¿Te pasó alguna vez que un momento de dolor profundo en lo físico pueda repercutir en la esfera de tu espiritualidad? Claro que sí, somos seres integrales y lo que nos afecta en un área es capaz de hacer eco en las demás. 

Recuerdo que hace un tiempo transité el COVID-19. En esos casi dos años de pandemia que sufrimos como sociedad, nunca me había contagiado y había escuchado muchísimo acerca de los diversos síntomas que se pueden presentar. Uno de los que más me llamó la atención es el desánimo o desaliento. 

No fue sino hasta que lo viví en carne propia que pude darme cuenta de que me estaba enfrentando a algo mucho mayor que un virus conocido mundialmente, que es algo aún más profundo. 

Quisiera citar textualmente un extracto del libro En el ojo de la tormenta: un ensayo sobre desórdenes emocionales en el liderazgo cristiano, donde su autora, Marijo Hooft, nos dice: “El desaliento, a mi entender, es el enemigo de nuestras almas succionándonos el aliento de vida y respirando sobre nuestra nariz su aliento fétido de muerte”. Qué gran revelación, el enemigo queriendo succionarnos, queriendo apagar el aliento que Dios sopló en nosotros. 

Soy una convencida de que hay luchas que da nuestro cuerpo pero también las dan nuestra mente y nuestro espíritu. En lo personal, viví más de diez años con un diagnóstico de dolor (endometriosis) y lo que más me costó fue no caer en el desaliento. 

Cuando el dolor es tan constante, sentimos que una nube negra se posa en nuestra mente y no podemos pensar con claridad. 

Tal vez hoy estás transitando esa temporada. Pero, ¿qué podemos hacer? Creo que es tiempo de que nos podamos “blindar” con “anticuerpos” que protejan nuestra mente y nuestro espíritu. Nadie está exento de vivir una enfermedad o una temporada de dolor, porque estamos en un mundo donde tendremos aflicción, pero la esperanza radica en que Jesús venció al mundo.

El dolor es parte inevitable en nuestra vida pero el vivir en desaliento es una opción que no podemos permitirnos.

Somos parte de una sociedad que está desesperanzada, a la que le cuesta poder encontrar el ánimo en medio de tantas “pálidas”. La manera de combatir, de no caer en la trampa y librarnos de las garras del desaliento es librando esta lucha donde la debemos librar.

Nuestra mente es el campo de batalla, por eso lo mejor es que cultivemos nuestra mente con la verdad. La verdad es una PERSONA y se llama Jesús. 

Los momentos de desaliento y desesperanza van a tocar nuestra puerta, por eso debemos afirmamos en la esperanza de gloria que tenemos en Cristo Jesús. 

Al momento de tentación se lo gana con la Palabra. Nadie nos puede prometer que no estaremos cara a cara con el mismísimo enemigo en medio de un desierto, pero la Palabra de Dios es el arma que necesitamos para combatir, porque están escritas cada una de las salidas que nuestra vida necesita; cada una de las promesas que Dios nos da por ser sus hijos y cada palabra que permanece para siempre.

Te invito a que puedas llenar tu mente de Sus palabras. Sé intencional, conoce la Palabra. Aunque no tengas ganas, aunque el desaliento haya sacado ventaja en tu vida, aunque hoy te cueste saber por dónde arrancar, no te des por vencido, no nos demos por vencidos. No vivamos de las palabras de otros sino que nuestra vida se motorice con la Palabra de Dios para nuestra vida.

No puedes pelear una batalla con un arma que no conoces, por eso, cuando venga el desaliento (y créeme que va a venir) recuerda esto, que no es más ni menos que Su palabra: 

"Mantengámonos firmes y sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa"Hebreos 10: 23 NTV. 
Esposa, madre de dos hijos. Pastora de la Iglesia Catedral del Pueblo de Bahía Blanca. Junto a su esposo tiene un espacio para parejas que están en el camino por ser padres y aún no lo consiguen. Autora del libro llamado “Esperar sin Desesperar” donde cuentan su camino ayudando a otros en esta “no tan dulce” espera.