En uno de los años más difíciles de nuestra era, signado por la pandemia, la crisis global y el aislamiento social, las fiestas tienen un marco distinto al que acostumbramos. La Corriente habló de estos temas con Sebastián Palermo, psiquiatra y pastor de la iglesia Nueva Mente.
LC: El 2020 está marcado por el coronavirus. La cuarentena, el distanciamiento social y el temor al contagio fueron la constante ¿Cómo afecta esto en las emociones?
SP: El tema de las emociones y las circunstancias están intrínsecamente relacionados. Las emociones nos conectan con nuestras valoraciones, y uno no termina sintiendo por lo que ocurre sino por las valoraciones que uno tiene sobre lo que ocurre.
Cada vez que tenemos emociones como tristeza, miedo, ira o ansiedad vamos a responder más a nuestra forma de ver lo que sucede, más que al acontecimiento en sí mismo. Es por eso que siempre decimos que las emociones nos van a conectar con cómo percibimos la realidad.
Y en función a tantos acontecimientos nuevos, en un contexto impensado, existe una presión social muy diferente a la que estábamos acostumbrados, tal como sucede con la cuarentena, el encierro y el distanciamiento social. Pero, de nuevo, todo se resume en cómo lo terminamos interpretando. Si solo vemos algo trágico, apocalíptico o drástico, seguramente vamos a tener emociones más perturbadoras o negativas que las personas que ven esto de manera circunstancial, que forma parte de la vida, y tienen que aprender a transitarlo.
LC: En estas fiestas, hay familias decidieron mantener la distancia por cuidar a los mayores ¿Cómo sugiere que deberíamos hablar de este tema con quienes más lo padecen?
SP: Debemos entender lo siguiente. Si nos reunimos es porque nos amamos, y si nos amamos significa que nos cuidamos, y si nos cuidamos tenemos que prevenir, y si tenemos que prevenir, también puede que toque separarnos en estas fiestas.
En este juego de palabras trato de explicar la situación que toca atravesar. Pero claro que esto no es fácil. Hay una simpleza en el asunto, y es que no es convenientes que nos estemos reuniendo de manera masiva, por una cuestión de protección a las personas más vulnerables. Pero insisto, no es fácil.
Si consideramos a la reunión social por encima de nuestro bienestar mutuo, ningún esfuerzo que hayamos hecho tendrá sentido. Así que hay que hacerse de la idea, porque si pensamos que en estas fiestas no vamos a sufrir es erróneo. Es una celebración particular que se da en una circunstancia mundial.
En lugar de explicar hay que acompañar a la persona que más lo sufre y respetarle su dolor. Acá lo que se rompe es la expectativa que uno tiene para juntarse, pero es necesario aprender a sufrir en estas circunstancias. A esto no hay que darle mucha vuelta, quizás dar el más sincero aprecio que es desearle una buena salud. Si sabemos que podemos ser portadores de alguna infección es mejor quedarnos en casa.
LC: Se están generando muchas diferencias de opinión sobre si es importante mantener o no los cuidados durante las fiestas ¿Cómo evitamos convertir el fin de año en un drama familiar?
SP: La pregunta es ¿cómo llegamos a las fiestas? Si llegamos con ira, frustraciones, la intención de descargar todo, con una mala expectativa por lo que fue esta temporada. En este caso no es como me prevengo, sino como me preparo. Si me presento a estas fiestas familiares con un espíritu de unidad, paciencia y tolerancia, que es el verdadero espíritu de amor de Cristo en nosotros, entonces no tenemos que prevenir, sino prepararnos.
Y es vital este punto de prepararnos, porque van a haber circunstancias y situaciones que no te van a gustar, comentarios o intromisiones a la privacidad, que es lo que sucede cuando interactuamos con personas. El secreto está en cómo voy a reaccionar ante estas incomodidades.
Lo que yo practico siempre es entender que toda situación es transitoria. Y si hay algún conflicto familiar, me predispongo a conectarme con lo que busco. Si es pleito, seguro encuentre eso, si es paz y disfrutar a mi familia, seguro logre lo que estoy buscando. Porque lo que busco es lo que encuentro.
LC: La mayor consecuencia del coronavirus es la pérdida, y algunos tendrán que pasar un fin de año marcado por el duelo ¿Cuál es el consejo para quienes tendrán una silla vacía?
SP: Este momento en donde vemos las sillas vacías de familiares o amigos que perdimos, no hay otra manera de pasarlo que no sea con dolor. Es necesario que duela para que se haga la cicatriz hasta que podamos construir la ausencia.
Lo mejor es hacer un duelo sano y no estirar este proceso, evitándolo para no vivir en un limbo permanente. A veces las fiestas no tienen que ser alegría, a veces las fiestas tienen que ser contemplación, compañía y cuidado. Por supuesto que habrá familias y reuniones donde habrá celebración, pero es según cada caso en particular.
LC: También las fiestas pueden representar una oportunidad de reconciliar ¿Cómo podemos aprovechar estas reuniones para sanar?
SP: La Biblia nos enseña de reconciliación, que ese es el ministerio de Cristo: reconciliar al mundo con Dios. Al portar la vida de Jesús nosotros, también nos convertimos en agentes de reconciliación.
El poder más grande, para llevar a cabo esta tarea, es el perdón. Eso nos permite superar momentos de traumas. Sin embargo, perdonar no es una obligación sino un poder que se nos fue concedido.
No perdonamos porque el otro se lo merezca, sino por la gracia de Dios que fue derramada sobre nosotros y nos da el poder de perdonar, al igual que nosotros fuimos perdonados. Perdonar es renunciar a los derechos que nos da tener la razón.