No siempre dimensionamos el impacto que tienen nuestras acciones a los 15 o 20 o 25 años, pero la realidad es que lo que hagas hoy influye en el mañana y afectará a tus hijos, a la próxima generación y a los que vendrán.

Me quema en el corazón esto: TU SANTIDAD IMPORTA. Sí importa tu integridad. Sí importa tu compromiso con Dios. A Dios le importa el tiempo que decidís dedicar a los estudios. A Dios le agrada verte caminar más alto que hace un tiempo atrás. A Dios le importa tu salud, tu alimentación y tu descanso. ¡A DIOS LE IMPORTAS!

Y todo lo que le importa a Dios nos debería importar a nosotros… Te debería importar a vos.

Las heridas emocionales de tu pasado que sanes hoy serán heridas que tus hijos no tendrán que afrontar porque ya estarán curadas, y entonces caminarán algunos pasos más adelante que vos. Si decidís separar parte de tus ahorros para tus futuros nietos, probablemente ellos puedan estudiar en una Universidad mucho mejor que donde estudiaste vos y entonces caminarán algunos pasos adelante.

No pienses “ay, soy muy joven todavía…” Porque, siendo joven, ya podés bendecir una generación entera. No importa si estás o no casado/a aún. No creas que “las próximas generaciones” es algo lejano. Mientras la sociedad nos dice “vive el día a día, el mañana no importa”, nosotros somos jóvenes comprometidos con Dios a quienes sí nos importa el futuro de nuestros hijos, nietos y bisnietos. Que nuestros hombros sean su piso.

Cristo nos invita a aligerar el camino para los que vienen, así como Él lo hizo con nosotros. ¡Qué bendición poder alivianar la carga para aquellos que vienen detrás! Cuando conocemos a Jesús y tenemos el privilegio de aprender de su corazón, entendemos que vivir para Cristo implica morir a nosotros mismos. Morir a nuestros deseos de la carne. Morir al egoísmo. Necesitamos aprender a cargar nuestra cruz. Y, amigos, la cruz de cada uno es distinta… no las comparemos. 

Desde la nutrigenética o nutrigenómica se sabe que la forma en la que una embarazada se alimenta influye en la salud de su hijo. Darle a su bebé la teta con mucho amor influye en sus emociones, en su formación psíquica, y repercute no sólo en la nutrición de sus primeros 1000 días de vida, sino también repercute en su adolescencia y adultez. De más está aclarar que una familia saludable es responsabilidad del padre y de la madre, de ambos por igual.

¿No te parece una locura esto? La forma en la que me alimento no sólo impactará en la vida de mis hijos, sino también en la de mis nietos y mis bisnietos. La tercera y la cuarta generación también están en escena. “Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría…” Salmo 90.12 Es decir, de una u otra forma, soy agente influyente en la salud de mi familia. ¿No es impresionante esto? Sí, claro que depende de vos.

Me doy cuenta de que muchos se creen el verso de “mi cuerpo, mi alimentación”, como si solo les afectara a ellos.

Incluso muchos cristianos me han dicho “mis malos hábitos alimenticios son mi problema”. Y, perdón, pero no es tu problema. Porque el día de mañana quienes tengan que encargarse —económicamente— de tus medicamentos, de un probable tratamiento en el hospital o de muchas visitas al médico, probablemente sean tus hijos.

Si me preguntaran una definición de éxito, sería ésta: que los que vienen detrás de mí salten más alto que yo, corran más rápido, lleguen más lejos y vivan mucho más de cerca la gloria de Dios. Cada vez que oro por mis futuros hijos y nietos, oro por sus sueños, declaro sus vidas rendidas a Jesús y también declaro bendición sobre su salud. 

Amigos míos, les comparto algunos consejos súper básicos, súper importantes y súper necesarios. (Vale para todos, pero si estás en posición de liderazgo ¡cuánto más!):

  • Comer variado; frutas, vegetales, cereales integrales, lácteos descremados, carnes (si así lo desean), legumbres, etc. Esto no quiere decir comernos todo, sino comer de todo. Buena hidratación; en lo posible agua. Y si te cuesta tomar agua; probá con limonadas o jugos naturales. El cuerpo se irá acostumbrando 😊
  • Moverse. Al menos media hora por día. Evitar el sedentarismo. Tengamos conversaciones con Jesús en la plaza, mientras caminamos, al aire libre. Despejarse, respirar aire fresco. ¡Lo necesitamos!
  • Junto con el punto anterior: desarrollá algún hobbie o actividad física que te desconecte del trabajo y de tu rutina diaria. Ser parte de un equipo de fútbol, de vóley, arco y flecha, pintar, taller de cerámica, etc., lo que te guste pero pensá en algo que te ayude a descargarte y relajarte.
  • Des-can-sar. Por las dudas acá va de vuelta: des-can-sar. ¿Sabías que el sueño impacta grandemente en tu salud y en tu alimentación? Para soñar los sueños de Dios, necesitas descansar en Sus brazos. Literalmente. ¡El descanso es un mandamiento!

Todo esto depende de tu compromiso. Y tu compromiso es una decisión día a día. Requiere trabajo y esfuerzo, claro que sí, pero que tus hombros sean el piso de los que vienen detrás.