Soy artista plástica, soy artista cristiana. ¿Solamente hago dibujos de Jesús y de símbolos religiosos? No, casi nunca. Sin embargo, estoy convencida de que mi arte habla de Él.
Mientras estaba estudiando, en el proceso de descubrimiento de mi identidad artística, mi meta era que cada cosa que creaba tenía que tener un mensaje, necesitaba tener un propósito, tenía que hablar de Jesús. Una meta santa, un deseo muy noble pero se asemejaba a una lucha y frustración constante. Esta lucha se giró de cabeza cuando Dios me desafió a poder disfrutar lo que estaba haciendo. Con el tiempo, la pintura pasó de ser una tarea o proyecto y se convirtió en mi momento de intimidad y de conversaciones más profundas con Él.
Fue entonces cuando estas horas de pintura empezaron a crear espacio para conversaciones, que tardé mucho tiempo en entender y en poder encontrar palabras para dialogar. Mientras pintaba, encontré el espacio para ser en todas sus formas. En cada una de estas formas, sea que estuviera relajada, frustrada, reflexionando, viendo una película, enojada con el mundo o en silencio, me di cuenta de que ahí estaba Jesús, en cada instante, escuchando y hablando.
La mayoría de nosotros alguna vez hemos escuchado el pasaje de Juan 8:32 que dice “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Tuve un maestro de la biblia que hizo el enlace entre aquel pasaje y el versículo de Juan 14:6 donde Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Este maestro decía “La verdad te hará libre, pero solo la verdad que conoces, la verdad es una persona, es Jesús. ¿Cuánto conoces a Jesús?”.
En un momento en mi vida dejé de pensar “sé mucho de Jesús” y lo cambié por “lo estoy conociendo a Jesús y lo quiero conocer más”, es decir, tener una relación dinámica y constante con Él. Porque, si Dios está por sobre nuestro entendimiento, siempre hay más para descubrir, más experiencias para tener con Él, y por ende, más libertad para vivir.
Volviendo a las pinturas, entendí que no son simplemente algo placentero para ver con un mensaje de Jesús, y descubrí que son una conclusión visual de horas de conversación donde me encontré conmigo misma, me encontré con la verdad de Jesús y fui cada vez más libre.
Y no termina ahí, es de común conocimiento que el arte atrae las miradas. Uno de sus fines es ser visto y contemplado. Entonces, ¿Qué mejor que mostrar arte para compartir esas conversaciones que llevaron a la verdad y la libertad? ¿Qué mejor que crear espacio para que otros se encuentren con Jesús ?
Acá me encuentro hoy, dejé de querer compartir mi arte con un mensaje y empecé a entender que mi arte es expresión de quién soy y, por ende, el poder de Jesús en mi vida. El arte me da la herramienta para crear conversaciones con otros, para que descubran esta libertad de conocer realmente quién es Jesús.