El ministerio profético está conectado al Espíritu Santo, eso lo analizamos en la entrega anterior, en esta ocasión profundizaremos en cuál es el propósito de la profecía.
1 Corintios 12:6-12 (RVR1960) “Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría, a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu, a otro, fe por el mismo Espíritu, y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros, a otro, profecía, a otro, discernimiento de espíritus, a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”.
El don de profecía
Hace unos años escuché una descripción de la palabra “profetizar” que me gustaría introducir en este artículo: profetizar significa “expresar palabras inspiradas por Dios para transmitir a Cristo al Cuerpo”. De acuerdo con 1 Corintios 14:31, todos los creyentes pueden ejercitar este don en determinadas ocasiones como el Espíritu quiera. Todos pueden profetizar, uno tras otro, y no más de tres, en cualquier reunión (1 Corintios 14:29-33).
Tres malentendidos sobre las profecías
No deben ser confundidas con una prédica
Muchos, hoy en día, insisten en que el don de profecía es la habilidad de predicar bien. Sin embargo, la predicación y la enseñanza son generalmente el resultado de la meditación en oración de la Palabra de Dios y de una preparación meticulosa de nuestra mente y espíritu, para que podamos impartir un entendimiento a la iglesia. En contraste, el don de profecía no es el resultado de un estudio meticuloso, sino una expresión verbal espontánea por el Espíritu.
El don de profecía no es para predecir el futuro
Este don es para “clarificar y alentar en el presente” en lugar de “predecir el futuro». Su propósito es la edificación, exhortación y consolación y no la predicción de eventos futuros. Siempre que hay un elemento de predicción en una profecía, en general, es porque hay otro don (palabra de conocimiento o sabiduría) operando conjuntamente.
Este don no es para una dirección personal
Si estamos en necesidad de una dirección personal deberíamos pedir esto al propio Señor (Santiago 1:5). También podemos buscar tal dirección en las páginas de la Palabra de Dios, la Biblia. Si una expresión profética viene a nosotros con instrucciones para el futuro, esto debería solo confirmar lo que Dios ya nos mostró personalmente. La profecía proveniente de otros nunca deberá violar nuestra voluntad o nuestra habilidad para tomar decisiones.
Muchas personas que se han movido dentro de la profecía en tiempos modernos, han seguido el modelo de los profetas del Antiguo Testamento, tratando de dirigir a la iglesia o sus movimientos siguiendo viejas reglas, reglas que simplemente no tienen la expiación y la restauración de la relación con Dios dentro de su teología; esto puede provocar un control y una manipulación devastadora del rebaño, porque cuando pensamos que Dios ha hablado y utilizamos lo que escuchamos para dirigir y liderar a la gente por senderos que normalmente no tomarían, estamos violando sus propios caminos de fe con Dios.
Siete entendimientos correctos acerca de la profecía
1. Es para que se hable a los hombres (1 Corintios 14:3).
Esto transmite la mente del Señor a la iglesia. El que profetiza está hablando a los creyentes en nombre de Dios para su edificación, exhortación y consolación.
2. La profecía convence a los indoctos (1 Corintios 14:24-25).
A través de la operación del don de profecía…
- A.Ellos serán convencidos de todo.
- B.Serán juzgados de todo.
- C.Los secretos de sus corazones serán manifestados.
- D.Ellos se postrarán delante de Dios con humildad.
- E.Reconocerán que Dios está verdaderamente entre nosotros.
- F.Adorarán a Dios.
3. La profecía funciona para que los creyentes puedan aprender (1 Corintios 14:31).
Esto no se refiere a la enseñanza que normalmente viene de la exposición de la Palabra de Dios a través del ministerio de un maestro. Al contrario, es el aprendizaje de verdades espirituales a través de la unción del Espíritu. Tales enseñanzas deberían ser probadas por la Palabra de Dios escrita, antes de ser digeridas y confirmadas por la autoridad del lugar.
4. Todos deberían anhelar y buscar con celo este don (1 Corintios 14:1, 39).
Pues, de esta manera, podemos ser usados por Dios para animar a Su iglesia.
5. La persona que está operando en este don es responsable por su uso o abuso (1 Corintios 14:32).
La profecía no es una expresión vocal incontrolada. Ni tampoco el que profetiza está bajo cualquier especie de trance o control mental. Él tampoco está haciendo o diciendo nada contra su voluntad. El espíritu de profecía está sujeto al profeta. Es el profeta quien está hablando en nombre de Dios y, por consiguiente, tiene control, en todas las ocasiones, de todo cuanto esté diciendo.
6. A razón de que el elemento humano es falible, las profecías deben ser juzgadas (1 Corintios 14:29).
7. ¿Cómo juzgaremos una profecía?
Una profecía genuina, llena del Espíritu…
- Nunca contradirá la Palabra de Dios escrita. Por lo tanto, todas las expresiones proféticas deberán ser “probadas” por la Palabra de Dios. Dios nunca nos diría, por profecía, que hiciésemos algo que Su Palabra prohíbe.
- Siempre exaltará a Jesucristo y nunca lo difamará.
- Edificará, exhortará y consolará a los creyentes. Nunca deberá dejarlos confusos, afligidos e inseguros.
- Debería “testificar” con la mayoría de los creyentes presentes, especialmente los más maduros, ya que son ellos mismos frecuentemente usados en la operación de los dones vocales.
- No quebrará el espíritu de la reunión, aunque ella pueda cambiar su dirección.
- Si tiene un aspecto de predicción, este vendrá a cumplirse.
- Es aprobada por la “prueba del fruto” (Mateo 7:16). Hablando sobre los falsos profetas, Jesús declaró: “Por sus frutos los conoceréis”. Debemos rechazar cualquiera de las así llamadas profecías que vengan de alguien cuya vida y acciones sean un oprobio a la causa de Cristo.
El propósito de la profecía es la edificación del Cuerpo
1 Corintios 14:3 (RVR1960) “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación”.
A. Edificar la iglesia.
B. Exhortar a los creyentes.
C. Consolarlos.
No hay una edificación sin un diseño y una medida. Si en una edificación hay exhortación, significa que no se está dando a la medida y si tiene que haber consolación, concluimos que se ha perdido algo: la vida de Dios. Lo profético en el Nuevo Pacto es un identificador de lo que está vivo o está muerto y cuáles son las causas de ello. Cuando estamos edificando algo divino y se está perdiendo Su vida en el proceso no puede faltar la profecía de exhortación, pero solo cuando la respuesta es sincera, con humildad y arrepentimiento, opera la consolación.
Si en la exhortación no hubiera consolación, lo único que se lograría es producir frustración. Pero toda profecía llena de gracia conlleva la esperanza de que en el interior de cada santo está Cristo. Somos conscientes de que si una palabra que se supone que es “profética” no está bañada de gracia, carece de plenitud y no completa ni perfecciona. La palabra de gracia se compone de edificación, exhortación, pero también de consolación a los santos.
La iglesia de hoy, que está expuesta a Su verdad, por momentos pasa por estados de frustración por causa de la temporada de luz que estamos viviendo acerca de lo que es la iglesia y lo que es ser iglesia —como columna y baluarte de la verdad— y lo distantes que como Cuerpo estamos de eso. Pareciera que todos los exámenes nos cayeron juntos por causa de la irresponsabilidad de generaciones anteriores, pero también esta luz es un acto soberano de la voluntad de Dios. Nuestra responsabilidad en esto es asumir con pericia el rol de la profecía, entendiendo que el fin de esta es la edificación, sea que venga por exhortación o consolación.
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