mail

Suscribite a nuestro boletín

Educando con valores del cielo

La boca de Dios es un manantial de miel, agua viva que salta para vida eterna, la boca de Dios es un río que fluye amor.

 “No solo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de boca de Dios”.

Mateo 4:4

Así como es necesario un buen alimento con todos los nutrientes para un óptimo desarrollo y crecimiento del niño, podemos afirmar que es imprescindible alimentar a los niños con el alimento del cielo qué hace vivir eternamente, ese alimento es el que sale de la boca de Dios.

Un Dios que es amor solo puede manar de su ser amor.

Su palabra es amor, en este amor crecemos fuertes y vigorosos.

Gaby Vitrano

Amados padres, sin amor, es imposible educar integralmente a nuestros hijos para que crezcan sanos, física, psicológica y espiritualmente.

EL amor es el Nutriente Divino por excelencia. En este acto de alimentarnos, Dios nos dio de sí mismo sin reservarse nada, hasta ofrendar su propia vida, nos nutre con su palabra cada día hablándonos de identidad, afirmando que somos sus hijos amados, impartiendo fe, esperanza, fortaleza y límites para cuidarnos y cuidar a otros en un mundo complejo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, miles y miles de niños a causa del conflicto quedaron huérfanos, en su mayoría estos niños fueron institucionalizados en orfanatos hospitales, quedando desamparados, atendidos por enfermeras que apenas podían satisfacer las necesidades básicas de alimento e higiene.

Inesperadamente estos niños comenzaron a dejar de fijar la mirada en los adultos cuidadores, padecían de crisis de llanto y pronto dejaron de alimentarse, irremediablemente morían. Esta enfermedad se denominó marasmo.

A principios del siglo XX el doctor y psicólogo René Spiz Observó que la tasa de mortalidad durante los primeros meses de vida era mucho más elevada entre los bebés  que carecían de estímulos benignos, de contacto físico de sus madres,  privación del amor materno en el momento del  amamantamiento, la falta de estímulo de su mirada y de su voz generaron en los niños sensación de desamparo de temor a la muerte y de angustia creciente. En resumen los niños morían por falta de amor.

El amor es el alimento sagrado que nos hace vivir, el valor supremo en donde se desprenden los otros valores del Reino de los cielos, por eso la escritura afirma: Dios es amor.

Un niño criado, educado con amor, es un niño que se sabe amado. “El perfecto amor echa fuero el temor» .1 Juan 4:18. Como consecuencia será un adulto seguro de sí mismo, con una autoestima gestionada en la aceptación de sí mismo y a los demás.

Cuando educamos en amor se estimula el desarrollo cerebral en los niños, mejora la memoria, el aprendizaje, la orientación espacial y el control de las emociones. Establecemos vínculos sanos entre padres e hijos, entre los hermanos, logrando apegos seguros, empáticos dónde se puede entender los sentimientos de los otros, aprendemos a relacionarnos con compasión y ternura. Si no hay amor no hay vínculo, sin vínculo no hay empatía, sin empatía no hay compasión y ternura.

El amor no es sobreprotección.

El cuidado es amor, pero cuando exageramos ese cuidado dejamos a nuestros hijos sin herramientas para afrontar la vida.

Acceder a todos los caprichos, hacer las cosas por ellos, como por ejemplo las tareas escolares, las tareas domésticas, resolver todo por ellos para que no se frustren,  dormir con los niños en nuestra cama matrimonial para que no tengan miedo, pelear con otros niños por nuestros hijos por sentir que no pueden defenderse, lejos de impartirles amor les estamos diciendo con nuestra actitud que ellos no pueden hacer nada bien, que sin nosotros no son nada, destruyendo su autoestima.

No los estamos validando, no los estamos amando.

Serán adultos  inseguros, inestables que no podrán enfrentar la vida, no tendrán fuerzas para afrontar la adversidad, no lograrán autonomía, tendrán relaciones llenas de ansiedad, apegos patológicos, y en otros casos crecerán con la idea de que el mundo debe servirles, estructurando una personalidad orgullosa y sin amor.

“Bienaventurado los que en la ley de Dios está su delicia” Salmo 1: 2

Si queremos que nuestros hijos sean felices, productivos, empáticos, eduquemos en amor, la ley de Dios, su palabra es dirección y amor.

La ley de Dios se resume en dos mandamientos, amar al prójimo como a uno mismo, y amar a Dios. Educar con valores es criar con amor, con ternura, con afirmación, con límites claros que nos marcan el camino para transitar seguros.

El amor alienta, anima, valida, disciplina, espera, confía, tiene pensamientos de bien, de amistad, de honestidad, justicia, virtud, valores que serán el fundamento espiritual de nuestros pequeños.

Alimentemos a nuestros hijos con el pan que realmente nutre, el pan que viene del cielo.

Gaby Vitrano
Gaby Vitrano
Junto a su esposo Marcelo Vitrano son pastores de la Iglesia Dios Es Amor, en Buenos Aires. Es docente y psicóloga social, trabaja con personas que se encuentran en consumo problemático de sustancias. Conferencista sobre problemáticas de las infancias y adolescencia. Además, es madre de Anita y Guillermina y abuela de Trinidad.

Otras

CRISTIANAS

hola
Enviar Whatsapp
error: Gracias por interesarte en las publicaciones de La Corriente, para su uso o difusión, por favor escribirnos a [email protected]