El historiador Guido Márquez relatará acerca de la historia del evangelio en uno de los países más milenarios y complicados del mundo.
En esta nota, nos dirigimos a Oriente: Un país milenario, complicado, que es casi imposible de comprender con la mentalidad occidental. ¿A qué me refiero? A que no todo se puede comprender con lógica, ni de forma lineal, quizá como ha sucedido en otros países.
Además de esto, hay que sumar un factor que siempre intentamos aclarar en estas notas: son países milenarios, países con mucha historia. El problema no es la historia en sí -todos los países y culturas tienen historia- sino que esa historia influye en el presente.
Al hablar del Lejano Oriente, nos referimos a Japón y China. Anteriormente ya hablamos de Japón, hoy nos toca referirnos a China.
Todos conocemos -estoy casi seguro- acerca de este país, el cuál está compitiendo, desde hace un tiempo, en ser la primera economía mundial, participando del podio con Estados Unidos y Japón. De ser un país pobre -a nivel africano como diríamos hoy- a ser la fábrica o taller del mundo. Conozcamos ahora, un poco, cómo es ser cristiano en un país que dice ser ortodoxamente comunista.
100 años, muchos cambios
China comenzó el siglo veinte, siendo una de las monarquías más antiguas del mundo. A cargo de un emperador, este país, se había quedado en el tiempo: no tenía leyes, no estaba organizado interiormente y se encontraba con poco contacto con el exterior. Pocos países podían comerciar o aún tener embajada en el imperio chino. Imperio que, además, había pasado por años -milenios, mejor dicho- de lucha interna.
Aunque era un país con mucha riqueza, la famosa Ruta de la Seda es prueba de ello, nunca logró convertirse en un país moderno ni industrial, a comparación de los europeos.
Fue así, que, en 1912, fue derrocado el último emperador de China -tratándose de un niño- y terminó la época imperial, para dar paso a la época republicana. El país nunca dejó de ser pobre y atrasado, a pesar de dar una vuelta de página, políticamente hablando. Al respecto, para aquellas personas que gusten del cine, la película emblemática que refleja esta situación es “El último emperador” de Bertolucci, como el nombre lo indica, muestra la vida del último emperador de China.
La China de hoy, no se entiende sin algunos sucesos primordiales, como la Segunda Guerra Mundial y la llegada del comunismo al país. En 1948, se declara la República Popular de China, con el presidente Mao a la cabeza. El comunismo al tener la ideología del ateísmo de estado, todas las religiones, incluido el cristianismo, fueron en extremo perseguidas. Sobre todo, en la década de 1960, cuando comenzó la denominada Revolución Cultural China, donde se pretendía formar ideológica y socialmente a ciudadanos chinos para que aceptaran sin chistar la ideología comunista.
El año 1976 fue el período en que la larga presidencia de Mao, junto con su régimen de censura, llegó a su fin. Fue aquí donde China abandonó el comunismo estricto para dar paso a una apertura responsable de su crecimiento económico hasta el día de hoy.
Ser cristiano hoy: Pocos y restringidos
Aproximadamente hace 20 años que China vive ligeramente más libre que años o décadas anteriores. No obstante, la libertad religiosa es una de las facetas más controladas por parte del gobierno.
Aunque los misioneros nunca dejaron de arribar al país oriental, el crecimiento no ha sido el esperado. Además de que ha llevado, en algunos casos, a la decepción por parte de las “iglesias madres” occidentales. No obstante, ha persistido a pesar de tener en contra el aparato del estado.
Muchas agencias y observadores de libertad religiosa, han visto también que algunos de esos misioneros no han tenido la preparación adecuada, ni la capacidad de adaptarse a la complicada y milenaria cultura china. A pesar de que no es en extremo complicada como la japonesa.
Este panorama puede ser por demás negativo. Aunque, uno de los principales autores cristianos provino de este país. Me refiero a Watchman Nee, un chino convertido al cristianismo en la peor época de la persecución religiosa.
Culpables y pecadores hay en todos lados. No hay necesidad de pensar en quién tiene la culpa o por qué este país, uno de los principales económicamente hablando, no acepta el Evangelio. El problema no reside en que falten misiones, recursos, misioneros, etc., sino en que es otro país. Tiene otra cultura y otra historia y aún así tiene una iglesia que subsiste. Este punto es fundamental y básico para lograr que acepte el evangelio.