Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste por lo que yo te eché del monte de Dios y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. Ezequiel 28:15 y 16.
En cierta oportunidad me reuní con los padres de un joven. Ellos estaban muy preocupados porque su hijo se había alejado de los caminos del Señor. No entendían qué había ocurrido con su hijo. Referían que él era dulce y consagrado al Señor y desde pequeño había sido instruido en los caminos del Rey. Pero desde que comenzó a estudiar y a asumir compromisos con su carrera se fue apartando. Sus compromisos, sus amistades y sus nuevos desafíos lo habían llenado de proyectos y propósitos que nada tenían que ver con su Señor.
¿Qué hizo que una persona como él se alejara de los consejos de Dios? Pareciera que se cumplió un diseño de caída, similar al que se ejecutó en Lucifer. Según lo que dice Ezequiel 28, él era perfecto en todo, sin embargo, debido a sus contrataciones (es decir, sus compromisos adquiridos) se halló maldad en él.
Es posible que, en primer plano, las actividades no tuvieran nada de malo, pero poco a poco comenzó a desviarse de los propósitos de Dios. Debido a estos compromisos se halló iniquidad y pecó.
La iniquidad es el camino torcido, lo que nos va sacando, sin que nos demos cuenta, del propósito de Dios con nosotros. Es lo que nos lleva a pecar. No se trata de pecado en sí, sino de caminar por un sendero torcido.
El pecado, por otro lado, significa literalmente “errar al blanco”. Es obvio que si uno avanza por un camino torcido va a errar al blanco. Si alguien camina en iniquidad, va a pecar.
Un error común en días tan agitados como los que vivimos es que se tiende a pensar más en el presente, que mirar el cuadro completo de nuestras decisiones y sus consecuencias espirituales. Mirar solo las consecuencias inmediatas de algo es ser muy poco estratégicos, sabiendo que nuestra guerra es contra el mundo espiritual.
Querer hacer la voluntad de Dios es algo que está en las intenciones de todos los que alguna vez tuvimos un encuentro con Él, el asunto es que muchas veces no nos permitimos consultar nuestros compromisos con Dios, porque asumimos que solo se trata de moralidad y lo medimos solo a la luz de este parámetro, sin tomar en cuenta los diseños de Dios.
Queremos hacer su voluntad, pretendiendo saber lo que Él quiere, sin consultarle. Nuestras alianzas y compromisos definirán nuestro futuro. Con quién nos juntamos, con quien consultamos un plan, con quién hacemos negocios, con quien oramos y con quien estudiamos la Biblia. Por eso, sea cual fuere nuestro campo de acción, nunca tomes decisiones sin hablar con Dios. Nunca hagas asociaciones, por más morales que parezcan, sin consultar con Dios. Nunca demos un sí o un no sin consultar a Dios.
Decide según el corazón de Dios y todo te saldrá bien.
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