Cómo Jesucristo nos invita a tomar la asignación que nos toca
“¡Así dejen ustedes brillar su luz ante toda la gente! ¡Que las buenas obras que ustedes realicen brillen de tal manera que la gente adore al Padre celestial!”, Mateo 5:16 NBV.
Es impactante cómo la invitación del Señor Jesucristo para que creamos que Él nos ha dado un papel en la historia, así como un lugar para brillar a través de su propósito.
Hemos sido diseñadas para extender las alas de nuestra fe y remontar vuelo a sus alturas.
Pero me pregunto también por qué muchas de nosotras hemos escondido las alas. Nos quedamos mirando la vida de aventura y asombro detrás de las cortinas, solo asomando un poco la mirada a través de la ventana. Atraídas por historias extraordinarias pero paralizadas por el miedo de dar un paso al frente, salir de la zona de confort para seguir el llamado de Dios.
La versión plena y en propósito que Dios nos llamó a ser es esa mujer bendecida que se sabe equipada, amada, cuidada. Capacitada por el Espíritu Santo de Dios para andar en las buenas obras que Dios diseñó de acuerdo a la historia, los dones y la experiencia de cada una.
“Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás”, Efesios 2:10 NTV.
Quiero animarte a que des un paso más, que la luz del Señor brille en nosotras en este tiempo más que nunca, en medio de tanta necesidad, para que más personas conozcan el amor y la vida abundante, la salvación del Señor.
No seamos como Jonás, ese profeta del Antiguo Testamento que ante las puertas abiertas de Dios a una misión extraordinaria eligió esconderse y tomar un rumbo totalmente contrario.
Abraham Maslow llamó a esta extraña tendencia que tenemos de huir de nuestro destino y propósito «el complejo de Jonás». Es una evasión al crecimiento, una negación a despertar, levantarnos y brillar para Dios.
Marianne Williamson le llamó “el miedo a la propia luz”, decía: “Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, espléndido, talentoso? Pero, en realidad, ¿quién eres tú para no serlo? Eres hijo de Dios. Disminuirte a ti mismo para que los demás no se sientan inseguros a tu lado no tiene nada que ver con la iluminación. Todos estamos hechos para brillar, como brillan los niños. Nacemos para manifestar esta gloria que está dentro de nosotros”.
Todas podemos sentirnos paralizadas ante los desafíos que se nos presentan, en nuestros hogares, en los empleos, estudios, ministerios. Pero si Dios nos tiene de este lado del cielo todavía es para que seamos una contribución de su luz y esperanza para la familia, la ciudad, las naciones.
Nuestra historia se sigue escribiendo, mientras estemos aquí la próxima página tiene final abierto, todo depende de nuestra decisión.
La invitación de Dios sigue siendo: “Levántate, resplandece porque ha llegado tu luz”, Isaías 60:1 NBLA.
¿Qué producen estas palabras en tu corazón? ¿Sientes un impulso hacia adelante?
Estamos aquí como luminarias de Dios, en casa o donde sea que vayamos, Él está con nosotras. Podemos salir del escondite de la vergüenza o el fracaso que tanto tiempo nos han robado y permanecer encendidas por la obra a la que el Señor nos ha llamado. No abandones ese sueño. En tu corazón bombea la sangre de una mujer más que vencedora por medio de Cristo que te amó.
Verdades que abren las ventanas para que entre la luz de Dios a nuestra vida:
- “La luz del Señor echa fuera el temor”. “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?”, Salmos 27:1.
- No hay “apagón” de este mundo que pueda con el poder de la Luz Verdadera.
- “Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla”, Juan 1:5 NVI.
- Tenemos el propósito de ser luz en casa y hasta donde Dios nos quiera llevar.
- “Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa”, Mateo 5:15 NVI.
- “Así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto por luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra”, Hechos 13:47 NVI.
Seamos resueltas, mantengámonos en humilde dependencia a nuestra fuente y llenemos el espacio que nos toque con la luz de Dios. Y Él, poderosamente, se encarga del resto.