Cuando leemos la Palabra de Dios nos encontramos con una verdad que es perpetua, tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo, por ejemplo, cuando leemos acerca de “dar fruto”, “llevar fruto” o “manifestar fruto”, no es algo casual ni milagroso sino consecuencia de obedecer a Dios y su Palabra.
Este proceso se produce en el creyente por la nueva vida que ahora tenemos en Cristo. Querido amigo leamos juntos algunos versículos:
- Fruto a su tiempo por meditar la ley de Dios (Salmo 1:3)
- Llevar Fruto para Dios (Romanos 7:4)
- Un Fruto que glorifica al Padre (Juan 15:8)
- Fruto por oír y recibir la Palabra de Dios (Marcos 4:20)
- Fruto del Espíritu en el creyente (Gálatas 5:22)
Y luego de meditar en la palabra de Dios podemos concluir en que no todo el que dice ser discípulo realmente lo es. El seguidor de Cristo es conocido por sus frutos y no solo por lo que dice: “ Así que por sus frutos los conocerán”, Mateo 7:20, su manera de vivir expone su verdadera naturaleza. Y como acentuó Jesús “todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos”, Salmo 1:3. Podemos escuchar a un mal árbol decir de sí mismo que es buen árbol hasta que probamos sus frutos, como también pueden hablar mal de otro árbol hasta que comprobamos que sus frutos son verdaderamente de la Vid del Padre.
El fruto en el creyente no se produce para gloria personal, sino que el Espíritu reproduce en los hijos de Dios el carácter de Cristo como fruto de la salvación, y esto es para la Gloria de Dios.
Este fruto es notorio a su tiempo progresivamente y eficazmente, es conocido por quienes nos rodean, “Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová”, Salmo 40:3b, dijo David, otros preguntarán ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? 1° Juan 9:8. Porque el fruto de nuestra nueva naturaleza en Cristo siempre glorificará al Padre y expondrá su obra de salvación, para que el incrédulo no solo escuche nuestro mensaje sino, también lo vea.
Pero en este artículo, también quiero hablar del fruto en el creyente como “confirmación” de su nueva vida en Cristo, como testimonio personal de su nueva naturaleza, como fruto propio de su perseverancia en Dios.
¿Qué quiero decir?
Que el creyente debe ser el primer testigo de su cambio. El fruto en el creyente es la evidencia más importante de que ha pasado de muerte a vida , tal como decía una y otra vez el apóstol Juan “en esto sabemos”, “en esto conocemos”. El fruto del Espíritu: ¡Es una confirmación! No necesito que nadie externo me lo diga, porque yo me observo y me doy cuenta, algo cambió. ¡Ya no soy el mismo!
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos”. Salmo 1:3a
Uno de los documentos históricos escrito en el 1618 dice algo así en uno de sus artículos:
“Los creyentes descansan en esta seguridad de salvación al observar en ellos mismos, con gozo espiritual y santo deleite, los frutos inconfundibles de la elección que se mencionan en la Palabra de Dios –tales como una fe verdadera en Cristo, el temor inocente de Dios, el dolor piadoso por sus pecados, y el hambre y sed de justicia, etc”.
Así que el fruto en el creyente es el resultado de la nueva vida en Cristo, fruto que glorifica al Padre, fruto que expande el Evangelio, fruto que es producido por la vida del Espíritu Santo en nosotros y fruto confirma nuestra identidad como hijos de Dios.