Integramos parte de la especie humana, somos únicas e irrepetibles, pensadas y diseñadas por un Padre amoroso que nos creó y nos dio aliento de vida. Fuimos formadas por las mismas manos de Dios, pulidas bajo su presencia, siendo el último acto de amor de la creación, la perla, el broche de oro.

Fuertes como el hueso del cual fuimos formadas, tiernas y sanguíneas, valientes para afrontar lo que venga, pero frágiles como un vaso de cristal, eso es lo que nos define, algunas más, otras un poquito menos, pero en líneas generales así somos. ¡Mujeres radicales, efusivas, comprometidas, innovadoras, mujeres al fin!

Y por ser así, “todo lo puedo”, muchas veces nos encontramos abrumadas por cargas que son difíciles de sostener, y de eso quiero hablarte.

Cuando te miras en el espejo al finalizar el día, cuando te dices “esto es demasiado”, cuando las cargas sobre tus hombros se hunden dentro de tu cuerpo, cuando tu mente ya no resiste un solo pensamiento más, es ahí donde comienza a actuar lo sobrenatural de Dios invadiendo lo natural de tu realidad. Si eres esa clase de mujer, esta reflexión es para ti. Solo se trata de cambiar tu manera de pensar.

Muchas veces te encuentras en la disyuntiva de lo que has hecho, haces y debes hacer, estás en el momento crítico de tu carga, y en ese instante se recarga de lo extra, tu mente comienza a pensar no solo en las que tienes, sino en las que pueden venir, sumando a estas las famosas cargas “por las dudas”.

Por lo tanto, lo primero que tenemos que hacer es clasificarlas. Las que son importantes separarlas de las que ya no te pertenecen (porque las entregaste en su momento) pero están ahí queriéndose meter de nuevo en tu mochila diaria; y las que por “las dudas las tomo”, esas son las peligrosas, porque son las creadas por nuestra propia mente, las que hacen raíz y se apoderan de tu corazón, angustiándote, bajando tu autoestima, sacudiéndote en un mar de incógnitas, esas son las cargas del pasado, las del miedo al futuro, no vuelvas a ellas.

No tomes cargas que nos son tuyas

Libérate de las cargas que no te pertenecen, llévalas a la Cruz cada día, porque allí fueron tomadas, sostenidas, cargadas y quieren volver a tu vida en forma de bendiciones.

Recuerda que el sacrificio de la cruz vivificará cada mañana de tu vida, toma las cargas diarias y llévalas a los pies de Jesús, imprégnate de su presencia, oye la voz del Padre susurrando a tus oídos; Él quiere hablarte, porque eres su dulce creación, la niña de sus ojos, confía en Él.

«La verdadera libertad comienza con oídos que escuchan la voz del Padre».

¡Recuerda la cruz!

¡Dios dice en su Palabra que somos la niña de sus ojos! No perdamos el rumbo, busquemos el propósito por el cual fuimos creadas, volvamos a la fuente. ¡Escuchemos la voz de Dios!

Él, como nuestro Padre, se interesa por la vida de sus hijas. Él sabe de tus luchas y cargas, simplemente acércate a Él, escucha el susurro de su voz, imprégnate de su presencia y volverás a la forma en la cual fuiste creada: hermosa, única, irrepetible, eres de gran valor y estima para nuestro Dios, eres tan pero tan importante que decidió comprar tu vida de una vez y para siempre. Allí en la cruz tu acta de nacimiento fue sellada con la sangre del cordero.

Vuelve al plan original, eres hija, tienes un Padre.

“Serás en la mano del Señor como una corona esplendorosa, ¡como una diadema real en la palma de tu Dios!”, Isaías 62:3 NVI.

Escucha su voz cada día, comprobarás que no serás la misma, clasifica tus cargas, entrégale tu mente y tus pensamientos al único creador, al que te formó, que te conoce como nadie en la vida, y disfruta sentirte una hija amada incondicionalmente.

Desafíate a pensar de una manera más edificante, tú no eres el centro en la vida, el centro es Jesús. Por lo tanto, date la oportunidad de comenzar escuchando la voz de Dios en medio de tu lucha diaria.

«La cruz marcó la diferencia mediante la sangre bendita de Jesús, allí se recuperó lo que se había perdido. En esa cruz tus pensamientos fueron clavados y tu corazón transformado».

Ahora la decisión es tuya, ¿cómo vas a seguir? Tómate un tiempo en oración y escucha la voz del Padre. “Te entregué un nuevo corazón”, te dice el Señor.

«Yo soy tu Dios que viene a renovar tu mente, para que tengas mis pensamientos, he venido a cambiar tu corazón de piedra por uno de amor. He pagado un alto precio para cambiar la maldición en bendición, te he dado el Espíritu Santo para que actúe de filtro en tu vida y transforme tus pensamientos en mis pensamientos».

Comienza a cambiar la forma de proceder en cada situación, toma el hábito de “filtrar los pensamientos y actitudes” y te aseguro que tu corazón será transformado con la misma pureza como fue creado.

¿Quieres vivir en plenitud?

FILTRA TUS PENSAMIENTOS, CAMBIARÁN TUS ACTITUDES Y PROSPERARÁS EN TODO TU CAMINO.

¡Cambia tu manera de pensar y cambiará tu manera de vivir!

Del libro «Óyeme quiero hablarte».