Planificamos nuestra vida y decidimos qué hacer en el día, en el mes, en el año y hasta en los años posteriores. Proyectamos para lograr nuestras metas y sueños, pero muchas veces en ese transitar suceden situaciones que no esperábamos.
De repente ocurre un accidente, un despido, un embarazo no deseado; en fin, algún acontecimiento que no salió como queríamos o que se nos escapó de las manos, pero en medio de los problemas ¿cómo reaccionamos?, ¿cómo nos reponemos y armamos frente a lo inesperado?
Ese es el dilema que enfrentamos a lo largo de nuestra vida, los imprevistos vienen para cambiarlo todo y generan frustración, desgano, parálisis, desconfianza, etc., pero a veces no somos capaces de rearmarnos y adaptarnos ante el desajuste que dejan los problemas; entonces caemos en crisis de fe, damos vuelta los versículos de la Biblia buscando respuestas y hasta nos enojamos con Dios por lo que sucede.
Me pasó en más de una oportunidad y me encontré diciendo, como Job, “lo que me temía me ha acontecido”, pero tuve que entender que así es la vida; ya sea por descuido o por accidente, no estamos exentos de pasar por situaciones inesperadas.
Recientemente, un familiar sufrió una fractura complicada, había que cuidarlo y atenderlo, pero, aunque pensé que no iba a ser capaz de hacerlo, no me quedó más que arremangarme y ayudar.
Te puedo hablar honestamente desde adentro: tienes derecho a enojarte, a cansarte, a desanimarte, a enloquecer cuando sientes que la situación te supera, pero nunca, NUNCA tienes derecho a rendirte, porque eso es lo que busca el enemigo de nuestras almas, que ante cualquier decisión te rindas y bajes los brazos. La primera determinación en tu corazón debe ser NO RENDIRSE JAMÁS.
Tienes que seguir, aunque estés golpeado, rasguñado, machacado, como decía el apóstol Pablo, “en apuros mas no desesperados ni desamparados”. Es un momento difícil y triste, pero, como todo, pasará.
Lo segundo que quiero recomendarte es que aumentes tu confianza en Dios. Muchas veces pensé que tenía mi seguridad en Él, pero cuando tuve que atravesar esos momentos inesperados me di cuenta de que en verdad mi confianza no estaba bien fundamentada.
Llega ese momento en todo lo que te está pasando que no tienes otra opción más que soltarte en sus brazos ¿comprobaste alguna vez esa sensación? Te puedo asegurar por experiencia propia que no existe nada mejor, porque de alguna manera milagrosa todo comienza a convertirse en paz, esa que no podemos explicar con palabras, pero que hace que tus pensamientos cambien por completo y puedas ver la luz al final del túnel.
“En el mundo van a tener aflicciones, pero confíen, yo he vencido al mundo”, esas son las palabras más sabias de nuestro señor Jesucristo, van a pasar cosas, pero de todo Dios sacará lo mejor, primero de nosotros mismos y luego de nuestro entorno.
Nada dura para toda la vida, ni los momentos buenos ni los malos. Pero si crecemos y avanzamos, seremos transformados.
Y quiero decirte más, se puede disfrutar también en los malos tiempos, puedes reír de cosas sin sentido, llorar y no saber por qué, descubrir amigos que no sabías que estaban ahí, y hermosas cosas que van a surgir del tesoro de tu corazón… y es precisamente ahí desde donde mana la vida.
Disfruta mucho la vida, ¡es demasiado maravillosa para vivir solo quejándose! Van a venir tiempos mejores y los esperaremos con los brazos abiertos.