¿Han escuchado el famoso refrán que dice: «No pongas todos los huevos en la misma canasta»? Es una advertencia para no arriesgar todo en un plan o poner todo el esfuerzo en el mismo lugar. Es un buen consejo para diversificar y aprender nuevas habilidades. Pero, cuando se trata de la eternidad, nuestra fe y nuestra esperanza para el futuro, todos esos “huevos” pertenecen a una sola canasta: mi seguridad y esperanza están en Jesucristo.

Así también lo afirma David: “Guíame con tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios que me salva. Todo el día pongo en ti mi esperanza

(SALMOS 25:5, NTV)

Creo que todas podemos asentir a la declaración de fe del salmista. Pero honestamente: ¿por qué cuando se trata de ganar la batalla sobre las preocupaciones, pasar de la ansiedad a la paz de Dios, nos sentimos como si fuésemos una canasta vacía, sin fondo, nos sentimos sin recursos suficientes para enfrentar cada día?

Una de las razones es porque creo que diversificamos demasiado el objeto de nuestra fe. Y entonces vamos de aquí para allá con lo que pensamos, lo que sentimos, un poco le creemos a Dios y otro poco a las tormentas que se desatan y a los que como leones rugen con mentiras que devoran la esperanza de este día.

En el evangelio de Juan capítulo 5 encontramos al paralítico del estanque de Betesda (o Betzatá), que tiene un encuentro único con Jesucristo. Este nos confronta en medio de muchas otras enseñanzas del pasaje a la verdad de que muchas veces no recibimos lo que esperamos porque hemos diversificado nuestra fe.

«Entonces puede ser tentador encontrar el rincón más oculto y tendernos allí permanentemente, orando para poder soportar. Ignorando la verdad de Dios de que si es posible cambiar».

Fabiana Isabel López, coach ontológico y Conferencista inspiracional.

He estado usando este pasaje como una especie de mapa de ruta, y estoy agradecida por ello. Es descriptivo y no prescriptivo, lo que significa que nos dice lo que sucedió entonces, pero no necesariamente cómo debería suceder siempre. Sin embargo, sí nos muestra un estado común del corazón que nos sume en un rincón, una parálisis de la voluntad y la postura de nuestro Salvador: ser para siempre nuestra fuente inagotable de visión, futuro y esperanza.

Si lo llevamos a la práctica, diversificar la fe es:

Poner la mirada en lo que nos falta:—Señor —respondió—, no tengo a nadie» (Juan 5:7). Cuando la verdad de Dios nos dice: « Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).

Vivir con la ilusión de que alguien vendrá mágicamente y pondrá la solución frente a nosotras: “… que me meta en el estanque mientras se agita el agua…» (Juan 5:7).

Comparar el ritmo de mi avance con el de otras: «… otro se mete antes”(Juan 5:7).

La paradoja es que este hombre tenía al hacedor de milagros, a quien enciende millones de estrellas cada noche, a la fuente de toda esperanza y cambio. Pero su fe estaba puesta en cualquier otro lado.

El Señor celebra cuando nos volvemos a Él, cuando salimos de nuestro escondite. Él se detiene, te mira a los ojos y te dice: “¡Levántate!”. Levántate de donde sea que hoy te sientas derrotada y abatida, levántate porque hará de las heridas del pasado, las cicatrices que señalarán su victoria.

Levantarte y poner toda tu esperanza en Él es la única manera de ser la mujer de confianza y poder que Dios te creó para ser. Dios sigue siendo tu salvador, tu roca, tu proveedor. Él todavía está ahí para ti. Él es digno de nuestra confianza, ¡el Dios de nuestra esperanza para siempre!

Coach ontológico y Conferencista inspiracional. Coordinadora General del Programa de superación personal para mujeres 'No Me Rindo". Autora del libro "No me rindo. Pensamientos para seguir adelante". Autora de los audios "ALIENTO PARA EL VIAJE". Junto a su esposo Marcelo tienen cuatro amados hijos y sirven como pastores de iglesia Gracya en Lujan de Cuyo,