Sea cual sea tu decisión, es muy importante tener en claro cuál es el motivo. Muchas veces aprendemos de experiencias propias o ajenas. En este caso, quiero contarte algo que me pasó a mí durante mis años de adolescencia.
Lamentablemente, no conté con líderes juveniles que hayan dejado en mí huellas que me edificaran. Es más, el pastor principal de esa congregación tenía una personalidad al estilo ejército militar. Un liderazgo muy autoritario y verticalista. Por ende, el pastor o “presidente” de jóvenes, mucho que digamos no podía hacer. Sumado, a como ocurre en muchas iglesias, el foco no era el área juvenil sino las personas adultas.
A mí siempre me interesó poder acompañar a los adolescentes y jóvenes a crecer en su relación con Dios, por eso a los 15 años fui nombrado como “vicepresidente” de los jóvenes. Pero fue un tiempo muy difícil para mí, ya que era un adolescente pastoreando en medio de un liderazgo gritón y sin lugar a opiniones ni ideas nuevas.
Además, se le sumaban otros ingredientes particulares, como, por ejemplo, se decía que aquella persona que se iba de esa iglesia caía bajo maldición, perdiendo incluso su salvación. Aunque, pensándolo bien, creo que la frutilla del postre fue otra.
Bajo el lema y bandera de ¡CRISTO YA VIENE!, insistían y persuadían desde el micrófono en reuniones, para que los adolescentes y jóvenes no fueran a la universidad, ya que no tenía sentido, no hacía falta, no iban a llegar a graduarse y otros inventos más. Lamentablemente, muchos creyeron esto, y no realizaron ningún tipo de estudio. Estábamos encerrados en una gran burbuja.
Al cumplir los 18 años me fui de allí a otra Iglesia más pequeña, pero con un estilo más cercano y amoroso. Por lo cual, quiero mencionar algunas posibles alarmas o motivos a las que debes prestar atención. Aclaro que no están por orden de importancia y seguramente te vendrán más a la mente.
Alarmas que merecen ser escuchadas
- Existen rasgos sectarios o discriminatorios
- Te limitan
- No te permiten tener amistades
- No te permiten estudiar
- No se permite tener relación con otras congregaciones
- No se permite cuestionar las predicaciones o indicaciones de los líderes
- No se permite dudar
- Se hiere verbalmente a las personas
- Hay amenazas de fuego eterno o maldición
- No se hace nada hacia la sociedad
- Hay situaciones irregulares en la administración
- Hay malas conductas sexuales en el liderazgo y no se busca su restauración, etc.
«Sé que la sola idea de un cambio de iglesia es complicada y nadie está exento a analizarla en algún momento»
Ale Schön, pastor de adolescentes y jóvenes en Emergentes, Mendoza.
Es por eso por lo que también necesito poner sobre la mesa tres puntos que debemos considerar.
1) Se trata de personas:
Muchas veces nos olvidamos de que la “iglesia” no es el edificio sino las personas. Y rápidamente podría surgir la pregunta, ¿el problema serán los demás o seré yo? Y justamente, las personas nos cansamos, podemos tener un mal día, expresarnos mal o enfrentar una situación difícil, y no siempre vamos a estar al 100%.
Esto no justifica que no debamos pulir nuestro carácter, como también la forma de tratarnos y más, ya que por “nuestros frutos nos conocerán”. Pero, nos ayuda a comprender que no somos infalibles, al contrario.
2) Como en casa:
Sé parte de un lugar en donde te sientas como en casa. Allí te sientes cómodo/a, eres libre de reír, llorar, charlar, pensar, exteriorizar si estás feliz como también triste. Cuando estoy en mi casa me gusta estar cómodo y generalmente ando descalzo. Es decir, me encanta esa sensación de tranquilidad donde puedo ser yo, sin “caretear” ni “falsear” nada, y soy un convencido de que la iglesia debe ser así.
3) Grupo de amigos:
¿Alguna vez te imaginaste la iglesia como un grupo de amigos? En Juan 15:14-15 Jesús nos llama amigos. Entre amigos uno vive la vida de otra manera. Ninguno de ellos es perfecto, aunque intentan mejorar. A veces podemos atravesar momentos difíciles, y existirán otras personas para acompañarnos. Como también nosotros debemos ser de ayuda, de empuje, de crecimiento, de motivación para el otro.
Debemos buscar crecer, aprender de los errores, pedir perdón y empezar a tomar buenas decisiones, porque todo lo que hagamos, queramos o no, siempre repercute en el prójimo. Sea buena o mala la decisión, siempre repercute.
Te animo a que no tomes decisiones apresuradas. Piensa y analiza lo mencionado anteriormente, mientras lees el siguiente pasaje:
“Señor, hazme conocer tus caminos; muéstrame tus sendas. Encamíname en tu verdad, ¡enséñame! Tú eres mi Dios y Salvador; ¡en ti pongo mi esperanza todo el día!”
(Salmos 25:4-5).
Necesitamos cuidarnos, respetarnos, curarnos, sostenernos, alentarnos, lavar nuestros pies, como Jesús. Esta acción se conoce en griego como koinonía, es decir, una comunión especial entre personas, obra del Espíritu Santo, quienes se cuidan entre sí, donde no hay lugar a murmuración ni chismes, teniéndose en cuenta las necesidades de todos.
Puedes dar el paso del cambio si es que has encontrado el motivo correcto, o bien hacer lo que la iglesia solamente puede hacer: amar como Jesús amó.