Más de 400 empresas estadounidenses se unieron en una coalición que apoya el proyecto, entre ellas se encuentran Coca-Cola, Pepsi y Apple.
La norma fue aprobada por la Cámara de Representantes este año, con 224 votos a favor y 206 en contra, y ahora debe ser tratada por el Senado. Human Rights Campaign, el mayor grupo de presión en favor del colectivo LGTB, anunció que la «Coalición Empresarial por la Ley de Igualdad» aumentó a 418 organizaciones importantes.
La lista incluye a las principales empresas de los Estados Unidos, entre las que se encuentran Facebook y Twitter junto con las aerolíneas, American, United, Delta y Southwest. Además, integran la coalición algunas entidades de medios, entretenimiento y tecnología, como Apple, Netflix, Walt Disney, AT&T, Sony, Verizon y Comcast, y otras de alimentos, como Coca-Cola y Pepsi. En total, la coalición emplea a más de 14 millones de personas, según Human Rights Campaign.
Los detalles del proyecto
La norma actualizaría la Ley de Derechos Civiles de 1964, creada para combatir el racismo, y agregaría la orientación sexual y la identidad de género como clases protegidas. El nuevo código anularía la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa de 1993, que brinda a las personas una forma de desafiar los requisitos gubernamentales cuando sienten que se ven afectados sus derechos religiosos.
Los panelistas en una audiencia del Comité Judicial del Senado en marzo predijeron que miles de organizaciones religiosas serían clausuradas o castigadas por el gobierno si la Ley de Igualdad se convierte en ley.
Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico Bautista del Sur en Estados Unidos Advirtió este año que el proyecto de ley podría significar «la muerte efectiva de la libertad religiosa» en ese país.
Según explicó Mohler el texto de la Ley de Igualdad «no incluye ningún reconocimiento del derecho de las universidades y escuelas cristianas a contratar maestros de acuerdo con las convicciones religiosas declaradas de la escuela». Y agregó «la Ley de Igualdad, por lo tanto, representa la amenaza de la coerción del gobierno contra cierta estructura de teología, doctrina y moral».
El evangelista Franklin Graham sostuvo hace algunas semanas que el proyecto “es solo una cortina de humo para obligar a los estadounidenses a aceptar la agenda LGBTQ y crea mucha desigualdad para los cristianos y todas las personas de fe”.