En un mundo donde se naturalizan diferentes pensamientos, emociones y acciones, necesitamos ser conscientes del tiempo en que vivimos. Distintos mensajes se ven como ciertos sin cuestionarlos. Vivimos en un contexto en que ir rápido tiene connotaciones positivas. No importan las consecuencias posteriores, solo el acelerar procesos. Mientras más rápido, menos veremos los detalles. Mientras más detalles se acumulen, más velocidad necesitaremos para continuar sin verlos. Distracciones y actividades pueden aparecer con el fin de sostenernos con ritmo en la carrera, olvidando que no decidir es también una elección. Vacíos cada vez más profundos, fruto de decisiones que priorizan el momento por sobre lo eterno.
El problema de esta dinámica son las heridas que causa. El aumento de la ansiedad y depresión en esta generación es alarmante. Personas que solo siguen sin saber por qué lo hacen. Es saliendo de ese ritmo, cuando entendemos que esta carrera no es de velocidad, sino que es de resistencia. No se trata de ir rápido, sino de la perseverancia en el camino.
¿Cómo mantenernos firmes?
Al finalizar el año y al iniciar otro, es importante hacer balances en nuestra vida. Separar en la agenda un tiempo para poner en práctica esta herramienta puede ser beneficioso. Pensar en cuáles fueron los aspectos que funcionaron, cuáles otros no y entender el motivo, termina dando claridad. Detenernos a registrar puede parecer algo que nos retrase, sin embargo es una elección que nos puede ahorrar tiempo. No podemos encontrar soluciones si no vemos el problema. Allí podremos observar que los tiempos de Dios tal vez sean distintos a nuestra planificación, y que posiblemente nuestros proyectos no estén alineados a los suyos. Si vemos esto ¿Estaremos dispuestos a dejarnos guiar por Él?
Como hijos de Dios, enfrentamos desafíos silenciosos y que requieren que tomemos una elección. Me refiero a aquellos que pueden existir sin darnos cuenta. Hablo de permanecer sensibles al Espíritu aun cuando nuestro entorno menosprecie esta decisión. De ordenar prioridades y ser sabios aun cuando esto no sea popular. De poner límites para cuidar lo valioso. De frenar, para avanzar.
Reflexionemos en cómo lo estamos haciendo para dejar de dar golpes al aire, sin sentido. Para salir del modo automático y tomar el volante. El que corre sin parar no siempre es el que gana la carrera.
Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría. Salmo 90:12 NVI
Más se puede esperar de un necio que de quien habla sin pensar. Proverbios 29:20 DHH