Recuerdo que cuando comenzó la pandemia por Covid (sin dudas un momento muy duro en nuestra historia), mucha gente me escribía por las redes sociales preguntándome “¿dónde está Dios?”, “¿cómo se explica esto?”, “¿POR QUÉ pasan estas cosas?” y eso me inquietó mucho. En primer lugar, porque la mayoría eran hermanos en la fe y, además, porque si no podemos explicar estas cosas eso se multiplica en las generaciones.
Realmente para mí fue muy preocupante en ese momento escuchar a hermanos nuestros, cristianos, hijos de Dios, preguntándose dónde está Dios y sin saber qué es lo que Dios está haciendo. Eso es una gran tragedia para la tierra porque para eso fuimos creados y Dios está esperando que nosotros seamos sus representantes aquí. Eso lo encontramos en la hoja uno de la Biblia. Luego, miles de años después de la hoja uno, Jesús vino encarnado en un ser humano y decía: “el que ve al Hijo ve al Padre”, y hoy sabemos por las Escrituras que el Hijo vive en nosotros.
“Ya no vivo yo, vive Cristo en mí”, decía Pablo. Hemos sido hechos “participantes de Su naturaleza”, decía Pedro. “El que tiene al Hijo tiene la vida y el que no tiene al Hijo no tiene la vida”, decía Juan. Entonces, ¿dónde está Dios? ¿qué debería ver la gente en nosotros? Deberían ver al Padre porque Cristo está en nosotros. Es en la persona de Su Hijo que el Padre es visto. Cristo vive en mí y debería ser visto a través de mi vida, si es que Cristo sigue creciendo en mí.
Tenemos dos maneras de ver la historia. Desde la perspectiva humana: que es ver desde donde nací, desde lo social, económico o político que me tocó vivir; o desde la perspectiva o realidad de Dios. Sabemos, por las Escrituras, que la respuesta a todo problema humano es Cristo, pero la pregunta es ¿la respuesta a qué? Y la respuesta más rápida a esta pregunta es “la salvación”. Pero necesitamos entender que la salvación es mucho más que un ticket para ir al cielo (aunque lo incluye).
Hace aproximadamente unos 8 años Dios empezó a despertar en mí algunas preguntas: “¿será que ser cristiano es esto?”, «¿no habrá algo más?», «¿no nos estaremos perdiendo de algo?», “¿será que ser cristiano es ir los sábados o los domingos a una reunión, a un culto?” Meditando por meses en estas preguntas, un día Dios me confrontó y me dijo: “¿podés explicar lo que significa ‘consumado es?», «¿Tu hijo de 12 años puede explicar el ‘consumado es’?», parecen preguntas sencillas, pero para ese entonces yo era tercera generación de creyentes, ya había escrito 6 libros, en algunos lugares me llamaban pastor, había estudiado en el instituto bíblico, mucha gente me conocía, tenía títulos terciarios y universitarios, pero no sabía explicar el “consumado es”.
El “consumado es” de la cruz significa: “hecho está, terminé lo que tenía que hacer”. La pregunta entonces es: ¿Qué se consumó? Y si no podemos explicar esto, entonces no podemos explicar qué es ser cristiano porque luego de la cruz es vivir todo lo consumado en la obra de la cruz.
«El Señor está despertando a Su Iglesia a conocer Sus misterios, ya que el mundo funciona con incógnitas, pero un misterio es algo que es verdad pero que simplemente yo no lo estoy viendo y que el Señor me lo quiere revelar».
David Firman
Necesitamos entender la perspectiva de Dios
La vida de Dios, Su generosidad, Su amor, no se pueden fingir. Por eso Pablo le reconoce a Timoteo la fe no fingida de su mamá, de su abuela y la suya. La hoja uno de la Biblia dice que Dios creó al ser humano para darse a conocer y para que multiplique lo eterno en las generaciones. Por diseño, nadie puede dejar de multiplicar algo en las generaciones. Pero Dios nos llamó a multiplicar lo eterno, que es un siempre presente, es Dios mismo, es un ámbito donde Dios se mueve. Lo eterno es lo que necesitamos entender porque si no podremos encontrarnos multiplicando la perspectiva natural o temporal en las generaciones.
Jesús vino y dijo “vine a recuperar lo que se había perdido”. ¿Qué se perdió? En el origen se perdió la vida espiritual. Dios le dijo al primer Adán que si comían el árbol equivocado iban a morir y murieron espiritualmente, quedaron desconectados de Dios. El antídoto para el ser humano es la vida espiritual, ya que está muerto para Dios y la vida está en Su Hijo.
Comencemos desde el principio a entender la historia desde la perspectiva de Dios. Hace algunos años, con la ayuda del Señor, pude entender tres palabras con las que podemos definir o resumir las Escrituras según el plan eterno de Dios. Comencemos por la primera: anunciado.
"PONDRÉ ENEMISTAD ENTRE TÚ Y LA MUJER, Y ENTRE TU SIMIENTE Y LA DE ELLA; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón" (Génesis 3. 15 NVI).
Vemos aquí a Dios mismo hablando, Dios está anunciando algo, está hablando de la simiente de la mujer que es Jesús. A partir de aquí, CRISTO empezó a ser ANUNCIADO. Los profetas lo anunciaban, las historias lo anunciaban, todas las figuras, sombras, tipos, el dintel con sangre, el cordero que se sacrifica, la mesa de la propiciación, el maná. TODO era símbolo y sombra de Cristo, de lo que iba a venir.
Entonces, tú le dirás de mi parte al faraón: “ISRAEL ES MI PRIMOGÉNITO. Ya te he dicho que DEJES IR A MI HIJO para que me rinda culto, pero tú no has querido dejarlo ir. Por lo tanto, voy a quitarle la vida a tu primogénito”. (Éxodo 4. 22 – 23 NVI).
Vemos que Moisés no se representaba a sí mismo, él iba de parte de Dios. También vemos aquí que desde la perspectiva del faraón eran aproximadamente dos millones de personas las que tenía esclavizadas, pero desde la perspectiva de Dios era Su Hijo: era la figura profética del cuerpo de Cristo que es Su Hijo en la tierra.
Podemos ver también en Éxodo 19 que Dios quería una nación que lo represente delante de las otras naciones y es el pueblo el que elige que Moisés sea un representante entre Dios y el pueblo, no fue Dios quien lo eligió.
El plan de Dios siempre fue el real sacerdocio de todos y eso lo recuperamos en la cruz.