Pertenecer a tal o cual denominación, rama o entidad, es algo que puede producir choque o afinidad. Algunas de ellas son relativamente nuevas, otras llevan más de dos o tres centurias de antigüedad. Eso no las hace ni mejor ni peor que otras, simplemente abarcan o se dedican a otras cosas.
En países de gran trayectoria protestante, como Estados Unidos -nos referimos a que la mayor parte de su población es de credo protestante y las otras ramas cristianas, como el catolicismo, son minoritarias- están viviendo un proceso de crecimiento de iglesias “Nons”, en otras palabras, las congregaciones que no están adheridas a una determinada denominación.
Este fenómeno puede tener ventajas, pero también desventajas. Proponer que somos todos iguales sin distinción de denominación puede servir para lograr unidad, pero también puede desvirtuar las creencias básicas del cristianismo.
Es por esto, que en esta nota nos proponemos analizar de dónde vienen estas denominaciones, y las ventajas de estar basados o no en una de ellas.
1517: el origen de todo
La Reforma Protestante tiene su origen en 1517. Desde ese momento, la cristiandad occidental se divide en dos: la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Protestante.
Uno de los pilares principales del protestantismo era la lectura bíblica de manera grupal e individual y la libre interpretación.
De ahí, comenzaron a surgir diversos teólogos que propusieron nuevas ideas, las que lograron más desacuerdos que acuerdos. Por ejemplo, uno de los puntos cruciales era el bautismo. ¿Se debía dar este sacramento a los infantes? ¿A partir de qué edad era propicio bautizar a los niños? ¿Quiénes podían hacerlo?
Otro punto de discusión era el tema del gobierno de la iglesia. ¿Habría pastores? ¿Presbíteros, ancianos? ¿Cuáles serían los requisitos para acceder a esos puestos?
Estos y otros temas más de reflexión que surgían a partir de la lectura bíblica individual y su libre interpretación, fueron originando distintas denominaciones a lo largo de Europa y luego, a las colonias en América del Norte y Latina.
Hubo algunos momentos en que estas distintas corrientes tuvieron una coexistencia armónica y pacífica. Otras tantas, fueron motivo de lucha y de conflictos violentos, donde pertenecer a una, podría significar la persecución de la otra.
Lo que sí, es que todas tenían en común acuerdo la iniciativa de Lutero: la lectura bíblica, el no estar bajo la autoridad del Papa de Roma, la salvación por fe y la única mediación de Cristo. Serían otros temas los que terminarían diferenciando y dándoles identidad.
Identidad y pertenencia
Que haya tantas denominaciones, corrientes o movimientos cristianos -según como quieran llamarlo- no es ni bueno ni malo.
Un aspecto positivo, es que una denominación sirve para dar identidad a una congregación y a las personas que asisten a ella. Toda denominación tiene una historia, un pasado, un origen y una meta a la cual arribar. Eso permite que sus congregantes adhieran a una institución con creencias, puntos claros y un sentido, promueve el trabajo en conjunto, da una visión en común e impide la pérdida de tiempo. Además, hay instituciones que están respaldadas por organizaciones provinciales, nacionales y hasta internacionales. Esto permite obtener recursos, crear diálogos con otras culturas y tener hasta un orden de las iglesias frente a los organismos públicos y políticos.
¿Cuál sería la desventaja?
Pues un “encuadre” demasiado extremo, que impida el diálogo con otras denominaciones y se convierta en un provocador de conflictos. Pero también puede suceder que no pertenecer a una denominación podría originar que haya desvíos teológicos, que puedan surgir falsas creencias y, en casos extremos, herejías.
Para resumir, la denominación enmarca, da identidad y respaldo político, social e histórico. Pero si no hay un equilibrio, puede provocar desviaciones.
Es necesaria una aclaración: no hay ninguna mejor ni peor que la otra. Simplemente surgieron en un momento específico en respuesta a una interpretación bíblica o situaciones históricas.
Los Nons de Norteamérica
El crecimiento de iglesias no denominacionales en el país del norte, según la opinión de pastores y expertos en el tema, parece estar relacionado con la desconfianza a las instituciones. Es decir, es una búsqueda de iglesias menos estructuradas, con una mayor libertad en cuanto a las creencias teológicas y mayor apertura a las personas que quieren adherirse o participar al culto en esas congregaciones.
Como dije antes, el único inconveniente de esto, sería desvirtuar algún fundamento bíblico, lo que se podría evitar si se estuviese en una determinada denominación.
Este es un suceso que no es ni bueno ni malo, por el momento. Quizás, simplemente es un hecho que responde a determinadas características sociales y de época que están sucediendo en Estados Unidos.
Lo importante es remarcar aquello que nos une: el creer en Cristo, el permitir que la Biblia tenga un rol protagónico, vivir por la fe, entre otras bases.
Si pertenecen a alguna denominación, deberían estar orgullosos de su historia y de su identidad pero sin perder de vista que todos somos hijos de Dios y que el diálogo nos enriquece.