En varios países vecinos, como Chile en 2008 o Perú en 2017, se ha instituido, mediante la promulgación de una ley, conmemorar el Día de las Iglesias Evangélicas el 31 de octubre. En el caso de Argentina, que cuenta en la actualidad con más del 15% de la población perteneciente a la comunidad evangélica y con presencia histórica desde los comienzos fundacionales de la Nación, todavía no cuenta con una ley que honre a las confesiones cristianas no católicas.

En algunas provincias de Argentina, como, por ejemplo, Entre Ríos (Ley 10.224 del año 2013) y Buenos Aires (Ley 14.974 del año 2017) ya cuentan con una ley que permite la celebración de ese día. Sin embargo, no existe todavía una Ley Nacional que establezca el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas. El último proyecto presentado el 12/03/2020 no fue tratado en comisión y perderá al finalizar este año estado parlamentario.

Seguramente será presentado nuevamente, ya que lo que se busca es profundizar la igualdad religiosa que debe existir entre los diversos cultos que se profesan libremente en nuestra Nación y así reconocer a la población evangélica poniendo en valor su fe y el trabajo admirable que cada congregación realiza en su barrio, contribuyendo sin dudas al desarrollo integral y la paz social de nuestra Nación.

La fecha surge de aquél episodio del 31 de octubre de 1517 en Alemania, cuando un joven monje de la orden de San Agustín, Martín Lutero, clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa y cinco tesis, con la intención de debatirlas entre teólogos. Convencido de que ya era tiempo de enfrentarse a los abusos de la doctrina de las indulgencias y a la autoridad papal que permitía esos abusos, Lutero escribió unas proposiciones, no para provocar un cisma sino, por el contrario, su interés nacía del deseo de reformar la Iglesia en aquellos aspectos en que entendía que se había apartado de los fundamentos bíblicos y la doctrina apostólica.

Cinco Solas

Cinco Solas es el nombre que se usa para referirse a las cinco frases en latín que surgieron en lo que se conoció como la Reforma Protestante. Todas y cada una de esas solas expresaban cinco creencias fundamentales que los reformadores entendían como pilares esenciales para la vida y práctica cristiana y que se oponían a doctrinas y prácticas extendidas a comienzos del siglo XVI en la cristiandad latina.

  • El principio de Sola Scriptura enseña que solo la Biblia es la palabra de Dios autoritativa e inspirada, por consiguiente, la única fuente de autoridad y que es accesible para todos. Esto significa que la Biblia no necesita interpretación fuera de ella misma. Esta idea que se oponía directamente a las enseñanzas de que la Biblia sólo podía ser interpretada fielmente por medio de la tradición apostólica, representada por el Magisterio de la Iglesia, que es la autoridad eclesiástica.
  • Sola fide (“Solo por la fe Dios salva”) es la enseñanza que dice que la justificación se recibe solo por la fe, sin necesidad de buenas obras. Aunque la fe salvadora siempre se evidencia por las buenas obras, no es por las obras que se recibe la salvación.
  • Sola gratia es la doctrina que sostiene que la salvación viene solo por la gracia de Dios; es decir, por un “favor inmerecido” y no como algo que el pecador pueda conseguir por sus propios méritos.
  •  Solus Christus(“solo Cristo” o solo a través de Cristo). Solo Jesucristo es el único mediador entre Dios y el hombre y no hay salvación por medio de ningún otro camino que no sea Jesús.
  • Soli Deo gloria (la gloria solo para Dios) enseña que toda la gloria es solo y únicamente para Dios.

Éstas Cinco Solas han caracterizado los fundamentos de la Reforma Protestante y el surgimiento de las iglesias conocidas como históricas: Iglesia Luterana, Reformada, Presbiteriana, Anglicana y Anabaptista.

Las iglesias evangélicas son derivadas de las misiones europeas de las iglesias protestantes al continente americano. De allí surgieron las iglesias bautistas, pentecostales, hermanos libres, metodistas, entre otras, como diferentes expresiones del cristianismo evangélico, pero fraternalmente hermanadas por un conjunto de doctrinas en común que permiten la unidad en medio de la diversidad.

Situación actual

Frente a la situación real, conocida y verificada del Estado de corrupción que afecta a toda la Argentina, cabe preguntarnos qué podemos hacer. Me pregunto si no es hora de que los argentinos oigamos la Palabra de Dios y la obedezcamos. Nuestro país se autodenomina cristiano y se declara sostenedor de los principios de la fe cristiana.

Nuestros gobernantes juran fidelidad a las leyes de la Nación e integridad en el desempeño de sus responsabilidades, y certifican su voto frente a los Evangelios. La cultura nacional, en toda la rica gama de sus producciones, expresa muchos de los principios fundamentales que emanan de la doctrina cristiana. Sin embargo, creo que es válido preguntarnos si todo esto es real o una mera ficción bien elaborada, con la que pretendemos engañarnos a nosotros mismos.

¿Cuántos argentinos, que se autodenominan cristianos, conocen la enseñanza de Cristo y la viven? ¿Cuántos de los que juran por los Evangelios han leído, siquiera una vez, el precioso contenido del libro sobre cuyas tapas apoyan sus manos? Y lo que es más importante todavía, ¿cuántos aplican a su gestión de gobierno los principios que en él se enseñan?

En definitiva, ¿hasta dónde la Sola Scriptura es la base de nuestro ser nacional? ¿En qué medida la Biblia y su mensaje es el código que determina nuestros principios morales y espirituales? Me pregunto si la crisis moral que estamos atravesando no es una respuesta concreta a los interrogantes que hemos planteado.

Generalmente hablamos de corrupción en todas las áreas de la sociedad. ¿No será que este estado de corrupción es consecuencia de una situación todavía más profunda? Hemos afirmado que el estado de corrupción argentino es expresión de una crisis moral y espiritual. Tenemos un gran problema de moralidad. ¿No será que es allí donde debemos buscar las verdaderas raíces de nuestros males actuales?

Qué importante es recordar las Cincos Solas y volver a los fundamentos de nuestra fe cristiana. Es urgente volver a la Biblia, a su mensaje transformador, a sus valores de bien universales y a la aplicación de sus principios eternos. Que el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas nos haga recordar el rol y la misión que tenemos en este mundo de manifestar en palabra y en obras la buena noticia del Evangelio a fin de expresar la bendición y la gracia infinita de Dios a nuestro querido país.