Conocí al Señor desde niño. Mis maestros de la escuelita bíblica que simultáneamente pastoreaban la iglesia eran misioneros y en algunas ocasiones le pedí a Dios que quería ser como uno de ellos, por su estilo de vida.

En mi caminar cristiano, siendo soltero, conocí a varios misioneros e incluso experimenté algunas actividades misioneras; dejé mi ciudad, mi zona de confort, y me trasladé a otros lugares para servir.

En el 2012 ya estaba casado con Verónica, teníamos ocho años de matrimonio. Dios despertó en mí ese anhelo de ser misionero a tiempo completo. Claro, esta vez era diferente. No fue una decisión fácil, porque ya teníamos una vida establecida; sin embargo, un año después, Dios nos movilizó y decidimos viajar hacia Argentina a cursar una escuela misionera en JUCUM, Juventud con una misión Ituzaingó, donde supuestamente sólo estaríamos 5 meses.

«Pero el entrenamiento misionero era en nuestro carácter»

Gustavo Izurieta, integrante de Centro Nacional de Oración de JUCUM y en la Iglesia Comunidad de las Naciones en Buenos Aires

Dios empezó a misionar en nuestras vidas y matrimonio, trayendo verdad y sanidad de forma integral. Allí fui entendiendo lo que era ser un misionero al carácter de Cristo.

El gusto por el fútbol, una estrategia de Dios

Desde chico siempre me gustó el fútbol, así que me hice seguidor del fútbol argentino. Eso también me llevó a interesarme en esta cultura que, de varias maneras, fue conquistando mi corazón. Ahora sé que en verdad fue una estrategia que Dios usó para movilizarme a invertir en esta tierra, servir a su gente, abrazar esta cultura. Eso era lo que yo sentía, pero necesitábamos los dos recibir una confirmación de Dios.

En un tiempo de oración en medio de nuestra escuela misionera, Dios me mostró una visión: miré una vasija que se rompía al ser golpeada frente a la bandera de Argentina, y después esa vasija era restaurada por el alfarero, a su vez, Vero recibió Mateo 19.29, “dejarlo todo por su causa”.

¡Él puso ese amor en nosotros dos por Argentina!

Llegó La Pandemia

Habíamos regresado a la Argentina, después de un tiempo de servicio misionero en nuestro país, y llegamos con el desafío de alquilar un departamento para nuestra vivienda.

Conocíamos lo difícil que es alquilar en Buenos Aires, aún más para extranjeros, y sobre eso misioneros voluntarios. En realidad, no era difícil, según nuestros cálculos, era ¡imposible!

Para este desafío habíamos recibido de parte de Dios, por medio de un grupo de intercesión en Ecuador, varias palabras e incluso una visión, de que el “lugar dónde viviríamos iba a ser una zona estratégica, al oriente de la ciudad, un espacio preparado por Él para continuar con el llamado que nos hizo”, nos agarramos de eso, y dimos pasos de fe.

Y así fue, alquilamos un monoambiente, con dueño directo, en un tradicional barrio porteño, ubicado al este de la ciudad, y nos mudamos el 19 de marzo de 2020, dos horas antes de que comenzara la cuarentena ordenada por el gobierno: fue un milagro que llegó en medio de la pandemia.

Y desde este lugar hemos continuado con el proyecto de Dios de desafiar a los jóvenes, de restaurar matrimonios, de inspirar a otros que se jueguen por Cristo.

Llevamos 7 años y siete meses sirviendo en Argentina, donde hemos podido capacitarnos en varias escuelas de JUCUM, hemos servido con niños y adolescentes por medio de Kings Kids, compartimos varios talleres enfocados en la esfera de la familia, hemos dictado el seminario Destino por Diseño (que te ayuda a conocer el propósito de Dios), tanto en Argentina como en varios países de Latinoamérica.

No hemos podido tener hijos, pero Dios nos concedió el don y la gracia de la paternidad como una herramienta para acercarnos a la gente y predicar su palabra.

Gustavo Izurieta, tiene 46 años está casado con Verónica, es de Quito – Ecuador. Hizo su escuela de Discipulado en el 2013, y actualmente sirve junto a su esposa en el Centro Nacional de Oración de JUCUM y en la Iglesia Comunidad de las Naciones en Buenos Aires.

Juventud Con Una Misión es una comunidad misionera de cristianos provenientes de diferentes trasfondos, culturas y tradiciones cristianas, dedicados a servir a Jesús alrededor del mundo. Servimos principalmente de tres maneras: a través del entrenamiento, la proclamación del Evangelio y al preocuparnos por aquellos en necesidad. Actualmente trabajamos en más de 1,200 lugares en alrededor de 180 países.