“Hacerlo solo es más fácil”. Muy probablemente si estás en el desarrollo de lo profético, éste haya sido tu pensamiento en alguna oportunidad.

A menudo existe la tentación de darle la espalda a la comunidad cristiana en general y correr hacia el barranco de Elías o el desierto de Juan el Bautista: ese lugar donde solo somos nosotros mismos y la voz de Dios. 

Después de todo, muchos de nosotros necesitamos un lugar de tranquilidad y soledad para poder escuchar a Dios con claridad: un lugar donde no tengamos que explicar o defender nuestra sensibilidad profética, un lugar donde podemos perseguir la dulce presencia de Jesús sin interrupciones. 

“Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común”, Hechos 2:44 (NVI).

Los profetas necesitan comunidad

Cuando miramos a las personas proféticas en nuestras congregaciones, a menudo encontramos que ocupan esos lugares más aislados: tal vez desconectados de una comunidad y, con frecuencia, al margen de la vida de la iglesia. 

El aislamiento y la separación son tentaciones para muchos profetas. Cuando puedes escuchar a Dios tan bien por ti mismo, es fácil terminar pensando: “No necesito a nadie más, ¡puedo escuchar a Dios!”. Cuando has encontrado malentendidos e incluso rechazo debido a tu llamado profético, es muy fácil retirarse emocional y espiritualmente de la comunidad cristiana de la que formas parte. Pero un profeta aislado es un profeta inentendible y ese es un lugar peligroso para los profetas. 

El lugar más precario para el ministerio profético está justo al margen: muy lejos del liderazgo, muy lejos del corazón central de la iglesia, muy lejos de las relaciones responsables. Y en este lugar es muy fácil para el profeta terminar siendo una voz crítica fuera de la iglesia, manifestando el deseo de independencia y negándose a someterse a ningún consejo o corrección.

Para obtener una perspectiva bíblica sobre el ministerio profético es importante ver el gran cambio que ocurre a medida que avanzamos del Antiguo al Nuevo Pacto con respecto al papel y ministerio de los profetas. Los profetas del Antiguo Testamento a menudo tenían que ministrar como “solitarios”: a veces eran una sola voz en medio de una nación corrupta y rebelde, frecuentemente con un mensaje dirigido a los no creyentes. Estaban trabajando en aislamiento y alienación. 

Sin embargo, el Nuevo Testamento pinta una imagen muy diferente del ministerio profético y el contexto en el que opera. La comunidad es el lente crucial a través del cual ahora debemos ver los dones proféticos, y al mirar el modelo de profecía del Nuevo Testamento vemos que su verdadero hogar es una comunidad saludable y próspera del pueblo de Dios. La iglesia se ha convertido en el centro de la actividad profética: una familia de oyentes que perciben juntos la voz de Dios.

Los profetas del Nuevo Pacto necesitan comunidad. A Jeremías y compañía les fue muy bien ministrando de manera aislada, pero, bajo el Nuevo Pacto, el compromiso con la comunidad es el acuerdo para todos, independientemente de cuál sea nuestra gracia en el ministerio quíntuple. Jesús nunca dejó que sus discípulos hicieran nada por sí mismos.

Para tener un ministerio equilibrado y fructífero tenemos que superar los desafíos de la comunidad y buscar una comunión profunda con nuestros compañeros creyentes.

Es vital que las personas proféticas tengan una fuerte dimensión interna de sus vidas, totalmente integradas en la comunidad, con relaciones saludables con otros creyentes. Dios nos creó para ser seres sociales y Su diseño para Su iglesia es que seamos un solo Cuerpo. De hecho, el amor que los cristianos tenemos los unos por los otros es la marca que nos identifica como discípulos de Jesús (Juan 13:35). Todos estamos llamados a vivir nuestra fe junto a los demás.

Los profetas necesitan un sentido de pertenencia, de modo que cuando traen una palabra a la iglesia son escuchados porque son parte de la familia. El trabajo de un líder es ayudar a los profetas a encontrar una comunidad de apoyo. Pero más importante que eso es la necesidad de crear una cultura donde los profetas puedan obtener una visión de comunidad, de modo que puedan mantener un corazón suave hacia el Cuerpo, un corazón para edificar el Cuerpo. 

Por lo tanto, debemos crear un entorno que garantice que estén firmemente integrados en la comunidad, un lugar donde los profetas se sientan amados, aceptados, valorados e invitados. Queremos crear una cultura que comunique que los profetas —y todo lo que traen— son valorados.

Una cultura fuerte de comunidad, mejorada por el lenguaje correcto, será clave para el desarrollo saludable de los profetas. Una comunidad fuerte, naturalmente, creará confianza, y vale la pena reconocer que muchas personas proféticas tienen que superar su miedo al juicio y al rechazo para madurar y prosperar. 

Es realmente importante que los profetas sientan que pueden confiar en que su comunidad no los rechazará si comparten la revelación que han recibido. Una comunidad fuerte creará un ambiente de sumisión saludable y respeto mutuo: el profeta se complace en someterse a su líder porque son parte de la misma familia.

Si sentimos la tentación de hacerlo solos, a continuación compartimos algunas preguntas de búsqueda que podemos hacernos, las cuales nos ayudarán a mantenernos enfocados en amar y bendecir a nuestra comunidad:

  • ¿Estoy comprometido con la comunidad de mi iglesia?
  • ¿Estoy sometido a mis líderes?
  • ¿Soy responsable de mi vida y mi ministerio profético?
  • ¿Me estoy haciendo vulnerable a los demás?