en nosotros.
Si entendemos que la historia según Dios es Cristo, vamos a comenzar a cambiar de perspectiva y dejar que Dios trabaje en nosotros.
Una sola persona en toda la tierra decía hace 2000 años: “el que ve al Hijo ve al Padre”. Hoy somos millones en la tierra que portamos al Hijo y si Él aumenta en nosotros entonces podremos manifestarlo. Esa debe ser nuestra lucha y trabajo todos los días.
DAVID FIRMAN
Escribiendo a los Colosenses Pablo nos recuerda que fuimos trasladados del reino de las tinieblas al Reino de la luz, que Cristo es la cabeza y nosotros Su cuerpo. Cabeza y cuerpo son la misma persona. Cristo está en la tierra a través de la Iglesia.
El misterio revelado hace 2000 años es Cristo en nosotros, la esperanza de Gloria. Cuando nos unimos a Cristo, nos volvemos una figura pública, porque nuestra vida consiste en dar a conocer al Padre.
En esta carta de Pablo a los Colosenses él definía su lucha y trabajo como “presentar a todo ser humano perfecto en Cristo”. Nuestras profesiones, nuestras ocupaciones, son sólo una anécdota, una manera de ser instrumentos de justicia, una manera de estar infiltrado en la sociedad para que Cristo sea visto.
Nuestro universo interno es más grande que el universo externo porque Cristo vive en nosotros. Somos Cristo en la tierra porque estamos unidos a Él como cabeza. Hoy podemos y debemos decir: “el que ve al Hijo, ve al Padre”. Esa es la historia y esa es nuestra verdadera razón de vivir.