Coinciden muchos especialistas en que la adolescencia es una de las etapas más difíciles de atravesar dentro del ciclo vital. Es la etapa donde se dan los mayores cambios a nivel biológico y emocional. 

Es importante transmitir a tantos padres preocupados por sus hijos adolescentes —por la falta de empatía, de diálogo, por los encierros prolongados en sus cuartos— que hay cosas que no vamos a poder modificar de esta etapa, que hay ciertos cambios en la conducta de ellos que son “normales” para la etapa que están atravesando. 

Comprender que los adolescentes “sufren”, “adolecen” y que esto es parte de lo que ellos tendrán que afrontar, nos permitirá darles las herramientas para que puedan adquirir, en la mayoría de los casos, la madurez que da paso a la vida adulta.

¿Cómo hacer para generar un vínculo de calidad con nuestro hijo adolescente? ¿Cómo sobrellevar esta etapa sin dejar secuelas irreparables?

Estas son algunas de las tantas preguntas relacionadas con los adolescentes que llegan a @cti.psicologia. ¿Saben?, tiempo atrás aprendí que como padres tenemos tres funciones primordiales; la función de ser tutor, administrador y fuente. Un tutor es aquel que tiene la responsabilidad de dar protección y cuidados básicos como alimentación, un hogar y todo lo que el niño necesite para vivir. 

Como administradores, nos ocupamos de llevar a cabo todas las condiciones para que eso ocurra, los protegemos del medio o de cualquier persona que intente dañarlos física o emocionalmente. Y como fuente (esta es la que más me interesa) damos, nos damos, no solamente materialmente, sino de manera emocional, somos los facilitadores para que ellos puedan ver la realidad según nuestra mirada. Y muchas veces, esto es completamente natural e inconsciente. 

cuán importante es comprender y ocupar el lugar que nos compete como padres, educadores o en el rol que nos toque al estar frente a un adolescente.

Débora Pedace, Psicóloga y directora de CTI Psicología

El poder ser observadores de ellos y generar empatía nos abrirá puertas para que sepan que somos accesibles a sus necesidades. Comprendo, y la experiencia clínica me lo confirma, que no todos tienen esta habilidad, muchos han perdido la paciencia, muchas mujeres inmersas en desgano, agobiadas por los quehaceres, más el trabajo, más las demandas del esposo, más los hijos… sienten que ya no tienen de dónde sacar recursos para poder tolerar ciertas situaciones. 

Muchos padres no saben poner límites de manera correcta, o esperan de sus hijos adolescentes ciertas conductas que jamás ocurrirán. Por eso la importancia de anticiparnos a lo que es esperable y lo que debe llamarnos la atención tanto en el vínculo con nuestro hijo adolescente, como en las conductas que este desarrolle. 

¿Qué sería lo esperable? ¿Cuándo una conducta pasa de ser “normal” a tener que preocuparnos? 

Como vimos anteriormente, en la adolescencia se producen los mayores cambios, y tanto para el adolescente como para el entorno muchas veces las relaciones que hasta hace unos años eran fluidas hoy se vuelven conflictivas. Esta es una etapa que abarca aproximadamente entre los 10 y los 19/20 años. Cada vez se corre un poco más, y esta gran etapa puede a su vez, dividirse en tres: 

  1. Temprana, entre 10-13 – En donde hay una preocupación por lo físico y emocional. Duelo por el cuerpo infantil, fluctuaciones del estado de ánimo, oscilaciones entre conductas infantiles y la exploración hacia la independencia. Aunque los padres ya dejan de ser la fuente exclusiva de la construcción de la autoestima, su aceptación y validación es crucial. Como también así sus vínculos de amistades.  
  2. Media, entre 14-16 – En esta fase, la preocupación radica en la afirmación personal y social. Quieren diferenciarse del grupo familiar, hay una búsqueda de autonomía, y existe el duelo por parte de los padres de ese hijo-niño que ya no está. En esta etapa buscan su proximidad con grupos de pertenencia con los cuales se identifican. Es muy importante que como padres estemos atentos en esta fase al grupo de pares, a los amigos que tienen, cómo se relacionan, si los tienen o si no.  
  3. Tardía / Fase Final, entre 17-19 – Lo que más se ve en esta fase tiene que ver con la búsqueda de la intimidad y la construcción de un rol social. Hay una reestructuración de las relaciones familiares, se vuelven a los padres en diálogos más profundos (si el apego o las relaciones en primera infancia fueron satisfactorias), y a la vez comienzan a tener más control sobre sus impulsos, acciones teniendo en cuenta las consecuencias de ellos. 

la fuerza, el control, o la culpa no está puesta en objetos externos (padres en el sentido de decidir por ellos), sino en ellos mismos a la hora de tomar decisiones y enfrentar compromisos, lo que avanza en la elaboración de su identidad. 

