Son transitorias, pero “nos pueden”. Aparecen de repente y nos manejan la vida. O eso intentan. Las emociones afectan nuestro día a día o, mejor dicho, lo construyen.

¿Con qué lentes miro cada nueva oportunidad? Depende de la emoción que se haya instalado en mí. Y ni hablar si esta se estableció de tal manera que ya pasó a ser un estado de ánimo. Sin embargo, no sabemos tanto sobre ellas. Recién ahora escritores e investigadores se atreven a hablar un poco más.

No hace tanto que empezamos a interiorizarnos sobre la relación que tienen las emociones con las hormonas, con la alimentación y la actividad física. Y ese combo nos ha llevado a tenerlas más en cuenta. A notarlas. A respetarlas… y hacerles caso. He aprendido a registrarlas y eso me ha ayudado a transitarlas.

En un tiempo creía que nuestro estado emocional siempre debía ser óptimo: El gozo debía llenar cada parte de mi ser. Y la tristeza o la incertidumbre tenían que estar lo más lejos posible… Sí o sí.

La vida nos presenta lecciones y he ido llegando a un terreno más neutral, donde puedo reconocer mis estados emocionales y negociar con ellos.

Vanesa De Cairus, pastora en Centro Cristiano del Oeste

Parte del proceso de madurez se da por ser capaces de interpretar lo que nos está pasando porque, sin lugar a dudas, esto nos llevará a saber cómo nos sentimos.

La Biblia habla mucho de las emociones

Aunque siempre la leí, me dediqué a descubrir esto hace poco. Leyendo la historia de Jonás, vemos una persona que lucha con el enojo. En la historia bíblica leemos palabras que denotan esta emoción. Él luchaba con el enojo y lo reconocía.

Jonás llega a tener un diálogo con Dios sobre esto y el Señor pone situaciones en su camino para mostrarle su propósito, pero aquel, lejos de interpretarlas correctamente, termina declarando: “¡… estoy tan enojado que quisiera morirme!” (Jonás 4:9, NTV)(A ver Jonás, ¿estás seguro? ¿Realmente es para tanto? Hasta hace unos días, en el vientre del gran pez, clamabas por misericordia pidiendo una nueva oportunidad de vida… Ahora, ¿solamente por el enojo quieres morirte?).

Las emociones, increíblemente, tienen ese poder. Y lo más sorprendente es que nosotros mismos se lo conferimos.

Vanesa De Cairus, pastora en Centro Cristiano del Oeste

Es muy interesante notar la manera en la que Dios trata con Jonás. En 4:4 (NTV) leemos una pregunta reflexiva sobre su estado emocional: “… ¿Te parece bien enojarte por esto?”. No vemos una negación ni una censura de parte del Señor sobre la emoción enojo. La pregunta que le dirige va hacia el motivo que él consideraba válido para estar enojado: “¿Te parece bien enojarte por esto?”. Este es un punto interesante. Nuestras motivaciones deben estar bien dirigidas. Porque de no estarlo, pueden llevarnos por el camino equivocado.

No debemos permitirnos emociones que se instalen y nos gobiernen

Claro que decirlo parece más fácil que hacerlo, pero hay algunos puntos que pueden ayudarnos a estar atentos y desinstalarlas antes que nos induzcan a tomar decisiones equivocadas.

Por eso, en primer lugar, es fundamental entrenarnos en reconocer la emoción que está tomando el control y quiere instalarse definitivamente. Identificar cómo me siento, qué estoy sintiendo y qué dice Dios al respecto. Recuerda que Jonás estaba enojado y lo que el Señor le cuestionó fue el porqué.

Lo mismo se aplica a la tristeza. Podemos estar tristes. Y es normal que así sea muchas veces. Podemos considerar que hasta Jesús lloró. Pero debemos analizar nuestra motivación para estar experimentando esa emoción.

Por ejemplo, alguien que está transitando un duelo, es esperable que esté triste muchos días. Incluso que transite momentos más tristes que otros, relacionados con fechas especiales o recuerdos. Pero estar triste porque no puedo comprarme el último modelo de celular o irme de viaje a donde quiero, desvirtúa mi emoción. Otra vez nos enfrentamos al motivo: “¿Te parece bien entristecerte por esto?”.

Alguien dijo que “No vemos el mundo como es, sino como somos”. Entonces será hora de trabajar en el observador que somos. Cambiarnos esas lentes de las que hablamos al principio. Reconocernos seres emocionales, pero sabiendo quién manda.

En un momento de desazón emocional, el salmista dijo “Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmos 103:2). Llevó a la emoción bajo el gobierno de la gratitud y del reconocimiento. La puso en su lugar y alentó a su alma a alabar al Señor. Tal vez sea hora de empezar a hacer lo mismo.

Junto a su esposo Román fundaron CCO (Centro Cristiano del Oeste) en General Rodríguez, Argentina, iglesia que pastorean desde hace 16 años. Profesora y Coach, disfruta escribir y enseñar motivando a las personas a desarrollarse integralmente para que puedan alcanzar y cumplir su propósito en Cristo.