El dolor es un misterio. Nos duelen distintas cosas. Lo percibimos de manera diferente y lo juzgamos según nuestras creencias.  

La Palabra de Dios, en Isaías 61:3 dice que Él ha venido…

 a confortar a los dolientes de Sion. Me ha enviado a darles una corona
 en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta
 en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia,
 plantío del Señor, para mostrar su gloria.

Alguien me dijo una vez, que no llorara a mi perrito como si fuera una persona. Pero me dolía la muerte de ese bello ser que me había acompañado durante tantas horas y momentos de mi vida. ¿Quién puede juzgar el dolor del prójimo?

Duelen las heridas de un accidente. Duelen las despedidas. Duelen los divorcios no deseados. Duele el nido vacío, la esterilidad o la pérdida de un embarazo. Duele un fracaso laboral como el desempleo. Duelen las palabras y, aun, duele el silencio.

 Nuestra humanidad cobra un sentido universal ante el dolor. Supera los idiomas y las diferencias étnicas. 

Según su etimología, “dolor” proviene del latín y es acción del verbo sufrir. Ser golpeado por el sufrimiento nos lleva a sentir “dolor”. ¿Cómo escribir algo bueno acerca de un tema tan real y poco atractivo a la vez?

Recuerdo ante una pérdida familiar encontrarme llorando tanto que sentía que iba a doler para siempre. Y de eso quiero hablarte. De la esperanza que surge en medio del sufrimiento.

Como la pequeña flor que anuncia la primavera después del invierno y te sorprende en medio del jardín, verás pequeñas señales de entusiasmo nuevo. En el libro de Cantares hay un pasaje que señala de manera poética un verso esperanzador:

¡Mira, el invierno se ha ido, y con él han cesado y se han ido las lluvias! Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado! Ya se escucha por toda nuestra tierra el arrullo de las tórtolas” (Cantares 2:11-12).

La figura del invierno, alejándose, muestra claramente una etapa que da lugar a otra. Así también sucede en nuestra vida. La temporada de la esperanza resurge nutrida de otras vivencias.

Las cosas no serán iguales, pero si nos aferramos a un pasado congelado corremos el riesgo de no avanzar más.

Y así como las nuevas flores fueron alimentadas por abono, mucho de lo que tendremos para ofrecer surgirá por compartir nuestras experiencias, nuestros dolores procesados, nuestras historias “abonadas” con lágrimas silenciosas.

No intento hacer una receta teórica, pero viene bien recordar algunos puntos que pueden ayudar y quiero compartírtelos:

-Respeta tu tiempo de dolor

A veces queremos apurar las cosas para sentirnos bien. Pero, así como una herida física no sana de un momento a otro, el alma y las emociones también llevan su tiempo. Por lo tanto, no apures lo que debe ser un proceso. Aceptar el día a día quitará presión y te liberará de ansiedad.

-Lee historias y biografías de personas que han superado adversidades

Es algo que pongo en práctica y me bendice muchísimo. Cuando leo sobre personas que lograron sobreponerse a tragedias, derrotas o enfermedades obtengo otra perspectiva de mi realidad. Podemos encontrar videos inspiradores en las redes y son recursos que hoy tenemos a mano para aprovechar.

-Comienza a hacer esas cosas que te dan alegría 

Por ejemplo, recuperar rutinas, volver a ese hobby que dejaste de lado, arreglarte como hace mucho no lo haces, tomar sol, dar una caminata… Aunque te parezcan pequeños pasos son grandes avances.

-Sé amable con vos misma 

No está mal pensar en vos. Considera este tiempo de manera especial y trata de no sobre exigirte ni condenarte por sentirte mal. ¡Todos necesitamos tenernos más paciencia!

Sobre todo, deja que el amor de Dios te abrace permitiendo que te rodee con su bálsamo sanador a través de su palabra.

En la Biblia podemos encontrar promesas hermosas, como la que compartí de Isaías 61. Solo hay que buscarlas y allí están para cada una de nosotras. La palabra es viva y eficaz, nunca lo olvides.

Querida amiga, todavía hay historias que deben ser escritas y creo que la tuya será de gran inspiración para otras vidas. Así le dije a mi madre después de un diagnóstico adverso. Le regalé un cuaderno bonito y una cartuchera con lápices de colores diciéndole: “Mami, muchos se van a ir antes que vos de esta Tierra, pero no lo saben. Vos vas a escribir tus avances en este proceso que será de bendición para alguien más”.  

Eso fue hace más de una década. Gracias a Dios, en su propósito, vive para contarlo. Después del invierno, las flores anuncian un nuevo tiempo.  De la misma manera creo firmemente que hay brotes de esperanza rodeándote, anunciando que la vida se abre paso una vez más dejando atrás el dolor. Te invito a observar bien y pronto los verás. 

Junto a su esposo Román fundaron CCO (Centro Cristiano del Oeste) en General Rodríguez, Argentina, iglesia que pastorean desde hace 16 años. Profesora y Coach, disfruta escribir y enseñar motivando a las personas a desarrollarse integralmente para que puedan alcanzar y cumplir su propósito en Cristo.