La vida está llena de presiones. Vivimos presionados por todos lados, todo el tiempo y esto nos sucede en diferentes edades y etapas de nuestra vida.
Escribiendo este artículo recordé un poster que alguna vez vi, con la foto de un monito que decía: “Justo cuando encontré todas las respuestas de la vida, me cambiaron las preguntas”.
Enfrentamos presiones externas (lo que otros esperan de nosotros) y presiones internas, es decir, auto presión (lo que nosotros nos exigimos a nosotros mismos). Así, por ejemplo, tenemos presiones familiares: ser un buen padre, esposo, hijo, hermano. En el ámbito profesional y laboral: ser un buen empresario, empleado, comerciante, etc. Sumado a todo esto enfrentamos presiones económicas: ser un buen proveedor, poder suplir las necesidades de nuestra familia, pagar las cuentas, afrontar los compromisos.
Las presiones no son algo exclusivo de este tiempo. En la Biblia podemos encontrar personas que enfrentaron presiones a lo largo de su vida. Estoy pensando en personas como Elías, Moisés, Abraham, Rut, Ester, David, Salomón, los apóstoles, María y José, y ¡qué decir de Jesús!
Las presiones pueden transformarse en cargas
Si no somos capaces de manejar las presiones, se volverán cargas. Y las cargas nos angustian, nos desaniman, nos agobian y a veces tenemos ganas de abandonar todo. Incluso pueden llegar a enfermarnos. Muchas veces el cuerpo nos da como una especie de alarma, porque lo que pasa en el alma y en la mente puede repercutir en el cuerpo: asma, úlceras, presión alta, problemas cardíacos y otras patologías.
Proverbios 18:14 (RVR1960): “El ánimo del hombre soportará su enfermedad, mas quién soportará el ánimo angustiado”.
La Biblia.
Salomón está diciendo que, con el ánimo correcto, podemos enfrentar todo tipo de dificultades, incluso la enfermedad. Pero cuando se nos enferma el alma, es algo que se torna insoportable.
En el caso de los cristianos, a todo esto se nos suman otras presiones. Queremos ser buenos cristianos, hacer lo correcto y servir al Señor. Y si no comprendemos correctamente la dinámica de la fe, podemos llegar al punto en que Dios se transforme en una presión más en nuestra vida. Tengo que cumplir con Él: ir a la iglesia, orar, leer la Biblia, servir, ayudar, evangelizar.
De hecho, muchos han crecido en un contexto donde parecía que el Señor siempre estaba insatisfecho. Y lo que hacían nunca era suficiente para Él. Y así vivimos con culpa, bajo el yugo del legalismo, poniendo el foco en lo que debemos hacer por Dios. Y por lo tanto se transforma en una presión más, que se suma a todas las otras que ya tengo en esta vida.
Pero querido lector, el Evangelio no se trata de lo que tenemos que hacer por Jesús sino de lo que Él ha hecho, hace y hará por nosotros.
Dios lleva nuestras cargas
¡Qué paradoja! El Señor siendo en mi vida una presión más, una carga, cuando en realidad él debería ser mi fortaleza, mi refugio, mi paz, el que lleva mis cargas. En Isaías 46:3-7 Él nos habla sobre este tema.
Hay quienes cargan con un Dios y quienes son cargados por Él. Y Dios dice: ¿Con quién me van a comparar? ¿Con un Dios que ustedes han fabricado? Él dice: “Yo te hice, yo te llevaré”. Y lo que me gusta, es que Él no distingue entre nosotros y nuestras cargas. ¡El Señor nos lleva, nos carga a nosotros junto con nuestras cargas! Dios dice: “Porque yo te hice, te sostendré”. Él se hace cargo.
El Señor nos ha hecho, ha puesto en nosotros sueños que solo Él puede cumplir. Nos ha puesto en medio de circunstancias de impensada dificultad, y nos ha confiado trabajos y responsabilidades de una importancia que no hubiésemos imaginado. Nos ha ubicado en puestos difíciles. Por todo esto, Él es responsable de lo que se necesita para el cumplimiento de su propósito.
Hay veces que me siento tan presionado, tan cansado, que me desanimo y digo: “Señor, ¿cómo voy a hacer para enfrentar esto (o aquello)?”. Siento la tentación de abandonar y darme por vencido. Y es entonces cuando frente a mi pecado, mi ansiedad, mi temor, mi preocupación oigo al Señor que viene a responderme: “Hasta tu vejez yo soy el mismo y hasta las canas yo voy a cargar contigo. Yo lo he hecho así y lo seguiré haciendo, yo te seguiré llevando de gloria en gloria y de triunfo en triunfo en Cristo Jesús”.