Débora Pedace, Psicóloga y directora de CTI Psicología

Para finalizar, me gustaría dejarles cinco herramientas para que puedan generar un vínculo saludable con sus hijos (es importante aclarar que cada lector representa una familia que funciona de manera muy distinta a otra, por lo tanto estas serán herramientas genéricas, pero sería importante que si perciben problemas más profundos puedan consultar con profesionales expertos en el área):

  1. Intenta ver y remarcar sus cualidades. Busca y refuerza sus conductas positivas. Por varios días céntrate (requiere un esfuerzo grande) en lo que haga bien. Fomenta y alienta sus logros, quédate con lo bueno. Reafírmalo. Elige cuáles batallas pelear y cuáles dejar pasar. Evita todos los conflictos que puedas evitar, así cuando impongas los límites en cosas que realmente sean importantes les va a ser más sencillo obedecerte.
  2. Habla bien de tu hijo/a. “Los trapos sucios se lavan en casa” es una frase superconocida pero que muchas veces olvidamos. Es ideal que, como padres, podamos halagar en público y criticar en privado. Que nuestros hijos desarrollen confianza en nosotros, que sepan que no vamos a fallarles, que seremos incondicionales y un muro de protección para ellos. 

«No importa cómo se porten o lo difíciles que sean. Nuestro amor por ellos es incondicional»

Débora Pedace, Psicóloga y directora de CTI Psicología

¿Qué pensarían de tu hijo/a los otros padres si lo único que haces es hablar mal de él/ella? Y de modo inverso, ¿qué pasaría si nuestros hijos hablaran de nosotros? ¿Alguna vez te lo preguntaste? 

  1. No lo compares. Tu adolescente es ÚNICO. Es el mejor. Tiene cualidades y virtudes que lo diferencian de todos los demás. Entonces no intentes correrlo por el lado de compararlo con otros compañeros que se portan distinto. Más bien evalúa los motivos y conócelo más. 
  2. Conoce y controla tus emociones. Esto es fundamental para no dañarlos. Cuando nos conocemos, podemos expresar lo que nos pasa y les estamos enseñando a ellos a gestionar sus propias emociones y esto estabiliza, da equilibro. 

Antes de responder o gritar ante un hecho que te enojó, cuenta hasta 10, 1000, 10 000 lo que sea necesario. Muchos padres repiten frases como: “¡Mi hijo es un depresivo! No sale del cuarto ni para cenar con la familia”. En lugar de diagnosticarlo, sería bueno que lo pensemos como: “Mi hijo se comporta como… es algo transitorio”.

evitamos ponerle rótulos o etiquetas negativas. 

Débora Pedace, Psicóloga y directora de CTI Psicología
  1. Por último, invierte tiempo en ellos. Aunque ellos te demuestren que no quieren pasar tiempo contigo, inviértelo igual; aunque te parezca una causa perdida o hayas dejado de creer que las cosas pueden cambiar, invierte igual; aunque te rechacen, que sepan que lo más valioso de tu vida, tu tiempo, se los dejas en sus manos.  

Y el estar disponible para ellos cuando ellos lo requieran es nuestra tarea. Por eso, analiza: ¿Cuánto tiempo, hasta hoy, has invertido en ellos? ¿Qué actividades realizan juntos? ¿Cuánto te has involucrado en lo que a él le interesa (aunque a vos no te interese)?

Al sugerir a tantos padres involucrarse en las actividades que más aman sus hijos (juegos de play, tecnología o recreación) nos cuentan que, “milagrosamente”, dejaron de estar “aislados” en sus cuartos y comparten mucho más tiempo de calidad juntos, favoreciendo esto a los vínculos del adolescente con todos los miembros de su familia. 

En definitiva, lo que ellos necesitan es nuestro tiempo… y si estamos disponibles para ellos en todas nuestras dimensiones (porque hay padres que están “disponibles” de manera física, pero su mente sigue en algún asunto laboral), entonces, a pesar de la etapa difícil que transitan, podrán percibir a estos padres, educadores o tutores como accesibles, y les aseguro que eso marcará la diferencia. 

¡¡Nos vemos la próxima!!