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¿Cómo funciona el amor de Dios? Un análisis del libro «El Dios de Toda Gloria»

Comprender el amor de Dios no es tarea sencilla. Es demasiado amplio, demasiado profundo, demasiado santo. Sin embargo, conocerlo es vital. Nicolás Serrano, en su libro El Dios de Toda Gloria, dedica un capítulo a explorar esta verdad que lo cambia todo: Dios nos ama, y lo hace de una manera gloriosa, eterna y multifacética.

En esta nota, analizaremos lo que dice Serrano sobre cómo funciona el amor de Dios y sus distintos aspectos.

El fundamento: Dios se ama a sí mismo

Uno de los puntos más profundos —y quizá menos explorados— que presenta Serrano es que el amor de Dios comienza por el amor que Él se tiene a sí mismo. A simple vista esto puede parecer extraño o incluso contradictorio, pero en realidad es justo lo contrario: es la base que sustenta todo lo demás.

“Dios debe amarse a sí mismo más que a todo lo demás porque Él es el valor supremo. Amar es valorar algo. Dios, como el Ser Supremo, es infinitamente valioso.”

Este amor no es egoísta ni altivo, sino justo. Si Dios pusiera algo o a alguien por encima de Él mismo, cometería idolatría. Y no puede hacerlo. Su amor propio asegura que Él preserve su gloria y cumpla su plan redentor. Serrano lo explica así:

“Movido por el amor a su propio nombre y el deseo de ser reconocido y adorado como el único Dios verdadero, decidió permanecer fiel a Israel, a pesar de sus faltas.”

Así, la fidelidad de Dios no depende de nosotros, sino de su propio compromiso con su gloria, lo que paradójicamente se convierte en nuestra mayor seguridad.

Dios ama a toda la humanidad

Desde esa fuente inagotable de amor propio —en perfecta comunión trinitaria— Dios derrama su amor sobre toda la humanidad. Serrano lo llama “un desbordamiento del amor de la Trinidad”. Y cita este versículo que todos conocemos, pero que muchas veces no meditamos lo suficiente:

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único…” (Juan 3:16).

Este amor es personal, apasionado y compasivo. Jesús, al ver a las multitudes, “se inflamaba su pasión desde lo más profundo de sus entrañas”, describe Serrano. Aún en nuestra rebeldía, Dios nos ama. Aún en nuestro pecado, nos ofrece reconciliación.

“Dios nos ama dándonos lo que no merecíamos. ¡Este es el asombroso amor incondicional del Padre revelado en Cristo Jesús!”

No se trata de un amor romántico o idealizado, como los que vemos en mitologías o películas. Se trata de un amor real, crudo, sacrificial. Como el amor de Oseas por su esposa infiel, así es el amor de Dios por nosotros: persistente, comprometido, escandaloso.

El llamado: Entrar en el amor de deleite

Aquí Serrano introduce una distinción clave: el amor incondicional de Dios no es lo mismo que su amor de deleite. El primero no cambia. El segundo crece y se profundiza en la medida en que respondemos en obediencia y fidelidad.

Jesús mismo lo dijo con claridad: “El que me ama obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada en él” (Juan 14:23).

Este amor de deleite es íntimo, exclusivo y recíproco. Dios se goza en quienes le corresponden, en quienes no solo creen, sino que viven para agradarle. Serrano lo expresa con ternura:

“La ambición primordial del cristiano —de hecho, lo único que un cristiano quiere por sobre todas las cosas— es vivir de tal manera que la sonrisa de Dios esté sobre él.”

La meta: Prepararnos para el gozo eterno

Este amor de deleite no termina aquí. Tiene una meta gloriosa: que Cristo pueda disfrutarnos por la eternidad como su amada. Serrano describe esta obra progresiva con una imagen conmovedora:

“Imagina a un artista dedicado, trabajando con paciencia y ternura en su obra maestra… ¡Así es Cristo con nosotros!”

Como dice Efesios 5:25-27, Jesús se entregó por su Iglesia no solo para salvarla, sino para embellecerla, purificarla y presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga. Él desea gozarse en ella, y en cada uno de nosotros.

Esta verdad nos transforma. Nos saca de la pasividad religiosa y nos impulsa a una vida de propósito. Como escribe Serrano:

“No vivas simplemente para evitar el pecado o cumplir con reglas religiosas. Vive para traer una sonrisa al rostro de tu Padre Celestial.”

Nicolás Serrano.

La aventura del amor

El capítulo concluye con una invitación poderosa: hacer del conocimiento del amor de Dios el viaje de nuestra vida. No se trata de un tema más en nuestra fe. Es el centro de todo.

“Estudiar este amor es embarcarnos en una expedición sin fin a las profundidades del corazón de Dios.”

Nicolás Serrano.

Cuando respondemos a este amor con entrega, cuando hacemos de agradar a Dios nuestra mayor ambición, la vida cristiana deja de ser una carga y se vuelve un deleite. Serrano lo resume así:

“Cuando probamos este amor, nos enamoramos perdidamente de Cristo y ya no tenemos ojos sino para Él.”

Amar es la respuesta

El amor de Dios —infinito, perfecto, trinitario, incondicional y de deleite— es el motor de nuestra existencia y el destino de nuestra eternidad. Nuestra respuesta no puede ser menor. Que nuestra vida, como anhela el autor, sea:

“Una sinfonía que haga cantar a Dios. Un aroma fragante que le traiga deleite.”

Porque al final de nuestra carrera, lo que anhelamos no es un simple “bien hecho”, sino el abrazo eterno de Aquel que nos amó primero.

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Título: El Dios de toda gloria

Páginas: 187

Año: 2025

Autor: Nicolás Serrano

Redacción
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