En la entrega anterior vimos cuáles son esas pautas que son muestras de genuina fe y que son señales de la verdadera salvación, como el hambre de conocer la palabra de Dios, la expresión sincera de nuestra fe, el amor a los santos y la congregabilidad y la capacidad para dar testimonio de la gracia divina.
La salvación del espíritu y la salvación del alma
Cualquier forma de salvación que no proponga una manera de vivir en la tierra estará incompleta. El Evangelio nos anuncia vida eterna y, con ella, una propuesta a ser parte de la expresión de lo verdadero en nuestros días.
“Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”. 1 Corintios 3:12-15
“¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa”, Lucas 6:46-49.
Los principios que se encuentran en esta parábola son los siguientes:
- Todas las personas construyen algo en la vida.
- Todos somos responsables y constructores de una vida interior.
- La construcción proviene del hacer y también del no hacer.
- Toda construcción de vida es probada por las circunstancias.
- Tormenta y adversidad acontecen a todos.
La salvación del espíritu y la salvación del alma en las Escrituras
Por Cristo Jesús Dios nos salvó. Esa es la única salvación verdadera a la que el hombre puede acceder. Una obra salvadora que se expresa de dos maneras: una eterna y otra temporal. La expresión eterna de la salvación es la vida eterna que nos fue otorgada por la fe en Jesucristo. La vida en el Espíritu es vida eterna (Juan 3:14-16).
La expresión temporal de la salvación es la manifestación de la vida espiritual. La vida espiritual, como una semilla, crece para manifestar un fruto.
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”, 1 Corintios 5:4-5.
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”, 1 Pedro 1:6-9.
“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor”, 1 Pedro 2:1-3.
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”, 2 Timoteo 3:14-15.
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”, Filipenses 2:12-13.
La madurez y la salvación del alma
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, Hebreos 10:35-11:1.
La obra completa de la cruz de Cristo se expresa en la vida espiritual que nos fue otorgada: nuestra salvación. Esa vida contiene una instrucción en aquellos llamados a la salvación, que es expresarse y darse a conocer. El fruto del Espíritu es el resultado de una vida espiritual expresándose en el alma.
“La salvación del alma es un proceso que debe observarse día a día”.
Pastor Abel Ballistreri
El alma se salva por madurez (1 Pedro 2).
“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Gálatas 4:1-7
La inmadurez esconde al hijo, haciendo que se parezca a un esclavo. El Evangelio incluye el llamado de Dios a la madurez y la expresión de Su naturaleza.
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”, 1 Corintios 3:1-3.
“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”, 2 Tesalonicenses 2:13-14.
El alma del hombre es compleja, con todos sus intrincados sistemas: pensamientos, emociones, recuerdos, carácter, cultura nacional, cultura familiar, talentos, anhelos, etc. Pero su complejidad no le da firmeza, sino que el alma (al igual que el cuerpo) es compleja pero frágil.
El alma es un espacio de construcción. Todo lo que conocemos del alma humana es aquello que fue contraído en algún momento del tiempo, y en la próxima parte de esta serie hablaremos sobre la construcción del alma.