Es necesario definir qué vamos a dejar a las próximas generaciones. Porque no todo lo que moviliza a un hijo de Dios es Dios.
Todo lo que tiene que ver con la vida de la Iglesia debe estar enfocado exclusivamente en cosas que tengan un peso eterno, de manera que, al final de cada día, mes o año, nuestra satisfacción sea el tener la confirmación del Espíritu Santo de haber sido fieles representantes de la vida de Dios a esta generación.
El llamado, su influencia y el alimento espiritual que estamos desarrollando, requiere de una profunda responsabilidad y, al mismo tiempo, una profunda exactitud.
Hechos 18:24-28 (RVR60) nos ayudará, de manera introductoria, a comprender mejor lo que estamos tratando de establecer. Dice:
«Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.«
Esta es la representación de cómo debería progresar el Evangelio en una generación. Aquí tenemos dos tipos de iglesia:
- La iglesia “Apolos”: Este tipo de iglesia ama al Señor, ama servirlo. Sin embargo, no es una iglesia “exacta”. Es instruida, desea hacer todo lo correcto, pero tiene un límite. Cuenta con buenas intenciones, pero con inexactitud espiritual.
- La iglesia “Aquila y Priscila”: Este es el tipo de iglesia que ya atravesó el proceso de ser “transformada en su mente”. Se ocupa de ser más exacta para producir frutos eternos y rebosantes de la vida de Dios. No busca lo suyo propio, sino ser guiada por el Espíritu Santo.
Dios está produciendo una mudanza, desde un tipo de Iglesia “elocuente” a “Iglesia exacta”. Dicen las Escrituras: “pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios…”.
¿Qué produjo esto? Que Apolos fuera mudado completamente. Apolos nunca hubiera sido la persona que fue si no hubiera existido en su camino alguien que lo condujera a modificar el entendimiento y sus intereses.
¿Por qué decimos que sus intereses fueron mudados? Porque cuando Dios cambia el entendimiento, los intereses personales son transformados. De hecho, Apolos pasó de ser elocuente a de “gran provecho a los que por la gracia habían creído”.
Los intereses de una iglesia demuestran quién la gobierna.
Dice Filipenses 2:19-24:
Si el Señor Jesús quiere, espero enviarles pronto a Timoteo para que los visite. Así él puede animarme al traerme noticias de cómo están. No cuento con nadie como Timoteo, quien se preocupa genuinamente por el bienestar de ustedes. Todos los demás solo se ocupan de sí mismos y no de lo que es importante para Jesucristo, pero ustedes saben cómo Timoteo ha dado muestras de lo que es. Como un hijo con su padre, él ha servido a mi lado en la predicación de la Buena Noticia. Espero enviarlo a ustedes en cuanto sepa lo que me sucederá aquí, y el Señor me ha dado la confianza que yo mismo iré pronto a verlos.
Los intereses que nos gobiernan nos definen como Iglesia, como creyentes, como hijos, y define la herencia que les dejaremos a nuestras generaciones.
Debemos preguntarnos: ¿cuáles son nuestros intereses? Porque la respuesta hablará de lo que estamos buscando, y ello dejará evidenciado el estado del corazón. Todo es una cuestión de Interés.
Pablo era gobernado por un solo interés: edificar y mantener en el Señor una Iglesia saludable en cuanto a la vida. Él lo deja expresado al escribirles: “Si el Señor Jesús quiere, espero enviarles pronto a Timoteo para que los visite. Así él puede animarme al traerme noticias de cómo están…”.
¿Pudimos notarlo? Su estado de ánimo no estaba condicionado por la situación que le tocaba vivir. Pablo estaba preso, pero la cárcel no manejaba su estado de ánimo, sino las noticias que recibiría por medio de Timoteo sobre la iglesia.
Si las circunstancias presentes determinan mi fidelidad, mi compromiso, mi amor, mi servicio, indudablemente, mis intereses no están siendo los del Señor.
Cuando Pablo dice: “Si el Señor Jesús quiere”, deja ver a un hombre que cedió sus intereses y derechos personales para vivir bajo los criterios e intereses de su Señor.
Todo termina girando en torno al interés que nos gobierna.
¿Cuál es el problema que tenemos en estos tiempos? Que no compartimos el mismo interés; no por maldad, sino porque todo está sujeto a los gustos y pensamientos personales.
Si heredamos a las próximas generaciones nuestros intereses personales por encima del interés de Cristo, el resultado será una generación extraviada de la voluntad de Dios.
Dios está edificando una generación que comparte el mismo espíritu o el mismo sentir espiritual. Releamos el v. 20 en la versión RVR60: “Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros…”.
Esta frase, “mismo ánimo”, en el griego significa ‘de un alma’, y se refiere a “la hermandad de espíritus idóneos”. Es decir, Timoteo era en pensamiento, sentimiento y espíritu igual a Pablo; se asemejaba a él en su amor por la Iglesia.
Cuando uno ama, solo sabe dar lo mejor para beneficiar al otro. Por esto, Pablo envía a Timoteo, porque era la seguridad de que la Iglesia sería edificada, cuidada y amada.
Dios no está buscando gente que se tolere entre sí, sino que sean de un alma, para que los intereses sean los de Dios. Pablo sufrió en carne propia la misma situación espiritual que la Iglesia atraviesa hoy. Una fuerte corriente antropocéntrica, donde todo se basa en lo personal, en lo propio.
Él estaba rodeado de muchas personas. Pero cuando los intereses personales fueron probados bajo presión, solo quedó aquel que compartió el mismo sentir, la misma causa, el mismo deseo eterno.
La iluminación del entendimiento que tenemos en Cristo nos lleva a brindar sin objeción todo lo que somos y responder al interés de Cristo con sacrificio y ofrecimiento.